Las perspectivas después del día cero




El resultado de la segunda vuelta sorprendió a moros y cristianos. Los intentos de explicación comenzaron en la noche del 17 de diciembre y continuarán por mucho tiempo. De los diversos diagnósticos que se impongan en los próximos meses dependerán los énfasis que aplique el nuevo Gobierno, la orientación que tome la reconstrucción de los partidos que pertenecieron a la Nueva Mayoría (NM) y también el derrotero que tomará del Frente Amplio (FA).

Hay un elemento claro y contundente: más allá de las diferencias que aparecen en el mundo político y social lo cierto es que todas las fuerzas políticas importantes se han manifestado a favor de la democracia representativa como la única modalidad para resolver las diferencias (J.A Kast y E. Artes son quizás las únicas excepciones) más allá de los matices que puedan existir en torno a como se articula con la democracia deliberativa y participativa. Esto plantea un diferencia radical con el escenario que llevó al golpe militar de 1973. Esto consenso real hay que cuidarlo; campañas destempladas como "Chilezuela" le hacen mal a este acuerdo fundamental.

Las decisiones del electorado en Chile son cada vez menos predecibles (en muchos otros lugares del mundo se están viviendo situaciones parecidas). Asociado con ello,  los enfoques analíticos y las claves para la interpretación de los resultados son menos adecuados e incluso equivocados. En la primera vuelta las cifras claves fueron el 55% que obtuvieron los candidatos distintos a Piñera y J. A Kast y el 22% que obtuvo Guillier. La cifra de 55% fue leída por la NM como un rechazo a Piñera, cuando en realidad representaba un apoyo a las reformas y a la necesidad de hacerse cargo del malestar ciudadano pero no, un apoyo al Gobierno; tampoco a su gestión de las reformas ni un apoyo a una candidatura que no terminó de despegar, que tuvo un comando amateur, que demoró mucho (si es que lo logró) ponerse de acuerdo en los planteamientos programáticos fundamentales. Más aún, se trataba de una candidatura que representaba una coalición en desaparición donde los partidos que la componían se habían desdibujado políticamente, se habían constituidos en organizaciones de funcionarios desconectados con las fuerzas sociales y aparecían manejados por operadores hábiles pero con pocas convicciones. En tal sentido la cifra importante para intentar predecir el resultado de la segunda vuelta era el 22% que obtuvo Guillier, no la suma que la centroizquierda obtuvo en la primera vuelta.

Piñera leyó bien la señal de malestar que enviaba la ciudadanía. De ahí la rápida incorporación de la gratuidad a su programa post primera vuelta, la oferta de gratuidad para el 90% de los estudiantes de la educación técnica profesional y la promesa de aumento de las pensiones. Al mismo tiempo tuvo un comando profesional, los partidos operaron como tales y la campaña se desarrolló en el contexto de un amplio debate de ideas, desde al menos el 2013.

Un elemento clave pero que se intenta poco explicar y extraer de ello las conclusiones, es que desde el 2010 estamos en un juego de bandazos continuos… el 2010 Bachelet entrega el Gobierno a Piñera; en el 2014 este último entrega el Gobierno a Bachelet (además muy izquierdizada y donde la idea de atraer votantes de centro no fue muy considerada) y en marzo Bachelet entregará el Gobierno a Piñera. En tal sentido tiene razón Claudio Fuentes cuando señala que las afirmaciones categóricas referidas a que Chile "quiere esto o esto otro" pierden sentido, tenemos una diversidad de Chiles.

En este contexto, se equivocan los que piensan que el 55% de los votos que obtuvo Piñera en la segunda vuelta es una autorización para poner en marcha la retroexcavadora en reversa. La ciudadanía se pronunció a favor de cambios en la primera vuelta pero Piñera y la derecha lograron con buenas y malas artes (entre estas últimas la guerra comunicacional contra las reformas desde el 31 de marzo del 2014, que no se pueden justificar con los problemas de gestión del Gobierno) construir un discurso que le hizo más sentido el 17 de diciembre a un electorado que no termina de visualizar por qué caminos enfrentar los viejos desafíos y los nuevos problemas y oportunidades que traen los rápidos cambios tecnológicos, sociales, económicos del mundo actual y que generan una gran incertidumbre. Es por ello si el discurso de campaña del Presidente electo no logra traducirse en políticas que respondas a esos desafíos y problemas, lo más probable es que los ciudadanos den un nuevo giro, poco después de iniciado el Gobierno.

La pregunta respecto de cuál Piñera fue elegido Presidente, es hoy difícil de definir. ¿Se trata del Piñera de la primera fase de la campaña presidencial y de las primarias que amenazaba con aplicar una retroexcavadora en reversa o será el Piñera de la segunda vuelta que asumió una parte significativa del discurso Bacheletista?

El trabajo de identificación de la naturaleza profunda de la coalición triunfante se dificulta aún más cuando se mira el entorno presidencial y los debates al interior de los distintos partidos. J.A Kast representa la ira frente a los avances de la justicia en derechos humanos y crecientemente una derecha que sigue viendo el mundo como la confrontación entre el "mundo libre" y el comunismo y que probablemente desarrollará cada vez más un estilo confrontacional a la Trump. Más importante, sin embargo, son las diferencias entre la que ha sido la visión dominante en la derecha representadas de manera más extrema y genuina por el Instituto Libertad y Desarrollo, que releva la idea de proyectar la economía de mercado en una sociedad de mercado, que considera la salud, la educación y las pensiones como bienes de consumo y que rechaza toda intervención del Estado en la economía y en lo social más allá de auxilio de los super pobres. Esta visión ha reaparecido con mucha fuerza en Evópolis asociado a un cierto liberalismo valórico. Frente a esa visión aparecen otros sectores de derecha que relevan la importancia de lo político para la definición de las políticas públicas. Se acepta que las opciones de política no dependen solo de lo que puede sugerir una teoría económica única sino que las demandas sociales pueden indicar caminos condenados por la "economía setentera". De hecho Piñera en su primera Administración dio señales (muy discutidas por la derecha tradicional) como fue la reforma tributaria para financiar la reconstrucción luego del terremoto, la eliminación parcial del 7% de salud a los pensionados y la ampliación significativa del postnatal.

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