Las próximas batallas de Emmanuel Macron




Con su categórico triunfo en la segunda vuelta presidencial, Emmanuel Macron (39 años) se ha convertido en el gobernante más joven de Francia desde los tiempos de Napoleón Bonaparte. Un outsider que rompió con la alternancia política entre el gaullismo y el socialismo, y que dejó en el camino a la ultraderechista Marine Le Pen y su proyecto anti europeísta.

Sin embargo, lo cierto es que Macron no tendrá mucho tiempo para celebrar, considerando los diferentes desafíos que tiene por delante.

En primer lugar, deberá demostrar que él es mucho más que "el mal menor" de la reciente elección presidencial. Básicamente porque no son pocos los franceses que aún ven su triunfo como el resultado de un masivo voto "anti Le Pen" que alineó al espectro político galo tras su nombre, más que una muestra de apoyo directo a su proyecto político centrista.

En ese sentido, los comicios legislativos de junio representan el nuevo objetivo de Macron, porque para consolidar su triunfo presidencial ahora necesita contar con un apoyo real en el nuevo Parlamento, ya sea a través de miembros de sus propias filas —su movimiento En Marche!— o producto de alianzas con otros partidos más tradicionales. De lo contrario, con un Parlamento en contra, le resultará muy difícil concretar sus proyectos más urgentes.

En su condición de ex ministro de Economía de François Hollande, Macron sabe que reactivar este ámbito es una de las tareas más urgentes de su gobierno. Con un desempleo que ronda el 10 por ciento —y que en el ámbito juvenil escala hasta el 25 por ciento—, generar más plazas de trabajo es lo que la mayoría de los franceses están esperando.

Y para ello, ha planteado la necesidad de reformar el mercado laboral, los impuestos y el sistema de pensiones, además de reducir un gasto público que ha ido al alza en los últimos años. Aspectos que ya han despertado la desconfianza, por ejemplo, de los sectores sindicales.

Asimismo, el tema de la seguridad y el combate al terrorismo serán clave. Francia ha sido el país de la Unión Europea (UE) más castigado por grupos como Al Qaeda y el Estado Islámico. Basta recodar los atentados contra la revista "Charlie Hebdo", en enero de 2015; los ataques simultáneos en París, el 13 de noviembre de ese mismo año; o la masacre en Niza, el 14 de julio de 2016.

Esto, sin convertir a Francia en una fortaleza cerrada a cualquier circulación de extranjeros extra comunitarios o restringiendo la inmigración de países de mayoría musulmana.

En el contexto de la UE, el triunfo de Macron permitió bajar los niveles de preocupación que existían en Bruselas, frente al avance de la ultraderecha europea. Este tipo de partidos ya habían sido derrotados en Austria y Holanda, pero faltaba garantizar que Le Pen y su Frente Nacional no llegarían al poder en Francia. Algo que ofrece perspectivas más optimistas para las elecciones generales de Alemania en septiembre próximo, cuando la Canciller Merkel vaya en busca de un cuarto mandato.

No son pocos los desafíos de Macron y todo indica que la "luna de miel" será corta, si es que esta llega realmente a existir. Francia está a las puertas del inicio de un nuevo gobierno, pero sobre todo, se aventura en una era política diferente en la que la falta de precedentes hará difícil —pero no imposible— la construcción del país que Macron ha imaginado.

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