Liberalismo radical




El "Manifiesto por la república y el buen gobierno (una invitación a pensar)" ha generado cierta discusión entre sectores de la derecha, cumpliendo, en ese sentido, su invitación. Obviamente no se esperan solo alabanzas a un documento con carácter político e intelectual, razón por la que han aparecido críticas desde sectores liberales más radicales, tal como el caso de Valentina Verbal o Axel Kaiser. Como en cualquier diálogo, es necesario buscar el mejor entendimiento posible, evitando las simplificaciones que desvirtúan la propia posición o la que se busca rebatir. Así, hay, entre otras, dos cuestiones relevantes en las cuales se presenta el debate de manera extremadamente simplificada.

Por una parte, Verbal ha presentado como la primera idea que la derecha debería poner por delante lo que denomina presunción a favor de la libertad personal, por la cual todo lo que no está prohibido está permitido, pues "las personas son capaces de perseguir sus propios fines, salvo que afecten la misma capacidad de las otras". Pero entonces, ¿por qué podemos prohibir algo? Normalmente el liberalismo más radical defiende una posición en la cual los derechos deben ser garantizados, por sobre cualquier discusión acerca de los bienes en juego. El problema radica en que cualquiera se dará cuenta, que habrá un momento en que el derecho individual de una persona real entrará en conflicto con el de otro individuo de la sociedad y, por lo tanto, se hará necesario ponderar ambos derechos. Es ahí cuando el "salvo que afecten la misma capacidad de las otras" personas, se torna totalmente insuficiente y se constituye como una simplificación del debate que no aporta muchos criterios nuevos ni soluciones para el caso concreto.

En un caso en particular y muy conflictivo: ¿cómo resolvemos los problemas que puede generar la libertad de expresión? ¿Podemos ponerle límites? ¿en qué sentido y bajo qué criterios? Es aquí cuando la libertad entendida como una visión neutral y sin contenido, se vuelve inútil porque necesariamente la discusión se tornará completamente hacia  el contenido y el ejercicio de esa libertad. Ya no será un problema simplemente del marco, sino que también de qué dibujamos dentro de él: tendremos que hablar sobre bienes en juego y no sólo sobre derechos.

Un segundo tema, y en el cual muchas veces se simplifica la discusión, es la tradicional dicotomía entre individuo y Estado. Un deporte liberal es cazar "colectivismos", pero resulta muy inconveniente salir a cazar al bulto y sin distinguir. Al no diferenciar de manera clara al individuo, al estado y a la sociedad, creen que cualquier posición que reivindique la importancia primaria de la sociedad es estatista. Y no es, para evitarles el susto, que exista una supremacía ontológica de la sociedad sobre el individuo. La pregunta realmente interesante es si acaso requerimos de la sociedad en algún sentido, o si ella es simplemente accidental. Al simplificar la separación entre Estado y sociedad, haciéndolos casi sinónimos, piensan que cualquier reivindicación de lo social es una defensa del burócrata ideologizado. Por el contrario, lo social es reivindicado porque es necesario y no solamente accidental para la realización personal. Seguir creyendo que existen individuos fuera y antes de lo social, es llevar las cosas a una utopía (o mito) como el de El mundo feliz en que las personas nacen fuera de la sociedad primaria y fundamental: la familia.

Simplificar el origen de la sociedad, al punto de creer que es un pacto originario entre hombres que existen fuera de ella, conlleva consecuencias tales como percibir el bien común como contrario al bien individual. Es decir, en constante choque. Así, la actitud debería ser una de desconfianza a todas las cosas comunes, porque si soporto estar en sociedad, es para conseguir cierta protección o ventajas de los esfuerzos comunes y nada más. Por el contrario, considerar que las sociedades existen como un hecho de la causa, permite dejar atrás la ficción del hombre aislado y podemos situar mejor el lugar que ocupa lo colectivo en nuestras vidas: lejos del colectivismo de izquierda, pero sin caer en la simplificación radical.

De lo contrario, será muy difícil explicar todas aquellas expresiones de la vida común que no encuentran respuesta en un simple cálculo de interés individual (como la existencia de la Teletón o de los Bomberos, entre otros).

Para realmente aportar al debate, la repetición de viejas fórmulas no funciona por sí sola. La intención debe ser aportar a la política real, y a los problemas que hoy nos presenta, y en ello, las ideas generales por sí solas no son de mucha ayuda.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.