Libertad Religiosa: ¿un derecho acorralado?




Acaba de ser dada a conocer la última versión del Informe de Libertad Religiosa en el Mundo, que analiza el cumplimiento del derecho a la libertad religiosa en 196 países de los 5 continentes, llevado a cabo por la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre. Este informe se publica bienalmente, desde el año 2000, con el objeto de dar cuenta, país por país, si se respeta un derecho fundamental como la libertad religiosa, o bien, si éste es atropellado mediante la discriminación o  la persecución abierta.

De los 196 países estudiados, en 38 se ha encontrado pruebas inequívocas de violaciones graves a la libertad religiosa. De este grupo, 23 se han clasificado en la categoría superior de "Persecución" y los 15 restantes en la de "Discriminación". En 7 de los países en que se vive persecución, ésta se da en condiciones extremas: Afganistán, Arabia Saudí, Corea del Norte, Irak, Nigeria, Siria y Somalia. A excepción de Corea del Norte en que la persecución es ejecutada como política de Estado, en el resto de los países mencionados, la discriminación y persecución de las minorías religiosas y étnicas, ha sido motivada por nuevas formas de extremismo fundamentalista islámico. 

El 3 de febrero del 2016 el Parlamento Europeo reconoció oficialmente que la persecución de la que eran objeto minorías religiosas en países como Siria e Irak constituían Genocidio. Se estima que en unos 5 años más, la cultura cristiana milenaria, presente en dichas latitudes antes incluso que en Europa, podría ser borrada del mapa. En los lugares donde opera, el hiperextremismo está eliminando toda forma de diversidad religiosa y amenaza con seguir haciéndolo en otros lugares de África y del subcontinente indio.

Se tiene la tentación de ver esta terrible tragedia como algo muy lejano, sin embargo, en un mundo globalizado como el actual, todo afecta al todo y a todos. Sólo pensemos en el incremento del número de refugiados que, según las cifras aportadas por las Naciones Unidas sobre el año 2015, ha aumentado de 5,8 millones a 65,3 millones en el mundo. Se trata de una catástrofe de proporciones, que ya comenzó a generar un impacto económico, social y cultural considerable en Europa, continente que lleva ya varios años de crisis económica y que recibe a la gran mayoría de refugiados por su cercanía a África y Medio Oriente. En efecto, en dicho continente han resurgido los nacionalismos y los sentimientos racistas y xenófobos. Los atentados extremistas han reforzado este clima social.

En Occidente, las cuestiones que rodean la fe se han ido centrando cada vez más en el tema de la objeción de conciencia. En una sociedad laica que trata a la religión como un asunto privado y personal. Este fenómeno de remover a la religión de la esfera pública no se relaciona en absoluto a la noción de Estado Laico, el que sin profesar una religión oficial, vela y garantiza que todos los ciudadanos puedan profesar y practicar su fe. Sino que se trata más bien de lo que el relator especial de las Naciones Unidas para la Libertad de Religión llama: "la privatización forzosa de la religión", que no reconoce la libertad de conciencia y de expresión. Dado que todos nosotros adherimos a un conjunto de creencias, de valores, a un ideal de sociedad si se quiere, tenemos el derecho de participar de la vida social desde nuestras propias convicciones. Sea que éstas provengan de una determinada fe o bien, de una filosofía, una ideología política, o del simple hecho de creer en el ser humano o creer en la sociedad. Todos construimos desde una base y al hacerlo, se pretende aportar con un grano de arena a la sociedad, desde lo que creemos es mejor para ésta.

La diversidad religiosa, así como la diversidad de pensamiento, es algo positivo y valorado. Enriquece la convivencia. El desprecio de esta diversidad es germen de la violencia, la desconfianza y la destrucción del tejido social, porque al final del día, pretende sacar del medio o incluso eliminar a quienes piensen distinto o profesen una fe no compartida.

Así nos lo recuerda el padre Jacques Murad, que vive en Siria hace décadas y estuvo incluso retenido por miembros de ISIS por meses hasta que logró escapar.

 "Nuestro mundo vacila al borde de una completa catástrofe desde que el extremismo amenaza con borrar todo rastro de diversidad en la sociedad. Pero si hay algo que nos enseña la religión es el valor de la persona humana, la necesidad de respetarnos unos a otros como un don de Dios. Así es posible tener una fe apasionada en las creencias personales a la vez que se respeta el derecho de los demás a seguir su propia conciencia, a vivir su propia respuesta al amor de Dios que nos ha creado a todos".

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