El lloriqueo (una vez más)




Lo que acaba de hacer Colo Colo (porque hasta que el club no ofrezca disculpas tras lo dicho por su asesor Raúl Ormeño, sus palabras deben ser entendidas como la voz oficial) es inaceptable. Imputar falta de objetividad al 50% del Tribunal de Penalidades es dispararle a ese organismo en su línea de flotación, negarle el sentido mismo de su existencia. Sacarle la madre, si me permite el francés. Lo cual configura, derechamente, un acto injusto e irresponsable, pero también de abierta mala clase.

No sólo porque no es primera vez que una voz interna de los albos hacen lo mismo en los últimos años -baste con recordar los nefastos episodios en el mismo tono encabezados por Barroso, Meneses o Paredes- sino justamente por lo que esto implica: ya se ha instalado en el ambiente, como una suerte de marca de fábrica del club, el uso descarado del lloriqueo y la presión indebida hacia los árbitros y abogados. Malísima costumbre, como muchas otras, que apareció entre las minutas albas en los oscuros tiempos del inefable guatón Vergara, quién impuso en Colo Colo las más detestables prácticas propias del "pillaje".

Bribonadas, demás está decirlo, que posan de astucia o habilidad cuando en rigor sólo revelan tontera.

Habrá que decirle a Ormeño esta vez, como todas las otras, que la mirada de un profesional supeditado sólo a las pulsiones que genera una camiseta son demasiado infantiles. Hablan de una mirada del ser humano muy básica, prehistórica. Los periodistas, los abogados, los dirigentes, los árbitros que trabajan con o para el fútbol son, ante todo, profesionales. A un buen abogado, integrante de un Tribunal de Panalidades, a un tipo que estudió por años en Chile y en el extranjero, y que por ende tiene un prestigio laboral y una categoría que cuidar, lo que más le interesa en la vida, sea del club que sea, es ser…un buen abogado. No que Colo Colo, la U, la Católica o Everton ganen, empaten o pierdan. A un árbitro lo que más le interesa es ser un buen árbitro. A un periodista, un buen periodista. No se necesita haber pasado por la universidad para entenderlo. Un jugador y un técnico también lo saben. Y lo aplican. Su construcción moral e intelectual los lleva a buscar, ante todo, la idoneidad, el crecimiento en su carrera. Que es, por lo demás, lo que les da a todos el pan y el ánimo vital.

No es tan difícil entenderlo y practicarlo. De hecho no hay nada más satisfactorio para un árbitro, abogado o periodista ligado al fútbol que ser acusado una semana de chuncho, otra de albo y otra de cruzado: es la señal más nítida de que lo está haciendo bien. Lo mismo pasa con los comentaristas políticos: su capacidad, su libertad, su tesitura moral y su equilibrio no son claros hasta que un día lo tratan de "facho" y al otro de "zurdo".

Insisto: hasta los propios futbolistas y técnicos tienen claro algo tan simple. Si no, por dar sólo unos pocos ejemplos, Gonzalo Jara, Alexis Sánchez y Arturo Salah jamás habrían sido campeones con Colo Colo: son todos azules. Y Marcelo Bielsa o Jorge Sampaoli jamás le habrían ganado a Argentina, su propio país, dirigiendo a la selección de Chile.

Hay que ser muy vaca para tratar de imponer la tesis de que no hay vida más allá de "tu club". Y, lo que es peor, hay que ser muy imprudente y atolondrado para, por intereses momentáneos, emporcar un nido que no puede emporcarse nunca.

¿Y por qué no se puede?, dirá usted. Simple: porque si de verdad pensamos que los jugadores, los técnicos, los abogados del Tribunal, los árbitros y hasta los periodistas sólo viven y trabajan para defender el interés del club de sus amores, y no son capaces de separar aguas en pro de su desarrollo profesional, hay que bajar mañana mismo la cortina. Entre otras cosas, porque eso significaría que todo lo hemos visto, vemos y veremos en una cancha de fútbol chilena no es más que una triste mentira. Incluyendo, claro está, los más de treinta títulos obtenidos hasta aquí por Colo Colo.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.