Lo que queda del día




Llegó la jornada decisiva, la instancia vertiginosa en que los electores empezarán a configurar el curso y la intensidad que adquiera el actual ciclo político. Se pone fin a una campaña de segunda vuelta marcada por la incertidumbre, por la descalificación y el oportunismo, un momento donde muchos de los síntomas del deterioro y la polarización que en la actualidad recorren nuestra convivencia, sirvieron como anticipo de lo que viene: un sistema político donde los acuerdos transversales respecto a los desafíos del país y la manera de abordarlos, seguirá siendo improbable.

En rigor, más que un desenlace de la controversia política que ha marcado los últimos años, lo que se define hoy es la continuidad o el cambio en la correlación de fuerzas que articula este conflicto, si la Nueva Mayoría puede seguir impulsando su agenda de reformas desde el gobierno, o si en cambio la centroderecha consigue provocar un punto de inflexión. La derrota o el triunfo electoral del oficialismo será, entonces, una señal importante respecto a la evaluación que la sociedad hace del proceso de cambios en curso, y de las expectativas que tiene respecto a sus resultados futuros.

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De algún modo, lo que esta segunda vuelta vendrá a ratificar es la significación histórica que posee este desacuerdo, una singularidad que, gane quien gane la justa electoral, dejará otra vez al país dividido en mitades más o menos equivalentes; con el aditamento de que ahora, esta línea divisoria tiene como objeto aspectos centrales de nuestra convivencia, y no solo matices o énfasis distintos, como pareció consolidarse durante el largo ciclo encabezado por la Concertación. A partir de la alternancia producida en 2010, se configuró en Chile un disenso sobre la validez de las "reglas del juego" constitucionales y sobre las bases normativas del modelo económico, que lejos de resolverse hoy, tiene aún un amplio espacio para seguir profundizándose.

La jornada de hoy terminará entonces con una mitad derrotada y otra triunfadora; se evaluarán largamente los éxitos y desaciertos políticos de ambos sectores; y el conjunto de los actores empezará un complejo proceso de reordenamiento. Pero no hay que llamarse a engaño: gane quien gane en esta jornada, los aspectos medulares de la actual tensión política y los factores históricos que le subyacen, están todavía distantes de resolverse.

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