Los enemigos de Trump




Alguien escribió que la Presidencia de Trump no será una administración sino una aventura. Así de interesante, en la acepción que la palabra tiene en el famoso proverbio chino, se presenta la presidencia del hombre más poderoso del planeta.

Una de las razones por las cuales la percepción de una aventura se ha instalado en el imaginario estadounidense -y mundial- es la vocación del primer mandatario por la pendencia, ese intercambio de hostilidades con los diversos blancos de sus humores y planes que caracteriza su conducta.

El consenso general es que esto lo perjudicará mucho. Pero si algo ha demostrado Trump es que interpreta bien este "momento", que tanto tiene que ver con la profanación de lo que se creía sagrado, la desacralización de lo intocable. En tiempos normales (si tal cosa existe), la gente espera de su presidencia una norma de conducta alejada del común. En tiempos distintos, todo cambia. Por eso Teddy Roosevelt, el presidente republicano de comienzos del siglo XX que se convirtió en el azote de la gran empresa y otras (hasta entonces) vacas sagradas, resultó popular.

A juzgar por las encuestas de popularidad, a Trump lo recibe el país con desagrado. En el promedio de RealClearPolitics, el compendio de todos los sondeos, sólo 41% aprueba al nuevo presidente, a diferencia de lo que sucedió, al estrenarse sus gobiernos, con Obama (70), Bush (65) o Clinton (67). Pero atención: también durante la campaña electoral las cifras de popularidad de Trump fueron consistentemente bajas; ganó las elecciones porque una parte del mismo público que lo rechazaba como persona lo quería como líder y porque su impopularidad no era, necesariamente, la popularidad de sus adversarios.

Algunos datos sorprendentes obligan a matizar ese promedio tan bajo. Cuando se le pregunta a la gente si espera que su gestión sea positiva para la economía y la creación de empleo, las cifras se elevan a 60%. En otros apartados también la expectativa supera con cierta holgura a su popularidad.

Es posible que Trump no sea enteramente irracional cuando se enfrenta por Twitter o a través de otros medios con toda clase de personas e instituciones. Me refiero a que esto puede responder, además de sus pulsaciones, a un libreto. El equipo de Kellyanne Conway que lo acompaña en estas tareas probablemente tiene muy bien medido el impacto que en cierto tipo de votantes provocan estas pendencias. Y ese tipo de votante no es el de las costas, ni el que los medios y encuestadoras suelen tener más a la mano, sino el que le dio el triunfo en los estados clave a pesar de que perdió el voto popular (es sólo el quinto presidente en la historia republicana de Estados Unidos que ganó el voto en el Colegio Electoral sin ganar la mayoría del voto popular).

Trump quiere ser el presidente que se enfrentó al "establishment". Cree que ese perfil es el que calza como guante en el país que le tocó y que, en el silencio de sus conciencias u hogares, lejos de la corrección política, los que hoy no se atreven a decir que les cae bien o que lo respetan, los que dicen verlo con temor o con disgusto, albergan un secreto y quizá perverso deseo de que lo sacuda todo y no deje títere sin cabeza.

Yo no me atrevo a hacer sobre esto ningún pronóstico. En teoría, todo dependerá del contenido de su gestión; si es exitosa, la popularidad lo acompañará y, si no lo es, ocurrirá lo contrario. Pero hemos visto muchas veces, en el populismo, que el relato o el estilo son capaces de difuminar en la conciencia de los votantes y del público en general el contorno de la realidad y reemplazarla con algo distinto, mucho más potente, hecho de emociones y pasiones idealistas o simplemente justicieras que el líder es capaz de despertar en quienes tienen algo que reclamarle a la vida, al vecino, a lo que los rodea.

Una pregunta acude imperiosamente a los labios: ¿Cuáles serán los enemigos de Trump?

Quizá, para verlo con más claridad, haya que dividirlos en internos y externos. ¿Cuáles serían, en primer término, los enemigos internos?

En el plano doméstico, hay cinco grandes enemigos potenciales: los partidos, la gran empresa, la burocracia estatal, Hollywood y la prensa.

Esto no significa que Trump pueda darse el lujo de tener de enemigos a la totalidad de cada uno de estos cinco grupos. Sin el apoyo de un porcentaje importante de los republicanos, será imposible usar la mayoría que tiene en el Congreso para aprobar leyes. Sin una parte de la burocracia estatal, los cambios que quiere aplicar en áreas como el medioambiente, la sanidad o la educación serán inviables. Si no hay al menos unos pocos medios de comunicación dispuestos a secundar su riesgosa aventura, la labor de demolición a la que la gran prensa lo somete acabará logrando su propósito. Por supuesto, si las empresas no apuestan por invertir en el país, no habrá manera de elevar la tasa de crecimiento, promesa clave de su campaña. Y así sucesivamente.

No son pocos los recursos con que cuenta Trump, sin embargo, para lograr que una parte de cada una de estas instituciones o grupos se someta a su dictado o se le pliegue interesadamente. En el caso de sus correligionarios del Partido Republicano, las nominaciones del próximo año para representar a las jurisdicciones en juego en las elecciones legislativas de mitad de mandato (a realizarse un año después) se pueden convertir en un serio problema para los aspirantes a la reelección que se hayan enfrentado a la Casa Blanca en esta primera etapa del gobierno.

Esa es una de las dos razones por las cuales Paul Ryan, el "Speaker" de la Cámara de Representantes, que fue enemigo de la candidatura de Trump a pesar de ser republicano, ha multiplicado los gestos de entendimiento con el ahora presidente desde que salió electo. La otra razón es más evidente: los republicanos saben que pueden pasar muchos años para que se presente una nueva oportunidad de llevar a cabo algunas de las reformas en las que creen. Reformas que Trump, aun si en otras áreas representa algo muy distinto a ellos, también ha hecho suyas (por ejemplo, la desregulación y la bajada de impuestos). Lo último que quieren los congresistas republicanos es que el próximo año Trump haga campaña contra ellos abiertamente en sus jurisdicciones para promover candidaturas alternativas dentro del Partido Republicano. Ellos saben bien que un aspecto fundamental del relato del presidente es su confrontación con el "establishment" político de Washington, que abarca a ambos partidos.

Algo parecido sucede con la gran empresa. Trump ha buscado pleitos, en estas semanas, con una larga lista de compañías: Carrier, Rexnord, Ford, General Motors, Boeing, Lockheed Martin y un largo etcétera. Su cruzada contra la deslocalización ha dado pequeños resultados en la medida en que algunas empresas han aplazado el cierre de fábricas y plantas, o cancelado el traslado de ellas a terceros países. Pero es evidente que ni Trump ni nadie podrá impedir la globalización: sólo desacelerarla, si tiene mucho éxito en su propósito. Sin embargo, estas empresas y muchas otras tienen un interés común con Trump en la desregulación y, sobre todo, la reducción de impuestos. Si él lograse, por ejemplo, bajar el impuesto a las compañías al 15%, como insiste que pretende hacer, seguramente podrá entusiasmar a buena parte de la gran empresa -y también la mediana o pequeña- estadounidense.

Para ganar aliados en Hollywood y la prensa tiene menos armas disponibles que para conquistar lealtades en los otros grupos. Pero también es cierto que, probablemente, es donde menos armas necesita. En su relato, las elites incluyen a Hollywood y a la prensa de las costas (léase Nueva York y California, sobre todo); enfrentarse a ellas como conjunto es algo que lo beneficia entre el votante al que quiere retener o atraer. Eso, al menos, es lo que piensan él y los suyos. En su cálculo, si sus políticas funcionan, ni la prensa ni Hollywood podrán eludir un alto precio por ser sus enemigos.

Hay un potencial sexto enemigo al que no incluí en la lista: la Reserva Federal. Trump ha atacado muchas veces a la presidenta, Yanet Yellen, y tiene una clara inclinación por el dólar barato, algo que choca con la realidad (desde que ganó las elecciones, la moneda se ha revalorizado, además de que el dólar viene fuerte desde hace tiempo porque las alternativas entusiasman poco a los mercados). Si Trump no logra un dólar barato para facilitar las exportaciones, no se puede descartar que haga de la Reserva Federal un chivo expiatorio.

¿Y qué hay de los enemigos externos?

La lista incluye, potencialmente, a China, México, Japón, la Unión Europea y la OTAN, los organismos multilaterales y el islam (así, en genérico).

Los primeros representan el déficit comercial; los que siguen representan el orden democrático liberal; los que vienen después representan la burocracia internacional fuertemente ligada a lo anterior; lo último representa una extensión, una generalización, de enemigos concretos que los dos presidentes anteriores ya enfrentaron en sus gestiones.

Trump no podrá revertir todos los déficits: el que tiene con China es de unos 370 mil millones de dólares, los que tiene con México, Japón y Alemania ascienden a entre 60 mil y 70 mil millones en cada caso, y así sucesivamente. Tampoco podrá subvertir todo el orden democrático liberal, ni acabar con los organismos multilaterales. Y, por cierto, aun si hay avances contra el Estado Islámico, el islam como tal, o incluso la minoría fanatizada del islam, seguirán allí cuando Trump deje el poder.

Pero aquí también, como en el caso de los enemigos internos, Trump cuenta con armas para conseguir algunos aliados, a menos que las consecuencias traumáticas de una política exterior excesivamente aventurera le destruyan su plan. Ninguna de las economías con las que se enfrentará puede darse el lujo de llevar la confrontación que les plantee Trump hasta las últimas consecuencias. En el caso de la Unión Europea y la OTAN, Trump ya cuenta con aliados, como es obvio en el primer caso dada la pléyade de populismos europeos, y como empieza a notarse en el segundo (me refiero a las voces que se han elevado últimamente desde la OTAN señalando la necesidad de depender menos del paraguas estadounidense).

En cuanto a los organismos multilaterales, empezando por la ONU, Trump puede apoyarse en países como Rusia o en algo tan elemental como la fuerte dependencia que muchos de ellos tienen del soporte financiero estadounidense para reducir las resistencias contra él.

Los años que vienen dirán si los enemigos internos y externos pudieron con Trump o si Trump pudo con ellos… o si dejaron de serlo para ser reemplazados por otros, como muchas veces sucede con el camaleónico populismo. La aventura está empezando. Abróchense bien los cinturones.

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