El metro segregado del Diputado Silber




*Esta columna fue escrita junto a Constanza Schönhaut Soto Secretaria General, Movimiento Autonomista.

Recientemente, el diputado Gabriel Silber de la Democracia Cristiana propuso aplicar el sistema de carros segregados en el metro de Santiago, pretendiendo combatir así el continuo acoso que sufren las usuarias de este medio de transporte. Esta propuesta representa la forma irresponsable e irreflexiva en que ciertos políticos responden sistemáticamente a los problemas que enfrenta la ciudadanía.

Silber forma parte de la autodenominada "bancada transversal antidelincuencia", que ha promovido sistemáticamente una agenda demagógica de "mano dura contra la delincuencia" sin mostrar una real voluntad por atacar las cuestiones de fondo que promueven la comisión de delitos en nuestro país ni de buscar soluciones que avancen de manera efectiva en mayor seguridad. Por el contrario, Silber y sus compañeros de bancada optan siempre por la vieja consigna de aumentar las penas y reducir las garantías de los imputados, que hasta la fecha ha probado ser incapaz de solucionar el problema de la delincuencia, y mucho menos hacerse cargo de la prevención y reinserción de quienes cometen los delitos, negando el carácter integral, social y político del problema.

La propuesta de los carros segregados –implementada en otras partes del mundo– es parte de esta misma aproximación demagógica. El problema del acoso es que forma parte de una compleja red de relaciones de poder que mediante la violencia, expresada de diversas maneras, va excluyendo a la mujer del espacio público, haciendo de la calle, el transporte público, el lugar de trabajo o estudio, y por supuesto la política, lugares agresivos e inseguros de los cuales es preferible no participar. Un buen ejemplo de esto son los casos recientes en los que candidatas parlamentarias -de diversos sectores políticos- han denunciado ser víctimas de solicitudes de fotos desnudas a cambio de votos.

Adaptar el espacio público para segregar en vez de empoderar, naturaliza e invisibiliza una relación de poder que subordina y excluye a las mujeres, reforzando el rol histórico que se les ha impuesto: en la casa, a cargo de los cuidados, lejos de los espacios y los debates que construyen comunidad.

Es por esto que ninguna solución puede parecernos correcta si lo que hace es perpetuar el estado actual del problema: acosadores integrados a la sociedad y mujeres excluidas. Viéndolo así, es claro que la propuesta de vagones de metro segregados no hace más que mantener el problema, es cosa de imaginar qué sucedería si se aplicara esta propuesta en las escuelas, universidades, parques, micros, o incluso en el congreso, espacios donde las mujeres también son víctimas de acoso. Resulta evidente que se trata de un anuncio demagógico e irresponsable, pero sobre todo machista.

Tras años de invisibilización, el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) consiguió llevar el problema del acoso al debate público, con un proyecto de ley para penalizar el acoso, y una continua labor visibilizando esta forma de violencia naturalizada y dando voz a las víctimas de una práctica aún profundamente arraigada en nuestra sociedad. Por el contrario, quienes como Silber no están dispuestos a combatir el machismo, sino tan solo a usar los problemas de las mujeres como propaganda, son parte del problema y no de la solución.

Plantearnos una solución integral a la violencia de género es un proceso de largo aliento, que implica avanzar en materias como educación no sexista y en acciones concretas que permitan superar la exclusión histórica que las mujeres han sufrido en los espacios públicos. En lo inmediato, la primera línea de defensa de nuestra sociedad debemos ser nosotros mismos; lugares como el metro, el trabajo y la calle deben recuperarse en conjunto, con políticas que permitan la incorporación de hombres y mujeres a la lucha por hacer más seguros estos espacios, con denuncia, cuidado mutuo y con solidaridad. La reconstrucción de nuestra sociedad como una comunidad igualitaria no partirá con más segregación; depende de que seamos generosos e inclusivos, y de que estemos dispuestos a ser feministas de una vez por todas.

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