¿Mezquindad o generosidad?




Cuando esta columna sea publicada el Papa Francisco ya llevará horas en territorio nacional. Con seguridad, en su personal estilo estará haciendo presente a Cristo entre nosotros. Que a eso ha venido. Ha viajado para remover y renovar la fe de un pueblo mayoritariamente católico y de raíces histórico-culturales cristianas, de paso -con la Gracia de Dios- a suscitar también nuevas vocaciones. Habrá cruzado el mundo para recordarnos todo aquello que nos une como hermanos, hijos de un Padre común que somos, junto con llamar la atención sobre aspectos de nuestra vida social en que hace falta más fraternidad y caridad operativa. Esta gira apostólica tiene su razón de ser en la misión misma de Su Santidad en cuanto Vicario de Cristo. Esto es lo esencial. Para entenderlo sin duda ayuda la fe, pero basta la buena voluntad, esto es, una mente abierta a la verdad y un corazón dispuesto al bien. Se requiere, en fin, una actitud generosa y humilde.

Junto a miles y millones de chilenos que han ido optando por estar "en modo Papa", para aprovechar el bien espiritual que comportará su paso, desafortunadamente en las últimas semanas se han visto proliferar posturas mezquinas. Aunque representan a grupos de interés minoritarios, se han hecho notar por su pequeñez, estridencia y hasta violencia. En algunos casos se ha tratado de personas que parecen oponerse frontalmente al cristianismo o a la Iglesia. En otros, lisa y llanamente queda la impresión de que se pretende sacar ventaja para causas partidistas de índole social o política. Entre ellos, hay incluso quienes no han trepidado en atentar contra templos católicos o publicitar que el Santo Padre será malvenido. No han faltado tampoco quienes, desde una vereda más intelectual y crítica, se han ocupado en sus columnas de prensa de cuestionar a Francisco por desplegar un discurso supuestamente marcado por tintes demagógicos e inconsistencias. Asimismo, por desgracia, ha habido embates provenientes de quienes siendo parte de la Iglesia han instrumentalizado la oportunidad para llamar la atención sobre situaciones que consideran mal afrontadas o insuficientemente resueltas en su interior. Finalmente, están aquellos que declarándose católicos expresan, muchas veces con gran liviandad, sus discrepancias sobre simples preferencias personales respecto al Pontífice, utilizando para ello categorías o etiquetas no siempre atingentes: para el gusto de unos u otros sería demasiado progresista, o todavía muy conservador, o bien anticapitalista o excesivamente ecologista, etc. Las más de las veces tales comentarios no pasan de ser una faceta más de la "opinología" frívola que ha hecho mella en la cultura patria.

Puesto que el Papa es Cristo en la Tierra y cabeza de la Iglesia Católica, sabe positivamente que contará con esta variada gama de detractores, su larga trayectoria como pastor y sus años en la sede vaticana le habrán confirmado lo que todo cristiano sabe: que el paso del Hijo de Dios nunca ha dejado indiferente a nadie y que al discípulo no le está ahorrado lo que tocó a su Maestro. Con todo, es de esperar que durante su estancia en Chile sepamos enfocarnos en lo fundamental y, por consiguiente, predomine nítidamente la generosidad de muchos por sobre la mezquindad de unos pocos.

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