No más viejismo, por favor




En el marco de la celebración del Día Internacional de las Personas de Edad, fecha proclamada por la ONU en 1990 y que en el país adquiere cada año más relevancia, considerando que el 17% de los chilenos tiene 60 años o más, y que, en menos de una década, será una realidad para el quinto de la población nacional. ¿Pero qué significa ser adulto mayor en Chile?

En el imaginario colectivo sigue imperando la imagen del anciano(a) solitario tirando migas de pan a las palomas de la plaza. De acuerdo con un estudio de la U. de Chile y Senama (2015), el 75% de los menores de 60 años consideran que las personas mayores no pueden valerse por sí mismas. Cuando paradójicamente, la proporción es exactamente al revés: el 75% es autovalente y no necesita de nadie para manejar su vida diaria (Estudio de la Dependencia, Senama – U. de Chile, 2009).

Basta hacer el ejercicio y observar a nuestro alrededor (en la calle, metro, teatros, restaurantes, gimnasios, etc.), para darnos cuenta de que el escenario ha cambiado: los viejos ya no son anticuados ni decrépitos; lo único pasado de moda es la imagen social estereotipada que se sigue teniendo de ellos y que no se ajusta a los nuevos tiempos. Hoy las personas mayores son activas y reflejan más ganas de vivir que muchas personas de generaciones más jóvenes: el 57% se declara feliz, buscan ahorrar para viajar, disfrutan del consumo y tienen una vida social dinámica (Adimark, Chile 3D 2014).

Así que propongo festejar este año, evitando toda clase de viejismo, que es como el doctor y gerontólogo Robert Butler acuñó en 1969 al conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican diariamente a los viejos simplemente en función de su edad (en inglés, ageism). Y como regalo, les dejo algunas pautas básicas para que entre todos contribuyamos a que las personas mayores puedan seguir aportando sus potencialidades, más aún ahora que tanto hablamos de la inclusión y de querer construir una sociedad para todos.

Dejemos de pensar que todos los mayores son personas enfermas, frágiles y lentas. Envejecemos como hemos vivido, por lo tanto, muchos de los problemas de salud o la menor vitalidad no tienen que ver con la edad, sino con la falta de autocuidado, malos hábitos alimentarios, consumo de alcohol, tabaco y sedentarismo. La OMS, por lo demás, define la salud como un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades. Bajo esa premisa, los adultos jóvenes hace rato que andan por la vida tanto o más achacosos que los más viejos.

Olvidemos el mito de que las personas de edad son asexuadas. Aun cuando las prácticas sexuales vayan variando a lo largo del tiempo y haya algunos cambios en nuestra fisiología, el ser humano disfruta y busca el placer a lo largo de toda la vida. Un tercio de las personas mayores tiene actividad sexual (41% en menores de 75 años) y para el 65% de ellos es un aspecto importante de su vida (UC-Caja Los Andes, 2017). También pololean, tienen amigos con ventajas y buscan citas o parejas en internet.

Incluyámoslos en los temas y conversaciones sobre innovación y tecnología. A muchas personas entre 60 y 75 años les tocó adaptarse a los cambios tecnológicos en sus propios puestos de trabajo, por lo tanto, varios saben de computación y un tercio del subgrupo 60-74 años navega libremente por Internet (UC-Caja Los Andes, 2017). Hay quienes ya pagan cuentas, contratan servicios, leen la prensa, ven teleseries, descargan música, usan redes sociales, crean blogs, contactan a Uber y se benefician del Waze. Tendencia que ha ido sostenidamente en alza.

Abrámosle oportunidades laborales y de educación continua. ¿Quién dijo que en la vejez no se puede ser productivo o seguir aprendiendo? El Instituto Pro Innovación y Tecnología de Alemania mostraba hace unas semanas, en un seminario en Chile, un gráfico que dejaba claro que la edad peak en que los trabajadores entregan más propuestas a la empresa es entre los 61 y 65 años. Las ideas son como el vino, pues van mejorando con los años. De hecho, podríamos estar horas enumerando a importantes empresarios, políticos, artistas plásticos, actores, músicos, médicos, abogados, que continúan entregando su talento en diferentes quehaceres. Más que falta de capacidades personales tiene que ver con un problema de oportunidades. Los años regalan un repertorio de experiencias que se ponen hábilmente al servicio de los nuevos desafíos.

Desterremos la frase del viejo(a) gagá y cambiémosla por el viejo(a) bakán, porque de verdad que muchísimos lo son. Y que esa mirada renovada también permee a los diseñadores de políticas públicas, autoridades y candidatos, para que sus propuestas se alineen con la realidad del senior del siglo XXI. Las actuales y futuras generaciones de adultos mayores no necesitan solo mejorar sus pensiones, sino también oportunidades laborales, educacionales, políticas y sociales para seguir profundizando sus conocimientos y formulando propuestas acordes con sus necesidades. Como bien dice Amartya Sen, el ingreso es un medio y no un fin. Un medio para alcanzar el desarrollo, para que la persona pueda hacer o ser en función de sus características y capacidades. Pero para activarlas se necesitan oportunidades que permitan desplegarlas y elegir llevar una u otra clase de vida. Lo otro es asistencialismo: una peligrosa ruta que perpetúa la dependencia, la falta de autonomía y nos retrocede de golpe a la imagen del anciano solo, las palomas y la plaza.

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