Obamacare y el tropiezo de Trump




Trump no logró los votos requeridos para modificar el Obamacare, como se conoce la Ley de la Protección de Pacientes y Asistencia Asequible, que desde 2012 está en vigor en Estados Unidos, que la propia Suprema Corte consagró su legalidad. No obstante, su complicado funcionamiento, tuvo objetivos generales precisos que se presentaron como promisorios. Entre ellos y más significativos, ampliar el tradicional sistema norteamericano, Medicaid y Medicare; lograr un resultado más efectivo; otorgar opciones para aquellos sin seguro, mediante servicios de proveedores y aseguradoras; incentivos a empresas pequeñas; procurar corregir las distorsiones para los que padecen condiciones desfavorables, como ingresos bajos, o con capacidades limitadas; ampliar los tratamientos básicos a los que no lo tenían; y otra serie de mejoras  a ser alcanzadas.

La salud sigue siendo un problema central en todos los países y para todos los sistemas, en particular en Estados Unidos. La medicina ha tenido avances espectaculares en los últimos tiempos, pero no llega a todos. La razón fundamental es que implica enormes sumas de dinero. El progreso es evidente, pero cada vez más caro, tanto en investigación, adelantos tecnológicos, medicamentos y también, en la capacitación cada día más intensa de los profesionales de la salud, en todas sus áreas. Vale decir, no sólo se trata de un problema de recursos, sino que por cierto, de políticas sociales. Trump, en su confrontacional campaña electoral, centró sus críticas en el plan de Obama, y prometió su eliminación, calificándolo de "un desastre" por sus costos crecientes, los que aseguró corregir. Ahora ha tenido que hacerlo realidad. Sus críticas principales apuntan a que no tendrá financiamiento en el futuro, y cada día será peor.

Entre sus causas, estarían las penas impositivas para quienes no adhieran al mismo, impuestos que fueron igualmente calificados de legales; la expansión de los planes tradicionales con opciones para empresarios y compañías de seguro, que han visto aumentados sus gastos a pesar de los incentivos; llegar a unos 44 millones de beneficiarios más, con la pretensión de que nadie quede fuera del sistema; obligatorio para empresas de más de 50 trabajadores mediante compensaciones; y una escala progresiva de aportes de los interesados, entre muchos otros sistemas implementados. Todo lo cual ha dejado muchos descontentos y las presiones aumentan.

Llevado el plan de eliminación del Obamacare al Congreso, Trump ha debido retirar el proyecto eliminatorio y sustitutivo, por falta de apoyo suficiente. No logró los 216 votos necesarios. Se opusieron los Demócratas, como era de esperar, pero también muchos Republicanos, a pesar de sus esfuerzos negociadores y de contar con las mayorías necesarias. Algunos representantes observaron con temor, alentados por ciertos Gobernadores Republicanos, que los beneficios en juego, al ser eliminados, les pasaría la cuenta en las próximas elecciones, y optaron por no apoyar. Muchos están de acuerdo en que el sistema tiene enormes imperfecciones y que no resultará viable en el tiempo. Los medios de comunicación han resaltado las consecuencias negativas de su eliminación. Tampoco hay claridad en que otro plan reduzca verdaderamente los costos. Trump no ha podido convencer por cual lo reemplazará, y tenido un serio tropiezo, técnico, pero por sobre todo, político. Al menos por ahora como lo ha enfatizado, donde la herencia de su predecesor sigue presente y lo ha hecho fallar.

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