Padres ausentes: el talón de Aquiles chileno




El apego es un vínculo emocional que desarrolla el bebé con sus padres y que le brinda seguridad afectiva para su óptimo desarrollo. Esta seguridad emocional significa para el niño, ser aceptado y protegido incondicionalmente; para desarrollarse es fundamental la presencia y proximidad física de la madre, el padre u otro adulto significativo, de manera permanente.

Sin embargo, este vínculo está cada día más ausente en Chile. En algún momento, durante las últimas dos décadas, la clase media chilena entendió que ambos progenitores debían salir a trabajar al unísono, dejando a los hijos desde temprana edad solos, es decir al cuidado de "padres sustitutos", ya sea en una guardería infantil, un kinder o simplemente con una nana. Pero esta suplencia nunca podrá reemplazar el apego hacia los padres, el cual necesitan los niños desde que nacen y durante toda su infancia. Lamentablemente para el país, la realidad es que los padres están cada día menos preocupados de sus hijos y más interesados en ganar dinero, en desarrollarse ellos como personas. Es este el individualismo que corroe actualmente a nuestra sociedad, y que conduce a un triste destino si las cosas no cambian radicalmente.

Se entiende entonces que se haya impuesto la consigna, el eslogan, que dice que "lo más importante es dar calidad antes que cantidad", una burda manera de justificar la ausencia parental. Así, muchos padres han encontrado en dicha teoría la excusa para argumentar que en la crianza de los hijos es suficiente dedicar poco tiempo, siempre y cuando este reúna todo lo necesario. Sin embargo, existen proyectos que buscan darle más tiempo a los niños, en Colombia, Estados Unidos y muchas naciones europeas; en aquellos países ese argumento ya no parece convincente o aceptable, y los padres buscan ahora la forma de recortarle tiempo al trabajo para dedicárselo a los hijos.

En Chile los padres tienen exceso de trabajo, llegan exhaustos a la casa, están preocupados por el dinero, la salud, la seguridad y el futuro de ellos, y también de la familia. El poco rato que dedican a sus hijos, a menudo demasiado escaso, se ve opacado por otras responsabilidades y aunque tanto la madre como el padre quizás expresen permanentemente cuánto los quieren, los niños sienten pocas veces su presencia activa. Existen innumerables estudios que avalan esta inquietante y penosa realidad.

No estar con los hijos en calidad y cantidad desde que nacen, es un camino seguro hacia una adolescencia conflictiva. No da lo mismo que los niños de nuestro país estén siendo criados por una parvularia, una nana o los abuelos. Los padres deben ser los primeros actores en este gran desafío que enfrenta Chile, el mayor dilema para nuestra sociedad actual y el verdadero drama de nuestra juventud. Este drama, esta crisis, se gatilla por el abandono de los padres, por el no cumplimiento con su  mayor y más grande responsabilidad, como es el hecho de estar presentes para sus hijos e hijas, no por control remoto, sino que físicamente, creando lazos efectivos de apego.

Esta ausencia parental va generando graves problemas para los niños en áreas como la disciplina o los estudios, y enormes vacíos afectivos. No es de extrañar entonces que un 17% de los chilenos sufra depresión y otras enfermedades mentales, una de las tasas más altas del mundo según la Organización Mundial de la Salud. Pero lo más complejo es que los niños de nuestro país están expuestos a padecer serios trastornos psíquicos por los motivos antes señalados, siendo Chile una de las dos naciones, junto con Corea de Sur, donde la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta año tras año, en vez de disminuir. Es hora de poner el freno de mano, analizar crudamente esta realidad y dedicarle más tiempo a nuestros hijos, por encima de cualquier otra consideración.

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