Pasión y mesura




LOS DEVOTOS de la encuestología amenazan con secuestrar nuestro proceso político. Para esa extraña religión, que no tiene nada que ver con la idea democrática de que son las mayorías las que deben gobernar, las minorías son, por definición, puros y simples fracasos. Tendrían que renunciar o bajarse. Al tiro.

Jacques Maritain hablaba de "minorías proféticas de choque". Con ese concepto, el maestro socialcristiano quería referirse a la disposición de ánimo con que un grupo más o menos pequeño de humanistas y cristianos se propone interpelar al resto de la comunidad. Las minorías a que se refiere Maritain en la "Carta Democrática" no se sienten poseedoras de alguna verdad absoluta ni aspiran a imponer a rajatabla su ideario. No son mesiánicas ni totalitarias. Lo importante, sin embargo, es que esas minorías proféticas de choque no confunden el hecho de ser demócrata, que significa aceptar la voluntad de la mayoría, con el plegarse a toda y cualquier idea, liderazgo o programa que, en un momento determinado, concite aplauso general. En términos actuales, diríamos que Maritain pediría una acción que se explique más por un proyecto y menos por la última Cadem.

Maritain no estaba haciendo un elogio masoquista al minoritarismo.

Toda acción política democrática encierra el propósito de captar, ojalá más temprano que tarde, el apoyo de las mayorías. Nadie que esté en política puede sentirse victorioso con el 1%. La acción política no es pura profecía. Ella supone una cierta vocación de poder y la disposición a asumir responsabilidades de gobierno. La cuestión crucial, en todo caso, es que la política de la que habla Maritain, la política del humanismo integral, no hace del éxito rápido o inmediato la única medida de valor. En términos que cualquier viejo falangista entenderá, la política de la que habla Maritain sabe que el camino a un triunfo en 1964 tuvo mucho que ver con lo que se sembró en lo que los inmediatistas consideran la derrota de 1958.

Vivimos tiempos rápidos. Pareciera que muchos de nuestros políticos, y la gran mayoría de los comentaristas, ya no están dispuestos a esperar cinco años para ver los frutos de un proyecto o la implantación de un liderazgo nuevo. Para esa óptica, todo lo que no se consigue en un mes, no existe. Es la encuestitis aguditis, una de las más serias enfermedades de nuestras democracias.

Es bueno conocer cuáles son los estados de ánimo de nuestra opinión pública. Siempre habrá algo que aprender de la forma en que, en un momento dado, la ciudadanía responde a distintas disyuntivas o problemas. Lo que resulta empobrecedor es que la política renuncie a su dimensión de liderazgo y educación y se resigne a ser un simple repetir pasivamente los ecos que recogen los estudios de mercadotecnia.

Pocas personas han entendido el corazón de la actividad política tan bien como Weber. Cuando, hace casi cien años, quiso explicar su naturaleza a los jóvenes alemanes les dijo: "La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez". Así es. Pasión y mesura. Para volver a ser mayoría.

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