Peligro de extinción




La forma en que ha ido transcurriendo la discusión en la Nueva Mayoría, que finalmente ha terminado sin primarias presidenciales, dos candidatos a primera vuelta y una incertidumbre a nivel de elección parlamentaria es, probablemente, el peor escenario que la coalición podría haber pensado para terminar el gobierno más reformista de los últimos 27 años. Sí, peor, porque aunque haya quienes piensen al interior de la coalición oficialista que esta es una oportunidad para repensar la política de alianzas tras muchos años de entendimiento, a veces, forzoso, lo cierto es que, en el escenario que esto ocurre, el  riesgo es de proporciones y deja a la alternativa de centroizquierda en peligro de extinción.

Primero, porque al haberse acabado la posibilidad de primarias para el oficialismo y siendo prácticamente una realidad la realización de estas al interior de Chile Vamos y en el Frente Amplio, al menos hasta julio, las alternativas de la Nueva Mayoría estarán fuera de competencia y del interés de la ciudadanía. Y entiéndase bien, no es que las primarias sean una panacea como mecanismo para seleccionar candidatos (porque tienen sus problemas también), pero lo cierto es que el proceso permite confrontar posiciones en y entre las coaliciones, posibilidad que los candidatos de la Nueva Mayoría se van a perder. En tal cuadro, será difícil en estos meses poner luz a la opacidad de candidaturas que no están en la disputa de lo inmediato y habrá que ser creativos para no perder protagonismo.

Segundo, porque si el tema de ir separados es reconstruir un proyecto político donde las identidades estén marcadas, no se ve en el horizonte electoral al menos, la posibilidad de generar un debate que permita reconstruir las identidades de centroizquierda que, por lo demás, pasan por difíciles momentos en distintos lugares del mundo (basta ver países como España o Francia). Repensar el proyecto de centroizquierda en Chile es una tarea que se ha postergado por mucho tiempo y que necesita un sinceramiento de las posiciones que trascienda la pura lógica electoral, solo así será posible que se produzca el encuentro entre la izquierda y el centro político.

Tercero, porque sin acuerdo parlamentario, lo más probable es que se el resultado pueda beneficiar a algunos, pero en términos de fuerza parlamentaria para constituir gobierno, pero sobretodo oposición, el escenario que se avizora es la fragmentación o atomización, cuestión que podría contribuir a debilitar aún más la constitución de una mayoría sólida o de una oposición con horizonte claro.

Cuarto, esto es también un problema de enorme envergadura para el gobierno. Ahora que la coalición comienza a fragmentarse no existirán los incentivos para ser leales con la agenda legislativa que el ejecutivo se ha planteado para la última etapa. Así, se ponen en peligro iniciativas relevantes y, de paso, añade una dificultad adicional que es la construcción del relato de un gobierno cuyo propósito ha sido permanentemente correr el horizonte de lo posible en Chile que, si bien lo ha logrado, ha sido a costa de una acelerada caída en la aprobación y una dificultad permanente con su coalición.

Probablemente habrá tiempo para encontrar la cadena de acontecimientos que han llevado a este escenario, porque definitivamente no tiene que ver sólo con la decisión de la junta de la DC el pasado fin de semana. Por cierto, es de esperar que el cuadro más catastrofista, esto de llegar terceros a la elección de noviembre y transformarse en una fuerza parlamentaria atomizada, definitivamente no se cumpla. Para ello se requiere mucho cuidado en el lenguaje y en los gestos en los próximos meses.

Nadie ha dicho que no era urgente generar una nueva forma de entendimiento en el proyecto que ha representado la Nueva Mayoría, pero bajo la fricción, la atomización y la desconfianza, es difícil lo que viene por delante.

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