Esta mañana, a solo una semana del fin de la campaña de segunda vuelta presidencial se produjo el debate radial organizado por la Archi. Y al fin pudimos ver a Sebastián Piñera y a Alejandro Guillier recuperar el tono centrado en propuestas, y en establecer sus diferencias no en otra cosa que en las legítimas diferencias que provienen de dos visiones distintas de la sociedad. 

 Dejar atrás el tono beligerante y descalificados es quizás el mayor aporte de este primer debate, la excesiva polarización de las últimas semanas. Menos votos marcados y meterle la mano al bolsillo de los chilenos, y más definiciones concretas y propuestas. También los medios tienen en esto un rol, el quedarse solo en la frase destemplada de turno, que tantas veces invisibiliza una propuesta o tema que cada candidato quería poner en discusión con los ciudadanos. 

Esta moderación en el tono, pone en evidencia algo complejo para ambos candidatos, que las diferencias en propuestas no difirieren tanto como ellos quisieran, solo como ejemplo frente al problema del CAE, donde Alejandro Guillier insiste en usar la palabra condonación para el 40% más pobre, cuando en realidad su propuesta consiste en una suspensión de pago contingente al ingreso. El problema de Guillier y que explica que siga usando la palabra condonación aunque sea erróneo es que porque así su propuesta se parece a la demanda del Frente Amplio en este tema, aunque en realidad su propuesta es casi igual a la que propuso Sebastián Piñera como Presidente el 2012, que los estudiantes y los parlamentarios de izquierda rechazaron. 
Es precisamente que Guillier en cada tema se vea tensionado por acercar sus propuestas al lenguaje del Frente Amplio, sin pasar a llevar sus electores de la Nueva Mayoria ni tampoco enajenar a los más moderados de la DC, lo hizo aparecer indefinido o poco claro. El avanzar desde la generalidad a algo más concreto se le hace un ejercicio difícil cuando no imposible. 
Esto le dio ventaja a Sebastián Piñera que tiene un electorado más ordenado, permitiéndole incluso moverse hacia el centro más moderado en algunos temas, sin generar tanto ruido entre sus partidarios. 
Vuelven a coincidir en la importancia del crecimiento, como eje del desarrollo, aunque la ironía de Piñera a que la izquierda chilena siempre centra en la mala suerte con los precios de los comodities como el cobre, las razones de su mal desempeño en esta materia. Sin duda que es positivo que ambas opciones se pongan metas en mejorar el crecimiento aunque siempre la credibilidad en estas materias corre en ventaja para Piñera en la evaluación ciudadana.  
Lo apresurados que muchos de los dirigentes del Frente Amplio tomaron su decisión de apoyar al Senador Guillier, como la mismísima Beatriz Sánchez, los pondrá en una incómoda posición, al ver que ninguna de sus propuestas o exigencias fueron recogidas realmente por El candidato del oficialismo y aún así deberán votar por él. Dejando en evidencia que no fue su programa o cercanía con las propuestas lo que motivó su decisión sino solo el estar contra Sebastian Piñera. 

El debate abrió una oportunidad de recuperar el sentido de la campaña de segunda vuelta, de que fueran los problemas de los chilenos y no las peleas intrascendentes entre los candidatos lo que dominará la agenda. De ellos depende que este tono se mantenga y proyecte, desterrar el lenguaje del odio y que sean las diferencias programáticas y las capacidades de los candidatos quienes inclinen la balanza en esta última semana de campaña.