Política, cultura y educación




Con preocupación veo cómo pasan los días y las campañas políticas se están limitando a suscribir promesas sin entrar nunca en temas de fondo, salvo en los económicos. Si uno se encuentra con candidatos en campaña, se quejan de que los periodistas sólo les consultan por los dimes y diretes de la contingencia y que les cuesta hablar de sus propuestas. Habría que revisar si tienen razón. Tengo la impresión de que sí, por lo menos en parte. Una facción del periodismo está actuando de manera obsesiva en escarbar aquello que no tiene otro valor que generar fricciones entre las partes involucradas en la elección.

Lo curioso es que a la mayoría de las personas poco les importan las palabras lanzadas al viento con buenas o malas intenciones. Más bien creo que muchos estamos esperando pronunciamientos sobre asuntos cruciales para el futuro inmediato. En mi caso, por mi trabajo de editor, me asaltan dudas respecto de cómo las propuestas de los candidatos lograrán sellar un      vínculo entre la educación de calidad, que pedimos todos -y los jóvenes a gritos-, y la cultura, que es su sustrato. Es clave saber cómo los distintos proyectos políticos han diseñado sus propuestas en este ámbito, pues no podemos seguir siendo uno de los escasos países en vías de desarrollo con impuestos a la cadena de producción de los libros. Lo digo sobre todo por si queremos cambiar los hábitos de lectura, en especial de los profesores y alumnos. Estamos asistiendo a una serie de demandas por mejorar la calidad de lo que sucede en las aulas y fuera de ellas, sin embargo, no hay alarma ni desvelo visible cuando constatamos lo mal que estamos en los índices de comprensión de lectura.

En esa misma línea, tampoco sabemos cuántos recursos cada candidato ha pensado inyectar y de qué manera está empeñado en subir el estándar cultural de la ciudadanía. Tenemos museos aún sin reparar, que no tienen dinero para pagar seguros. De ahí que no lleguen muestras internacionales. La reconstrucción del Teatro Municipal no se ha terminado y no se escuchan voces dispuestas a colaborar con recursos. Desaparecen teatros, agonizan decenas de editoriales y nadie se inmuta. Es imprescindible saber cómo lo harán los políticos para que no sólo los advertidos tengan acceso a las distintas áreas del arte, la historia y el pensamiento. Estas disciplinas conforman parte esencial de lo que consideramos digno de enseñarse y de aprender, y por lo tanto, no pueden continuar circunscritas sólo a los que tienen los medios para llegar a ellas. Disfrutar del placer que proporcionan los bienes culturales tendría que ser considerado un derecho equivalente a la educación de calidad y universal.

Falta poco más de un mes para las primarias presidenciales y sería pertinente escuchar preguntas en esta dirección para que los candidatos expresen sus proposiciones detallada y directamente. Es complejo votar por personas que aún no han dado testimonio de lo que piensan de la educación y cultura. Es urgente que los que desean ser presidentes dispongan de ideas más que gestos e intenciones sobre estas cuestiones.  No olvidemos que las artes y la cultura son una radiografía de lo que nos sucede.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.