Presidenciales 2017: la tragedia griega




Afirmé en una entrevista reciente que la elección presidencial estaba perdida para las fuerzas de centro y de izquierda si todo seguía igual de aquí al 19N. Propuse que si todos estábamos de acuerdo en que el triunfo de la derecha parecía inevitable era obligación intentar un desenlace distinto. Afirmé que no podíamos esperar la noche del 19N para buscar la convergencia de cara a la segunda vuelta apoyando al segundo(a) de la primera. Conocedor del episodio del 2009 hice ver algo obvio: la brecha entre la suma aritmética puede ser tan grande como para conducir a una derrota.

El triunfo de la derecha representa una derrota para el conjunto del centro y de la izquierda, incluido el Frente Amplio (FA). La derrota resulta del hecho que objetivamente Piñera constituye una opción real. Mientras que de este lado, la proliferación de candidatos sumada a la aspereza de la campaña hacía imposible que alguno aparezca como verdadera opción. Y que intentar constituirla a partir del 19N en la noche era una ilusión porque en cuatro semanas hasta el 17D no había tiempo para conseguirlo.

Frente la inminencia de un triunfo de la derecha que implica un retroceso social y político, y una regresión cultural, se podría antes del 19N concluir un acuerdo para un gobierno de Nuevo Tipo (no Nueva Mayoría 2) y/o una gobernabilidad transformadora.

En los hechos, hacer de la primera vuelta una gran primaria de la centroizquierda con lo que ello implica: el apoyo automático a quien resulte ganador y una campaña menos confrontacional. Este acuerdo debería estructurarse sobre un núcleo programático básico que ya existe y que podría ser precisado al detalle, acercándonos lo más posible a la metodología alemana de generación de pactos al interior de una coalición, mediante un trabajo programático detallado entre el 19N y el 11M del 2018. Se podría por esta vía palear en alguna medida su dificultad para representar una opción efectiva.

A poco andar llegué a la conclusión que esta propuesta no tiene hoy día viabilidad. Por el lado de la DC se estima que, una iniciativa así dinamitaría el partido y la candidatura de Goic. Por el lado del FA ni hablar: cualquier acercamiento a la NM implicaría un grave enfrentamiento en su interior y un debilitamiento de su candidatura. Prima allí y también en un importante sector de la ex NM la idea que para una recomposición de una fuerza progresista mejor que gane Piñera, porque un gobierno encabezado por cualquiera de los otros constituiría un anestésico que impediría una transformación profunda de las fuerzas políticas. Solo ME-O podría tener una actitud distinta. Es su mérito haber insistido durante meses en la unidad de todas las fuerzas de centro e izquierda como única posibilidad de cerrarle el paso a un triunfo de la derecha. Con bastante razón aduce hoy que al no ser escuchado se ha visto obligado a competir en el marco desregulado actual. Y por su lado, los presidentes de los otros partidos que componían la NM están más bien preocupados de sus propias campañas.

En síntesis, cada fuerza política se siente, por razones exclusivamente internas, obligada a seguir un camino que se sabe conduce al triunfo de la derecha, pero no puede actuar de otra manera poniendo por delante el interés general. Esto es lo más parecido a una tragedia griega.

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