Riesgo moral en salud




EL PROBLEMA del riesgo moral es bien conocido en economía: tan pronto como se contrata un seguro, las personas cambian su comportamiento respecto del riesgo cubierto.

En salud, el riesgo moral puede asociarse a pacientes utilizando más servicios médicos en la medida en que sus isapres cubren dicho uso. Las isapres, por su parte, tratan de evitar el dicho riesgo forzando a que los afiliados paguen una parte de dichos costos, sobre todo a partir de copagos.

Bien diseñados, estos mecanismos limitan el riesgo moral y hacen que los asegurados, que asumen parte del costo, realmente demanden prestaciones médicas cuando verdaderamente las necesitan. Dentro del sistema privado de salud en Chile, nada de esto se cumple.

Por el contrario, existen fuertes incentivos al riesgo moral que llevaría al uso ineficiente de recursos médicos y presionaría los costos de la salud hacia arriba, lo que explica aumentos de primas, judicialización y demás problemas.

Según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) 2015, un 47% de las personas que están en ISAPRE tienen seguros complementarios de salud.

La misma Casen indica que dentro de los beneficiarios de Isapre (un grupo fuertemente concentrado en el 20% de mayor ingreso de Chile) los que poseen seguros complementarios realizan un 36% más de visitas a especialistas, se realizan un 14% más de exámenes de laboratorios y un 37% más de rayos X y ecografías, que los que no poseen estos seguros.

¿Existe alguna razón para que dentro de los que tienen Isapre, el grupo con seguros complementarios tenga tanta diferencia de uso respecto del otro? Cuesta creer que esto responda a razones sanitarias.

No parece plausible que el grupo que tiene seguro complementario tenga una salud tan deteriorada respecto del otro como para usar tanto más de algunas prestaciones.

No hay diferencias de sexo, edad o estado de salud que explique este mayor uso. ¿Cuál es la razón entonces? Simple: el riesgo moral. Los seguros complementarios, algunos de ellos ofrecidos por las mismas clínicas, bajan fuertemente el pago que tienen que hacer los usuarios que, de esta manera, se muestran dispuestos a realizarse análisis de laboratorio, rayos y ecografías que, tal vez, no se realizarían si no tuvieran dichos seguros.

Para las clínicas, incluso las que ofrecen estos seguros, es un negocio redondo porque el mayor uso compensa el costo que enfrentan sus seguros por estas prestaciones adicionales.

Resulta inaceptable que las autoridades regulatorias ni siquiera se hayan fijado en este problema.

No se necesita una reforma de salud radical al sector privado, que este gobierno no hará, para ponerle un poco de racionalidad a este sector y tratar de impedir los costos crecientes que enfrenta.

Sólo se necesita que las autoridades responsables de su fiscalización lo hagan de manera efectiva y que modifiquen la naturaleza de estos seguros, cambiándolos a seguros suplementarios (es decir, seguros que cubran prestaciones no cubiertas en el plan de Isapre, pero que no puedan reducir los copagos establecidos por las isapres).

De otra manera, la espiral de costos crecientes y la irracionalidad económica y sanitaria seguirá dominando a los actores de este sector.

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