Secretos a voces




Como con todas las discusiones-tongo generadas en nuestro país, no queda claro cuál sería el tremendo "secreto" que quieren levantar, guardado supuestamente por la Comisión Valech I. Dicha comisión cumplió una función importante aunque estrictamente informativa.

No estuvo facultada para ejercer como órgano jurisdiccional, de modo que lo que pudo haber recopilado tendría, a lo sumo, un valor testimonial: probatorio, ninguno. Tampoco es que haya calificado delitos o atribuyera responsabilidades (ni siquiera sirvió para recoger denuncias formales). En fin, no es que por cuenta suya crímenes hayan quedado impunes, sino que en Chile basta con que alguien acuse y reclame para que ello equivalga a sentencia condenatoria. Y si también le lleva papel sellado y timbre (de una comisión de gobierno nada menos), el asunto queda, además de oleado y sacramentado, listo para su ejecución. ¿Eso lo que buscan?

¿Lo que ya se sabe? ¿Alguien duda que la información recabada no anda circulando hace rato? Después de la publicación que hiciera WikiLeaks, de 250 mil documentos filtrados del State Department en 2010, nadie cree que subsistan secretos de Estado. Jenifer Hart, la mujer del gran filósofo legal, H. L. A. Hart, lo dijo a su manera brutal de honesta: en Oxford se entiende por secreto "algo que se le dice a una sola persona a la vez" (tras lo cual medio mundo se entera). Ella era historiadora, y Oxford, como todo pueblo chico, vive de chismes; por eso quizá ha producido óptimos historiadores.

Lo que no significa que los libros de historia sean mejores porque consignan una mayor información documental y hagan "noticia". Yo nunca he leído un libro de historia bueno basado en material "desclasificado"; los que desentierran datos "de archivo" son francamente aburridos aunque la prensa los celebre como hallazgos únicos. Algo les falla o no aciertan. Naufragan en un mar de detalles y pierden el sentido de conjunto. De igual manera que los actuales estudiosos del imperio romano aunque sepan más datos no superan a generalistas de los siglos XVIII y XIX, a Edward Gibbon y Burckhardt desde luego.

Entendámonos: noticias e historia podrán parecerse pero son géneros distintos, e información de lo que pasó en Chile entre 1973 y 90, más lo que sobra que lo que se ha sabido procesar. Me puedo imaginar los efectos si el proyecto del "luchador social" y candidato Hugo Gutiérrez hubiese prosperado. Se habría procedido a abrir los archivos, mandado a circular una cantidad de información ya conocida (los datos los "custodia" el Instituto Nacional de Derechos Humanos), y vamos sacándole punta al lápiz, morbo voyerista mediante. Cuando lo que de verdad se precisa seguirá en veremos: comprender por qué ocurrió lo que sucedió, y por qué aún no aparece el historiador lúcido capaz de entender y explicarlo.

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