Segregación política




En un reciente debate el vocero del comando de Michelle Bachelet, Álvaro Elizalde, hizo hincapié de que la desigualdad no es solamente económica, sino que afecta a los derechos. No todos los ciudadanos de Chile tienen el mismo derecho a aire y agua limpia, a transitar por las calles sin temor, a controlar su cuerpo, a una educación de la misma calidad, a casarse, o a ser reconocidos constitucionalmente como una nación. Esa desigualdad lleva, a la vez, a distintos tipos de segregación. Las diferencias en los barrios, los colegios, los centros de atención médica, e incluso las carreteras pagadas o liberadas de pago son realidades tan comunes que casi no nos llaman la atención. Pero en vísperas de la conmemoración de los 40 años del golpe de estado, sí llama la atención otro tipo de segregación; aquella que nos mantiene divididos durante cuatro décadas, y más.

Las declaraciones del Presidente de la República en diversas entrevistas han sido bastante extraordinarias y deben ser aplaudidas. Pocas veces se ha escuchado a alguien que representa un partido de derecha en este país tratar los hechos del 11 de septiembre de 1973, y el período que lo siguió, con las palabras que usó el Presidente Piñera. Sin embargo, en vez de tomarlas como un piso desde el cual se pudiera construir un discurso nuevo y moderno, y así dándole una nueva fuerza a una campaña que según la encuesta CEP esta en serios problemas, Evelyn Matthei se esconde detrás de la excusa de la juventud (al mismo tiempo que insinúan motivaciones nefastas a la 'decisión' de la joven Michelle Bachelet de irse a vivir a la RDA).

<em>Pero por el otro lado, en vez de tomar la invitación a participar en la conmemoración como un acto simbólico de la recomposición de la vida republicana, la Nueva Mayoría anunció que organizaría su propia ceremonia.<strong> Después de cuatro décadas, vivimos una segregación política.</strong></em>

Tal vez, dada la fecha, el año, el timing, éstas dos candidatas son las peores posibles. Junto con los documentales en la televisión que muestran horripilantes imágenes que hasta el momento han estado prohibidas, cada mención de los apellidos de las candidatas van cargadas de significado. Esta elección presidencial se ha 'oncificado'. Era, tal vez, inevitable. Por eso mismo, el mundo político tuvo una gran oportunidad, y solo unos pocos, como el Presidente, o el senador Hernán Larraín, supieron qué hacer con ella. Para las campañas, a lo mínimo, el 11 de septiembre les ofreció la oportunidad para crear un contexto. Evelyn Matthei, preocupada de mantener el apoyo de su base política, optó por el argumento de la juventud. Por el otro lado, la Nueva Mayoría optó por la autoexclusión. Todo, en familia.

 El mensaje es que existen, aún, dos visiones, dos pasados, y por ende, dos futuros distintos. Lo curioso es que la idea de que el pasado condiciona el futuro es el mismo al que, en ámbitos como la desigualdad o la educación, la Nueva Mayoría dice oponerse. La coalición que se opone a la segregación en la educación o la salud se auto-segrega. Los partidos que no quieren que el lugar donde uno nació determine el éxito, se mantiene, políticamente, donde nació. Se entienden las razones. Hay miles, como hay miles de personas que han tenido que transitar por las calles sin saber si ese día se topará con su torturador. No podemos juzgar la actitud de las victimas. Pero la clase política tiene que operar con otros estándares, con visión de estado. Como dijo un político israelí, no se negocia la paz con los amigos.

 La transición a la democracia no fue más que un proceso de regreso, gradual, a una institucionalidad política que llamamos democracia. Algunos buscarían en la transición otras cosas: o la reconciliación, o tal vez la justicia, o solamente la verdad. Vista desde esa perspectiva la transición ha fracasado. El problema es que es difícil separar ambas cosas – la normalización institucional, que ha sido un éxito – con la normalización de la relación cívica. A cuatro décadas de los hechos, la clase política aun no es capaz de reunirse para conmemorar, juntos, una tragedia nacional por la cual ella misma tiene parte de la responsabilidad. Tal vez faltan diez años más.

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