Semáforo en rojo




LA DECISIÓN que el Partido Socialista tome hoy será crucial para el desenlace de la estrategia con que la Nueva Mayoría enfrente las próximas elecciones presidenciales. Después de un errático cuando no bochornoso periodo, habiendo en dos ocasiones ratificado la realización de una consulta a las bases para decidir su abanderado, finalmente será el Comité Central quien hoy domingo opte entre dos personas que no militan en dicha tienda política: me refiero a Guillier y Lagos. En el camino quedó la candidatura de Insulza y Atria, los que sintiéndose engañados (es muy grosero el chilenismo de uso habitual para estos casos) optaron finalmente por dar un paso al costado.

Si hoy se unge a Ricardo Lagos, el expresidente habrá conseguido aquello que le ha sido tan esquivo, y que consiste en poner detrás de su candidatura a los dos partidos con los que siempre tuvo una relación histórica. Además, obviamente constituiría una inyección de energía para una aventura que ha tenido más de agraz que de dulce, renovando el entusiasmo de sus partidarios y seguidores.

Adicionalmente, optar por Lagos contribuye a consolidar el proceso de primarias en el oficialismo, manteniendo la competencia entre tres aspirantes, donde al menos para esa instancia el apoyo y estructura de los partidos políticos será relevante. Lo que restaría por dilucidar, es cuánto se mueve la aguja electoral con este movimiento y si resulta lo suficientemente significativo para alterar las actuales tendencias.

Pero si el Partido Socialista elige a Guillier, el cuadro podría cambiar sustancialmente. Por una parte, y como ya lo han insinuado varios, dicha decisión forzaría una anticipada renuncia de Lagos, quien no parece estar dispuesto a competir si la tienda política que lo cobijó por tantos años finalmente le diera la espalda. Por la otra, y con el expresidente fuera de competencia, a la Democracia Cristiana le quedan pocas razones para mantener su compromiso con la elección primaria, transformándose la primera vuelta presidencial en una alternativa razonable; lo que no solo le daría más tiempo a Goic, sino también le permitiría -al menos inicialmente- disputar el voto más moderado con Sebastián Piñera. En dicho escenario, lo que bastaría por resolver es si existe, o no, la posibilidad de mantener un pacto electoral parlamentario común, con una o dos listas, lo que optimiza la representación de la falange, siempre a cambio de un gesto más explícito para con el futuro de la Nueva Mayoría, o al menos con el compromiso de su voto para la segunda vuelta.

En efecto, sigue siendo muy probable que la oposición se haga con el gobierno y que Bachelet por segunda vez le entregue la banda presidencial a Piñera. Y es justamente por esa razón que los partidos del actual oficialismo miran con atención al Congreso como un refugio para el invierno que se les avecina, siendo significativa la sobrevivencia de la Nueva Mayoría, y en especial su lista parlamentaria, aunque sea hasta la noche del 19 de noviembre.

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