Sin novedad en el Frente




Al parecer, el progresismo de centro y la izquierda desatada están teniendo problemas, y no solo en Chile. En el último número de la revista The New Yorker, publicación progresista, viene una reseña sobre la conveniencia de las protestas como vías de cambio ("Is There Any Point to Protesting?" de Nathan Heller) en torno a una serie de libros recientes, escépticos de esta manera de hacer política. Sostiene Heller que, aunque un gran número de personas salga a las calles y se manifieste -e.g., contra la guerra en Iraq, los Occupy Wall Street, o la Marcha de las Mujeres de enero 2017- el efecto a la larga resulta poco alentador. ¿"Teatro social" para que los manifestantes se sientan "virtuosos, útiles y en lo correcto"?, se pregunta. En efecto, tres de cuatro republicanos continúan respaldando a Trump, al grueso de su electorado aún no le asaltan dudas, y el personaje, se le abomine o no, sigue siendo presidente.

Si podría discutirse incluso el éxito de movilizaciones emblemáticas como las de derechos civiles y contra la guerra de Vietnam de los años 60; más provechosos habrían sido los canales políticos convencionales que vinieron después. La mera capacidad de convocatoria -hoy día mediante redes sociales que además amplifican expectativas imposibles ("folk politics" a modo de pasatiempo y droga recreacional)- no bastaría; en esa misma línea, el ministro Valdés, refiriéndose a la crítica de las AFP, ha dicho: "no podemos darles el gusto a todos los gritones". Entre las causas que estarían exacerbando estas apuestas puramente testimoniales y contestatarias se menciona la inflada importancia atribuida a los movimientos sociales por activistas e historiadores de izquierda. En fin, se necesitan menos marchas y más alcaldes, concluye uno de los libros tratados.

¿De ahí que sea válida una opción como la del Frente Amplio?, podría preguntarse uno aterrizando el asunto a nuestra experiencia local. En principio sí, si no fuera que el FA no está dando el ancho. Sus operadores siguen pegados a prácticas y lógicas gastadas que por años hemos visto en nuestras universidades con sus federaciones hidras, voluntarismos maximalistas, pendencias, máquinas y canibalismo cismático. La de ellos nunca ha sido una convivencia pacífica interna; rara vez lo es habiendo sectas que compiten por quién es el más fiel al absoluto que persiguen. La Surda y los Autónomos son maestros de la intriga (cuando es dirigida contra sí mismos, hasta se superan), y a Revolución Democrática se le ha imputado oportunismo y traición en repetidas ocasiones; Bachelet nada menos, con motivos de sobra para cobrarles cuenta, les recordó su filiación materna. Lo de la paternidad sea quizá más turbio; según cómo se haga el análisis de ADN, los del FA descienden o de la Nueva Mayoría o la antigua Concertación.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.