Solidaridad: buscando la salida




Desde el año 2011, se ha instalado en nuestro país la idea de que estamos enfrentando una crisis política. Para muchos, fenómenos como éste u otros semejantes, son consustanciales a la vida social, por ello, lo grave no es su existencia sino la incapacidad para conducirlos. Todo pasa, entonces, por leer bien el momento y conducir la salida.

Un sector no menor de la izquierda ofrece como respuesta una crítica radical al sistema de mercado, bajo la idea que hacia él se dirige el descontento social. Sin embargo, no son pocos los datos que sugieren que la molestia responde a cuestiones más complejas. El problema no sería con el consumo ni con la posibilidad de acceder a ciertos bienes, sino con el hecho de que dichos bienes ya no otorgan el reconocimiento social que se esperaba (por ejemplo, la educación). La insatisfacción, por lo tanto, no es ni contra el mercado -como mecanismo para distribuir ciertos bienes- ni contra las cifras "duras" de la economía, sino que sería más bien uno de aspiraciones y propiamente espiritual, es decir, un problema político.

Por otra parte, la pérdida del sentido de comunidad que ha corrido pareja con el proceso de modernización chileno ha exacerbado este malestar. En esta línea, hace no mucho tiempo, un personaje social se preguntaba cómo podían sentirse parte de una misma sociedad personas que viven en comunas con índices de calidad de vida de países europeos y otras con niveles similares a países africanos –no obstante pertenecer incluso a la misma ciudad–. ¿Qué razón habría para sentirme compatriota con quien no comparto mucho más que los triunfos –ahora quizás tristezas– de nuestra selección de fútbol?

Frente a esta encrucijada, la idea de la solidaridad y su formulación como principio político aparece como un complemento necesario para abordar la discusión. La solidaridad es la idea de que la interdependencia social hace imposible alcanzar el desarrollo individual aisladamente y sin considerar el bienestar social. De hecho, es al revés: nuestro pleno desarrollo sólo es posible en comunidad. Por ello, debemos buscar aquellos espacios que fomenten dicha colaboración, revirtiendo la tendencia de las sociedades modernas al aislamiento.

Al incorporarlo discursivamente a sus campañas presidenciales, pareciera que la derecha ha acogido la solidaridad como principio político.  Si el hecho de que Sebastián Piñera haya formulado este principio como uno de sus cuatro ejes programáticos constituye o no un avance, dependerá en gran medida de cómo se vayan articulando sus propuestas. 

En esta línea, y para responder al desafío actual, el día de ayer, desde IdeaPaís lanzamos el libro colectivo "Solidaridad: política y economía para el Chile postransición" con la intensión de profundizar y también reformular dicho principio al país en que vivimos. Por eso, las miradas no están puestas sólo en los aspectos teóricos de la formulación de dicho principio, como su justificación e interacción con otros principios como la subsidiariedad, la justicia y la libertad, sino que se extiende a aspectos políticos y de política pública. Por ejemplo, se aborda su aplicación a la política medioambiental como componente correctivo cuando fallen los análisis preventivos o establece cierta solidaridad en el Plan Básico de Isapres con el fin de eliminar las preexistencias y la cautividad de los usuarios al asumir conjuntamente ese riesgo, entre otros temas.

Así como excluir la Solidaridad como principio político en base a prejuicios sería un error, esgrimirlo con fines puramente publicitarios sin tener intención de aplicarla ni enriquecer su contenido terminará por enterrar definitivamente una idea que ha generado suspicacias por el solo hecho de ser mencionada. Mal que mal, quienes se han atrevido a volver a lanzarlo en la discusión pública fueron tildados indistintamente de extremistas, moralistas, izquierdistas, totalitarios o hasta tontos. Por el contrario, su genuino desarrollo y aplicación podrían ser las primeras luces de una salida a nuestra crisis política actual.

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