Soy tonto, ¿y qué?




Soy un genio muy estable, dijo Donald Trump para responder a Michael Wolff, el autor del libro Fire and Fury, donde se cuestiona su salud mental y su capacidad para ser presidente. "A lo largo de mi vida, mis dos grandes activos han sido la estabilidad mental y ser realmente inteligente. Pasé de ser un muy exitoso hombre de negocios, a una estrella de televisión y a Presidente de los Estados Unidos en mi primer intento. Creo que eso me califica no como inteligente, sino como genio; un genio muy rentable", agregó el Mandatario.

Confundir el éxito con la inteligencia, peor aún, con la genialidad, no es un problema solo de Trump, sino algo bastante arraigado en los tiempos que vivimos. Emmanuel Carrere, en su libro El Reino, lo describe en forma brutal, al señalar que todas las sociedades modernas están organizadas en forma piramidal: "En la cima, están los importantes: los ricos, los poderosos, los bellos, los que todo el mundo mira. En el medio, los ciudadanos de a pie, que son la mayoría y a los que nadie mira. Y, por último, en la base, están los que incluso los del medio miran satisfechos por encima del hombro: los esclavos, los tarados, los pobres diablos".

Bajo este concepto, Trump está en la cima, qué duda cabe. A falta de un atributo para llegar allí, tiene dos: primero fue rico; ahora es poderoso. Para ser perfecto, solo le falta ser bello, algo que sería un trabajo difícil, pero no imposible en estos días.

Con todo, el caso del actual Presidente de los Estados Unidos es especialmente interesante porque, para muchos, es la prueba viviente de que tener éxito y estar en la cima de la sociedad no es sinónimo de inteligencia. Es cierto, han existido infinitos casos anteriores, pero Trump es demasiado vistoso, tanto que Wolff, que en su libro recopila el testimonio de muchos de sus colaboradores, afirma sin piedad que "todos dicen que es un imbécil, un idiota".

Claro, esto ya suena a la venganza de los nerds, concepto que dicen tiene su origen en el prestigioso MIT y que pretende describir a tipos inteligentes, pero medio marginales, tímidos y solitarios. Una suerte de genios locos, sin habilidades sociales, y que aparecen como perdedores en los tiempos modernos.

Probablemente, la realidad no es ni una ni la otra. Calificar a la gente de tonta o inteligente, es algo muy reducido y deja a la mayoría sin espacio. Hay en el medio de aquello un grupo, que hoy la lleva, y que se puede calificar de tipos listos o rápidos, los que se mueven con mucha habilidad en el tejido social. Están lejos de los intelectuales, pero son los que mejor aprovechan el sistema.

Trump tiene mucho de esto. Es exitoso, pero no por eso inteligente. Es una suerte de tonto listo. Por eso hoy, cuando cumple un año en el poder, en vez de aparentar ser un genio, podría hacer su provocación final y darse el lujo de decir: soy tonto, ¿y qué?

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