Terremoto en Francia




EL RESULTADO de las elecciones francesas del pasado 23 de abril ha traído calma. El riesgo principal ha sido conjurado. El triunfo presidencial de la extrema derecha encabezada por Marine Le Pen aparece ahora más como pesadilla que como posibilidad real. Se salvó la República.

Pero no hay que equivocarse. No se trata de la vuelta a la normalidad.

Aunque aportan tranquilidad frente a la posibilidad del cataclismo que generaría un triunfo de la extrema derecha, estos resultados representan un terremoto de gran intensidad para el sistema político. La eliminación de las dos principales fuerzas del país de la competencia presidencial, marca un deterioro violento del esquema de representación vigente durante los últimos 50 años. En conjunto, republicanos y socialistas apenas reúnen un 26 % del electorado.

Para el socialismo el balance es devastador. Benoit Hamon, el candidato electo en primarias, apenas obtuvo un 6% de la votación. La lucha al interior de la izquierda fue cruenta y la ganó ampliamente Jean-Luc Mélenchon, líder de la France Insoumise. Reconocidamente, este último fue un gran protagonista de la campaña generando entusiasmo y deslumbrando a muchos con su oratoria y enorme bagaje cultural. Pero, al final del día lo que cuenta es que Mélenchon llegó cuarto y el candidato socialista quinto, en consecuencia que una candidatura común de la izquierda habría permitido pasar a segunda vuelta y ganar la presidencia.

No siento ninguna simpatía especial por Macron. Desconfío de los tecnócratas y de los que ven en la política el espacio para hacerse una "pasada" aprovechando condiciones favorables. Me inclino por los líderes que son parte de proyectos de largo alcance, construidos durante años de trabajo silencioso y paciente con muchas idas y venidas.

Pero, hay que reconocerlo: Macron acaba de demostrar audacia y talento para abrirse paso desde la nada a la Presidencia de Francia. El Eliseo está ahí a la vuelta de la esquina. Contará para ello con el voto favorable de más del 60% de los franceses. Su preocupación principal es hoy día otra: ¿cómo hacer para generar una mayoría parlamentaria que lo respalde? Las elecciones legislativas que tendrán lugar entre el 11 y el 18 de junio próximos serán su prueba de fuego. El éxito de su estrategia pasa por generar una nueva configuración política, en la cual se constituya una "mayoría de ideas" que permita sacar a Francia del estancamiento y reimpulsar la construcción europea. Una mayoría así construida no es una alianza partidista al viejo estilo. El énfasis en el programa podría permitir dejar de lado los intereses burocráticos, siempre subalternos.

Francia es un gran país. En muchos momentos su historia ha alcanzado dimensión universal. En las próximas semanas sabremos si la elección de Macron constituyó un cambio mayor o fue simplemente la manera de evitar una catástrofe.

Francia está tratando de encontrar la luz. Por de pronto le ha dado la espalda a las fuerzas que alternadamente la gobernaron durante las últimas décadas. Pero, no se puede quedar allí. Tiene que generar algo nuevo, distinto.Y no le pidamos demasiado. De la noche a la mañana no emergerá una nueva fuerza política armada de toda una concepción del mundo y sus alrededores. En las condiciones tan precarias que enfrenta la política en la actualidad sería un progreso enorme la constitución de una mayoría nueva en torno a un número limitado pero significativo de ideas que permitan salir de la parálisis y recuperar oxígeno.

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