Trump contra Trump




Tres debates intensos y difundidos ampliamente, han evidenciado que los postulantes a la presidencia norteamericana, presentan variados cuestionamientos más que calidades para tal responsabilidad, si se observan desde el exterior. Los duros ataques, acusaciones y agravios recíprocos, han terminado por dañar a los dos, más que potenciarlos. Ciertos o infundados, han creado un clima de incertidumbre y desafección de un electorado que esperaba conocer mejor los puntos esenciales de ambos programas de gobierno, postergados por una campaña mediática concentrada en las debilidades personales y no en las soluciones a los problemas del país y de los ciudadanos.

Entre éstos están, el descontento de grandes mayorías, los bajos salarios, la salud y seguridad, insuficientes, así como otras carencias, que han sido abordadas de manera superficial en las candidaturas. Hillary Clinton propone corregirlas sobre la base de lo efectuado por la administración demócrata de Obama, en líneas generales, pero sin proponer cambios fundamentales. Donald Trump, por los republicanos, ofrece sin mayores precisiones, modificarlos de manera drástica, y responsabiliza a Obama por todos los males y a Clinton por representar el continuismo. Propone revisar o terminar con los acuerdos de comercio exterior, como punto básico indispensable, acusándolos de ser la causa de la nueva debilidad norteamericana. Entre otros los del NAFTA, con Canadá y México, el PTT Transpacífico, e incluido algunos más, que podría comprender el Acuerdo con Chile. Insiste en denunciar los fracasos frente al Estado Islámico, y el deterioro de los entendimientos con Rusia y China, entre muchos problemas internacionales, como la migración, Siria, o relaciones con México y América Latina.

Todos han sido esbozados y tratados superficialmente, para quedar sobrepasados por las confrontaciones personales, y en este campo Trump ha sido el impulsor fundamental, rebajando el debate hasta límites no vistos anteriormente, buscando mantener la iniciativa provocadora que lo condicione. Y en buena medida lo ha logrado, pues el resultado es decepcionante en el tratamiento de los asuntos de fondo, dentro de una campaña muy llamativa transformada en espectáculo, donde se siente cómodo.

Sin embargo, su estrategia provocadora ha sobrepasado los límites habituales y lo muestran perdiendo apoyos y confrontado a sí mismo. La agresividad  y denuncia permanente, que le dio resultados al inicio, ahora lo condicionan y muestran como un postulante errático, conflictivo, que busca contrarrestar las graves acusaciones en su contra, que el ha incentivado, con nuevas y más estridentes aseveraciones, como la salud de su contrincante, o el cuestionamiento de las propias elecciones presidenciales si no es triunfador. Reveladoras de su verdadera personalidad, en desmedro de las calidades de estadista o gran líder político, pues muestra mayor debilidad que fortaleza, y le restan apoyos hasta de su propio sector. En definitiva, un Trump contra Trump.

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