El porqué de una compleja decisión




El viernes pasado venció el plazo para que las instituciones de educación superior se adscribiesen a la política de gratuidad que, por segundo año consecutivo, ha sido establecida por glosa en el Presupuesto de la Nación.

Algunas instituciones -con similares características- han optado por abstenerse y otras hemos adherido. Es comprensible este comportamiento disímil dado que la falta de una política pública integral y permanente sobre educación superior y gratuidad ha obligado a tomar decisiones en base a normativas, datos y supuestos inciertos. La transitoriedad de una glosa presupuestaria anual no permite proyectar un trabajo institucional a largo plazo y, por lo mismo, paraliza el desarrollo de toda institución educativa y es un golpe a avanzar en la calidad educativa de nuestras instituciones como lo requiere el país.

Las razones para adherir o no han tenido en consideración el déficit económico que la gratuidad ha causado a las instituciones que la han co-financiado hasta ahora, pero también se han sustentado en convicciones diferentes y válidas respecto a cómo debe operar un sistema de educación superior moderno. 

En nuestro caso, ha primado el ser coherentes con nuestros valores institucionales, que apuntan a la formación integral de personas y de una comunidad con compromiso con el bien común.  Fue relevante para nosotros adscribir a ella pues valoramos y propiciamos una universidad inclusiva, en que jóvenes provenientes de distintas realidades educativas, socioeconómicas y culturales se encuentren, se valoren, se potencien y se proyecten como comunidad que comparte el sueño de un Chile mejor y más fraterno. La diversidad de nuestros jóvenes, es parte fundamental de nuestra riqueza formativa y académica.

La gratuidad también ha permitido que emerjan otros signos ricos en humanidad al interior de nuestra comunidad educativa. Hemos visto y agradecido el compromiso de los directivos, académicos, funcionarios y alumnos de cursos superiores quienes han podido ver postergados sus legítimos proyectos por un menor flujo de recursos disponibles. A pesar de ello, con convicción y generosidad han seguido alentando a la Institución para continuar siendo parte de la gratuidad. Es precisamente en la incertidumbre y en la dificultad que emerge lo más profundo y rico de la vocación del ser humano. 

El cierre de año es el momento propicio para volver a pedir a las autoridades que se abran a instancias de diálogo profundo, amplio y transparente, basadas en un profundo amor y compromiso con el país y con su gente.  Particularmente es fundamental el que se adecúen los aranceles regulados a la realidad de lo que implica formar a jóvenes futuros profesionales de la calidad que el país requiere.

Que estemos ad portas de un año electoral complejo, no nos debe desalentar pues todos los obstáculos se diluyen si nos enfocamos en lo importante y lo fundamental y si construimos consensos amplios basados en una confianza cívica que urge reconstruir.

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