Una ruka grande




Cuando la institucionalidad no da el ancho, cuando los Presidentes no cumple con sus promesas o cuando los carabineros la hacen de oro cobrando para ser mercenarios, hay dos vías: la rebelión, a través de la desobediencia civil o la negociación.

Muchos creen que el conflicto chileno – mapuche ha durado siglos, de hecho, la propia Presidenta Bachelet dijo hace unas semanas: "es hora de terminar con un conflicto que ha durado casi 500 años". Se equivoca Presidenta, esto no es culpa de Pedro de Valdivia ni de Diego de Almagro, es un conflicto reciente, tiene tan solo 136 años y comenzó cuando el Estado chileno desconociendo tratados firmados con los mapuche e inclusive violando su propio derecho –ver Ley 4 de diciembre de 1866-, ocupo militarmente el territorio mapuche y nos despojó de nuestras tierras.  A diferencia de lo que cree la mayoría, las relaciones mapuche – españolas durante la Colonia, fueron mayoritariamente pacíficas. Al poco tiempo los españoles se dieron cuenta que no podían conquistar a los mapuche, cambiaron su estrategia y negociaron a través de los Koyang, una suerte de Parlamentos de nación a nación, sí, lo mismo que hoy dice el Presidente Liberal Justin Trudeau de Canadá, lo mismo que firmaron maoríes y británicos en Nueva Zelandia, Chile como siempre, tan cerca y tan lejos del primer mundo. En esos Parlamentos se regulaba el libre comercio, la inmigración, la aplicación justicia, el auxilio en caso de ataques, etc., fueron más de 70 los Tratados firmados con los españoles y más de 20 firmados con los chilenos, esos tratados trajeron progreso y paz.

Los mapuche no eran grandes guerreros, la figura del espartano araucano es una fantasía de Alonso de Ercilla, los mapuche fuimos y somos profundamente políticos, diplomáticos por excelencia, tanto así que existen múltiples formas de conversación según la finalidad del encuentro, eso es algo que los Gobiernos no entienden, que otra cosa puede explicar, que a pesar de todas las populistas mesas de diálogo, a pesar de todos los incumplimientos, seguimos intentando dialogar. Es verdad somos escépticos, ¿acaso tú no lo serías?, tenemos muchas cuentas pendientes, pero siempre estamos dispuestos a dialogar, si hasta Héctor Llaitul le ofreció al Gobierno dialogar, sin embargo, no se trata de cualquier encuentro, ni menos de cualquier diálogo. Para comenzar a dialogar, necesitamos reconocernos, nadie dialoga con sí mismo, se dialoga con otro distinto, tenemos decenas de proyectos de reconocimiento constitucional durmiendo hace décadas en el Congreso y aún nos siguen prometiendo que en este periodo sí o sí sale el reconocimiento.

Hace una semana me invitaron a participar en Frutillar de uno de los Encuentros 3xi organizados por la CPC, la ASECH, Empresas B, la Comunidad de Organizaciones Solidarias y el Centro de Innovación UC, honestamente no tenía muchas expectativas, mi interés era conocer las posiciones de los gremios y empresarios, muchas veces tenemos nuestros propios prejuicios y no logramos ver los puntos en común. El formato del encuentro ayudo bastante, permitía conocer, escuchar y dialogar personalmente con a lo menos la mitad de los más de 100 asistentes. No se trataba del típico encuentro en donde se abrazan los mismos de siempre y se intenta convencer a los ya convencidos. Para mi sorpresa existía bastante interés en escuchar, muchos grandes empresarios se dan cuenta que las cosas no funcionan, les dije que debían entender que el conflicto no es ni reciente ni un invento ideológico, se trata más bien de muchos focos de conflicto que se interrelaciones entre sí, pero con diferentes actores, diferentes causas y diferentes demandas, por tal, no existe una solución, sino que múltiples.

El quid del asunto es como abordar esta situación de conflictividad, algunas conclusiones fueron:  reconocer que existe un conflicto; asumir la diversidad del país como un activo; evitar predicar el odio y la confrontación; que el crecimiento no es lo único relevante; que debemos focalizar en iniciativas concretas que permitan recuperar la confianza; que debemos reconstruir nuestra comunidad, entre muchas otras buenas intenciones. Difícilmente alguien se podría negar, no obstante, el problema es pasar de la voluntad a la acción, dejar los discursos bienintencionados y cambiar nuestros paradigmas, para esto no hay recetas mágicas, no hay ninguna solución para todos los conflictos, si alguien les ofrece lo anterior, corran, es un populista.

Recuerdo el relato de un sacerdote Jesuita de Tirua, que dijo que visito a un Longko que no creía en la iglesia, que regañaba contra ellos por su responsabilidad en el conflicto, sin embargo, este igual lo recibió en su casa, le sirvió mate, mientras lo retaba y retaba, le seguía sirviendo mate. De eso se trata, tenemos un conflicto que duda cabe, tenemos muchas cuentas pendientes, ellas no prescribirán con el tiempo, tenemos que salir de nuestra zona de confort, mirarnos a la cara, conocernos, escuchar, dialogar, regañar y consensuar, seguir dialogando, esa es la única manera de salir adelante y construir un país para todos. También, pude conversar con uno de los herederos de uno de los grupos económicos más antiguos y poderosos del país, le pregunte como abordaban el conflicto, me dijo que habían intentado diferentes formas, pero que ninguna había resultado, le pregunte quien iba a los encuentros, me dijo que gerentes o asesores, le pregunte y porque no vas tú u otro de los dueños de la empresa, se quedó pensando. Le dije que gran parte de las mesas de dialogo de las últimas décadas han fracasado porque el Gobierno pretende que unas pocas personas, que no se conocen, que son designadas a dedo o que no tienen competencias para obligarse a cumplir lo pactado, intentan resolver un conflicto de más de un siglo en un par de meses. Todos los Gobiernos la misma historia.

Debemos dejar de mirarnos el ombligo, hay muchos países en el mundo que han tenido conflictos interculturales iguales o peores que el nuestro y han podido establecer los cimientos de relaciones interculturales estables, debemos ser prudentes, los conflictos nunca se acaban, cuando existe diversidad cultural, siempre se pueden esperar discrepancias, la diferencia está en cómo las abordamos, pueden seguir enviando mercenarios que buscan hacerla de oro, o pueden atreverse a dialogar, sin paternalismo, sin intermediarios, face to face, eso que resulto hace siglos, es probable que vuelva a funcionar hoy. La paz llegara cuando seamos capaces de dialogar pueblo con pueblo, como decía Manuel Aburto Panguilef de potencia a potencia, solo así podremos construir una ruka grande, solo así podremos construir un país para mapuche, para chilenos, para rapanui, para haitianos y para todos.

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