Unfinished Plan: notable documental




Si la pregunta es por qué el documental Unfinished plan está entre los mejores estrenos de este año, la respuesta debería estar en que se trata de una película que tiene mirada. Se dirá que esto es una obviedad y que sin mirada no habría película. Pero la verdad es que no es ninguna obviedad y que estamos llenos de documentales que acumulan imágenes tras imágenes sin ningún eje ni dirección. Es más: lo que separa a esta notable realización de la caterva de reportajes o documentales musicales que hoy circulan por la televisión o el mundo digital es que tiene punto de vista y que se aparta de la consabida historia cronológica del chico con talento que con su esfuerzo llega muy arriba en su carrera. En un género donde por lo demás es frecuente que las imágenes se prodiguen a destajo, esta cinta sigue el camino inverso y apuesta por lo estrictamente necesario, es decir, por la precisión.

Dividido en tres capítulos y un epílogo, este documental dirigido por Rodolfo Gárate, más que el repaso de la vida de un rockero, es una historia de pérdida y recomposición. Estando asociado en Los Angeles a uno de los vértices más encendidos del rock estadounidense de los años 80 y 90, el guitarrista Alain Johannes mantuvo con la cantante y tecladista rusa Natasha Schneider una extraordinaria relación profesional y afectiva tanto arriba de los escenarios como en la vida real. Se complementaban, se querían, fueron felices y representaron un foco de estabilidad en un medio donde la infidelidad y la liquidez afectiva no tienen nada de excepcional. Luego de trabajar con distintos músicos y bandas, él y ella pasaron en los 90 a constituir el núcleo duro de Eleven, que es la banda donde posiblemente mejor se desplegaron y donde habrían alcanzado, en función de los testimonios rockeros convocados por el documental, entre otros el del recientemente malogrado Chris Cornell, vocalista de Soundgarden, grados de inspiración fronterizos con la conexión mística. La fiesta les duró unos 20 años y terminó el día en que ella le detectaron un cáncer. Murió el año 2008 y la experiencia, que truncó muchos planes, fue devastadora para Johannes.

El planteamiento del documental es que el músico se recompuso desde el rock y desde su esfuerzo por recuperar sus ancestros chilenos. Johannes es hijo de quien fuera uno de los íconos de la nueva ola chilena, Danny Chilean. Prácticamente nunca lo conoció porque su madre, Rommy Wells, hermana de Peter Rock, se lo llevó casi guagua a Estados Unidos. A partir del 2010 comenzó a venir a Chile, tuvo un encuentro con su padre, que la película registra con emoción, y conoció a un hermano chileno del que tampoco tenía noticia. Una hermana gringa de Johannes dice que la música y estas experiencias lo salvaron.

Es conmovedora y grandiosa esta película. Cumple con estándares donde el género no siempre califica. Cuenta una historia, perfila un personaje, entrega información, ayuda a entender un mundo que se vuelve entrañable incluso a quienes se nos escapan muchas de las oscuridades del rock. Y deja flotando preguntas pertinentes, no sólo sobre las fatalidades de la vida, sino también sobre los misterios del éxito. Superdotados, queridos, respetados y admirados por sus pares, Johannes y su mujer estuvieron en la quemada, en el borde del estrellato, pero el éxito -el éxito a escala rockera, masivo, atronador y global- no se les dio. Es lícito, por lo mismo, quedarnos en la conjetura -cruel y especulativa, misteriosa e interminable- de qué fue lo que les faltó.

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