¿Valió la pena?




ES UN lugar común utilizar la expresión "pato cojo" para referirse a la pérdida de relevancia que experimentan las administraciones el último año de su mandato. Y este gobierno no ha sido la excepción. Más todavía, después de un largo y sostenido período de baja adhesión ciudadana en las encuestas, sumado al evidente deterioro y descomposición que también experimentan los partidos oficialistas.

"No será fácil", decía Michelle Bachelet en su primer discurso como candidata electa. Y vaya que no lo fue. A la previsible resistencia que generarían un conjunto de reformas que cuestionaban poderosos intereses, largamente arraigados por cierto, se sumó un equivocado diseño político, cuya tardanza en reemplazar a sus principales protagonistas quizás contribuyó a que el daño fuera irreparable. Más todavía, fuimos testigos de demasiadas y cruentas tragedias naturales, a las que debimos sumar los terremotos políticos, siendo el caso Caval una daga que dejó una profunda herida en este gobierno, pero muy especialmente en la primera Presidenta mujer de nuestra historia.

Y justamente comparando el primer y segundo período de Bachelet, es que siempre me he preguntado cómo contestaría ella a la pregunta de si valió la pena. En el relato oficial, sus colaboradores han insistido en la idea de que se corrió el cerco, iniciando un proceso que cuestionó y modificó supuestos que antes parecían verdades irrefutables, para transitar ahora y de manera irreversible hacia una sociedad más justa y solidaria. E incluso haciendo mía esa afirmación, pese a que muchas veces he sido un duro crítico de este gobierno, me parece que la respuesta a dicha pregunta sigue siendo "depende".

En efecto, depende de si este gobierno logra aprobar tres leyes que están en el corazón de lo que Bachelet intentó representar. Primero, el proyecto donde se consagra la gratuidad en la educación superior, pues simboliza la esencia de la igualdad de oportunidades; y la promesa de que el mérito, el esfuerzo y el talento -y no la cuna- serán lo relevante para un futuro de progreso individual y colectivo. Segundo, el proyecto de educación pública, quizás la iniciativa con la que tuvo que haber debutado este gobierno, haciendo carne el compromiso de un país y sus instituciones por una real alternativa para todos esos jóvenes y familias que no han podido pagar el alto precio para acceder a la calidad. Por último, el proyecto de aborto en tres causales, pues no solo es un reflejo de los profundos cambios que ha experimentado nuestra sociedad; sino que, tal como está descrito y acotado, refleja la comprensión y compasión que una comunidad debe tener frente a la dramática realidad que muchas mujeres enfrentan.

No sé si este gobierno y su coalición todavía tienen la fuerza y una mayoría para aprobar estas iniciativas. Pero sí sé que es el momento de tomar una decisión, ahora y no después de las elecciones, dando la cara y fijando una pública posición. Ahí sabremos si realmente valió la pena.

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