Vestigios




SEGÚN MICHELLE  Bachelet, las reformas impulsadas por su segundo gobierno habrían terminado con los últimos vestigios de neoliberalismo en Chile. Esta aseveración de la jefa de Estado es un buen síntoma de la desorientación que cunde en nuestro espacio público. Más allá de la verborrea, ningún actor público relevante parece dar con un diagnóstico de lo que está ocurriendo en Chile. Más grave aún, ni la misma Mandataria percibe cuán peligroso es seguir abusando de la retórica.

La frase de la Presidenta debe ser la más extraviada que le hayamos escuchado, por varios motivos. Por un lado, resulta curioso que la misma persona que hace cuatro años denunciaba la profundidad del cáncer neoliberal -no olvidemos que presentó el otro modelo- nos diga ahora que ni siquiera quedan vestigios de aquella enfermedad. Si la consolidación de aquello que la izquierda llama neoliberalismo tomó varias décadas, ¿cómo pensar que éste se puede acabar en un período así de breve y con algunas reformas focalizadas?

Pero la desorientación también tiene efectos políticos de cierta magnitud. Con su afirmación, la Presidenta no solo manifiesta cuán lejos puede llegar su autocomplacencia, sino que también muestra su nula capacidad para proyectar su coalición. Si el neoliberalismo ya fue superado, uno puede preguntarse qué horizonte político sustantivo le queda a la izquierda oficialista. ¿Cómo seguir criticando al modelo si éste ya fue derrotado? Bachelet se desentiende así del futuro de la Nueva Mayoría, sobre la que nunca ha querido ejercer auténtico liderazgo (¿cuántos años hay que retroceder para encontrar un equipo político tan irrelevante como el actual?). La Presidenta siempre ha mirado sus gobiernos como cápsulas cerradas, sin comunicación ni con el pasado ni con el futuro, y con escasa continuidad histórica. Por lo mismo, tampoco es de extrañar que su destino más probable sea el de entregarle dos veces la banda presidencial a la derecha: su ensimismamiento la condena al fracaso.

Con todo, su frase se vuelve aún más problemática si recordamos algunos aspectos de la agenda que el gobierno ha impulsado con especial fuerza, como el aborto en tres causales, la identidad de género y matrimonio homosexual. ¿Qué tienen en común esas tres iniciativas? Pues bien, el principio subyacente no es demasiado distinto de lo que entiende por neoliberalismo, esto es, que la voluntad subjetiva debe primar ante cualquier consideración por el otro, que los deseos deben convertirse en derechos, y que no hay ningún criterio más elevado que la decisión del sujeto aislado. En suma, el horizonte de la emancipación individual debe materializarse en desmedro de la colectividad, tal como en las formas más extremas del mercado: es el hombre separado del hombre, tan bien descrito por Marx. Dicho de otro modo, Michelle Bachelet no solo no ha terminado con los vestigios del "neoliberalismo", sino que lo ha consolidado al aceptar y empujar el individualismo que funda aquello que dice querer combatir. Es el callejón sin salida de buena parte de la izquierda contemporánea que tan bien ha descrito Jean-Claude Michéa. Al asumir una posición análoga a la libertaria en materias culturales, todos sus esfuerzos por materializar una transformación que sea algo más que retórica se vuelven vanos y frívolos.

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