¿Volver a crecer? Miremos los fundamentos




La tasa de ahorro está en el menor nivel de los últimos treinta años, la inversión lleva tres años consecutivos de caída -y podrían ser cuatro- y  el flujo de inversión directa del exterior en 2016 fue el más bajo en una década ¿Queremos que el país vuelva a despegar? Por supuesto, pero antes de preocuparnos de tener un avión de última tecnología, revisemos si el motor y las ruedas están en buen estado, que es por ahí donde están los problemas. Cuando hablamos de crecimiento, como punto de partida analicemos el ahorro y la inversión, motores centrales del crecimiento, antes de pensar como estamos en los rankings de desarrollo científico y tecnológico o si hemos entrado en fases exportadoras avanzadas. En ese análisis, resultan muy interesantes las cifras de Cuentas Nacionales por Sector Institucional, recientemente publicadas por el Banco Central.

Recuperar el ahorro y la inversión exige revertir las causas que explican la caída. El menor ahorro nacional se debe en un grado importante a la expansiva política de gasto fiscal, que ha reducido el ahorro público a niveles mínimos. En 2016 la tasa de ahorro del gobierno general fue de 1,2% del PIB, en comparación con un promedio de 6% entre 2004 y 2013. Pero también se registra menor ahorro de las familias, de niveles de 7% del PIB hace 5 años a cifras en torno a 6%. Volver a crecer exige entonces mayor disciplina fiscal, junto con una reestructuración de la política tributaria, que debe volver a premiar la postergación del consumo presente. Aumentar las cotizaciones previsionales también apuntaría en la dirección correcta, siempre y cuando no sea a través de impuestos al trabajo. Con los actuales niveles de ahorro, aun cuando se despejara la incertidumbre regulatoria, sería imposible recuperar la tasa de crecimiento que registramos en las últimas tres décadas. Es bueno recordar que la creación del FUT en 1984, en conjunto con la reforma previsional de 1981, posibilitaron un aumento de la tasa de ahorro nacional de diez puntos del PIB en esa década, por lo que ya conocemos la receta, intentemos replicarla y mejorarla, con un sistema tributario que grave no sólo los retiros de utilidades, sino también los retiros disfrazados de reinversión, y premie el ahorro de los que pagan impuestos al trabajo.

Algo similar está ocurriendo con la inversión, que se ve afectada por toda una maraña de regulaciones, confusa e inestable, a lo que se suma una legislación laboral que puede terminar expropiando parte del capital por la vía de paralizar los procesos productivos. El entorno institucional se está traduciendo en que, a pesar de que el ahorro de las empresas muestra una caída moderada, la inversión realizada por éstas sí cae fuertemente, explicando el creciente interés de nuestros empresarios por realizar proyectos en el exterior. La tasa de inversión de las empresas no financieras ha caído de niveles de 20% del PIB a fines del 2012 a menos de un 12% en 2016. Esta fuerte caída de la inversión empresarial no ha sido compensada por mayor inversión pública, la que se ha mantenido relativamente estable en niveles de 2,5% del PIB. Vemos entonces que la significativa alza de impuestos de este gobierno contrajo la inversión privada, sin una compensación en la inversión pública, ya la recaudación fue destinada principalmente a gasto corriente. El impacto en crecimiento se hace evidente.

En definitiva, no es necesario ser muy imaginativo para hacer propuestas de crecimiento en Chile, basta decir lo obvio, necesitamos ahorrar e invertir más para revertir los malos resultados del último trienio.

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