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TEMPRANO EL día miércoles comenzaron los rumores sobre un posible cambio de gabinete. Con el correr de las horas crecía la expectación ante la fórmula que finalmente decidiría la Presidenta de la República. Los continuos desaciertos del gobierno, especialmente centrados en su comité político, habían azuzado la necesidad de un golpe de timón, en lo que ya parecía un clamor de la clase política oficialista.

Pero el anuncio fue tan sorpresivo como decepcionante, defraudando incluso las expectativas más modestas.

Lo primero que nadie entiende, es por qué quedando escasas semanas para que se cumpla el plazo donde deben salir los ministros y subsecretarios que aspiran a competir en las próximas elecciones del Congreso, no se optó por un solo y contundente cambio en el gabinete, el cual pudo igual haber sido esta semana o cualquiera de las que tenemos por delante. De hecho, una de las consecuencias más ridículas que tuvo esta ocurrencia, es que dentro del próximo mes la Presidenta de la República tendrá que nuevamente hacer una modificación.

En segundo lugar, si es efectivo que el exministro Pacheco precipitó las cosas, quizás lo más razonable era dejar que abandonara en solitario el gabinete, para después y más adelante hacer el cambio que muchos esperaban. Pero al también salir los ministros de Justicia y Bienes Nacionales, aparentemente mal evaluados por la Presidenta de la República, supone que ella tiene un juicio menos severo sobre el desempeño de varios otros de sus colaboradores, especialmente en el comité político, lo que terminó por desconcertar a muchos que sostienen que es justamente ahí donde está el problema.

A continuación, esta poco ortodoxa forma de proceder en el gobierno generó adicionales problemas que sólo deterioran más la relación de éste con sus principales partidarios. Para muchos, el ejecutivo -con o sin intención- rompe la imparcialidad que debe guardar frente a las estrategias de sus eventuales sucesores, favoreciendo a una de las varias opciones, como es el caso de Ricardo Lagos. De igual manera, hasta la fecha al menos, la Presidenta parece blindar a un equipo político desgastado, sin capacidad para dibujar e implementar un diseño que quiebre la tendencia que se observa desde hace muchos meses, acrecentando la desazón en algunos, o la rabia en otros, frente al cometido de un elenco que parece sólo contar los días para que esto termine. Como si fuera poco, contribuyó a desdibujar todavía más -si es que aquello fuera posible- la alicaída y cuestionada elección municipal que enfrentamos en el día de hoy. Al final, y si se trata de añadir consecuencias a lo decretado esta semana, quizás el gran ganador con este movimiento fue otro precandidato presidencial, me refiero a Marco Enríquez Ominami, cuya formalización y medidas cautelares decretadas ese mismo día, pasaron a un segundo o tercer plano en los medios de comunicación. En resumen, y no con mucha esperanza, habrá que esperar algunas semanas más para el segundo capítulo de esa teleserie.

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