• Suscripciones
  • Club La Tercera
La Tercera

Descarga la
nueva App
Early Access

App
Papel Digital
  • Acceder
  • Regístrate

La Tercera
  • Inicio
  • La Tercera PM
  • Pulso
  • Política
  • Nacional
  • Mundo
  • Opinión
  • Tendencias
  • Cultura
  • Entretención
  • Reportajes
  • El Deportivo
  • Qué Pasa
  • Edición Impresa
  • La Tercera TV
Temas/
  • Sebastián Piñera
  • Venezuela
  • Emergencia
  • Incendios
  • Nicolás Jarry
  • #MeToo

#Tags

  • Sebastián Piñera
  • Venezuela
  • Emergencia
  • Incendios
  • Nicolás Jarry
  • #MeToo

Secciones

  • Inicio
  • La Tercera PM
  • Pulso
  • Política
  • Nacional
  • Mundo
  • Opinión
  • Tendencias
  • Cultura
  • Entretención
  • Reportajes
  • El Deportivo
  • Qué Pasa
  • Edición Impresa
  • La Tercera TV

Redes Sociales

  • Suscripciones
  • Club

Nuestros Sitios

  • Culto
  • Mouse
  • Tv
  • Finde
  • Tendencias
  • Reportajes
  • El Deportivo
  • Pulso
  • Biut
  • Glamorama
  • Mt Online
  • Mujer
  • Más Deco
  • Paula
  • La Cuarta
  • La Hora
Tendencias

25 PREGUNTAS

Que la ciencia debe responder en 2019

¿Cómo logramos recuperar la confianza en las vacunas? ¿Cómo afecta al ser humano el plástico que llega al océano? ¿Es posible detener o curar el Alzheimer? ¿Qué se esconde en el océano más profundo? 18 expertos de las ciencias naturales y sociales aceptaron el desafío de proponer las preguntas que la ciencia aún no responde y que este año debería contestar

Por José Miguel Jaque

El título de la novela de Philip K. Dick puede ser una de las interrogantes más importantes de nuestra época. Convivimos de manera cercana con máquinas e inteligencias artificiales que no sólo nos imitan, sino que realizan acciones que van más allá de nuestras posibilidades humanas. ¿Existe una conciencia maquínica? ¿Podemos seguir concibiendo a las tecnologías sólo como una prótesis de lo humano o es necesario que dejemos “hablar” a estas inteligencias desde su singularidad? Estas preguntas nos permiten abordar no sólo lo que nos hace humanos y cómo esa concepción se transforma, sino que también cuáles son las condiciones de existencia de las inteligencias artificiales y cómo relacionarnos con ellas. La ciencia nos puede entregar muchas respuestas, pero la concepción de lo humano y lo no-humano va más allá de explicaciones científicas. La pregunta por el sentido, la experiencia y los modos de vida en un mundo tan cambiante requieren de un diálogo cercano con las humanidades, las artes y las ciencias sociales.

por Carolina Gainza,
socióloga, doctora en Literatura y académica UDP

En el último tiempo se han hecho más evidentes algunos cambios globales en el océano, como el incremento en las marejadas, el cambio en la temperatura, la proliferación de mareas rojas o la acidificación del mar. Para enfrentar los impactos que estos cambios provocan en las comunidades costeras es importante estudiar de manera integrada los factores sociales, económicos, culturales y ecológicos, lo cual permitirá identificar aspectos claves de respuestas adaptativas. Este conocimiento científico es fundamental para apoyar y priorizar futuras estrategias, inversiones y políticas públicas. Ha habido avances importantes en los marcos conceptuales, pero falta aún bajarlos a terreno de manera que la ciencia, el conocimiento local y el sector público se integren en la creación conjunta de soluciones.

Los científicos deberíamos responder esta pregunta ante la evidente amenaza que sufre el conocimiento responsablemente producido. Me refiero principalmente a las ciencias sociales, donde aseveraciones sin base científica se instalan sin contrapeso. Es claro que quienes siembran estas ideas tienen una agenda política tendiente a desinformar; y si no los detenemos nosotros nadie lo hará. Puede que suene polémico, pero un paper científico no es muy efectivo ante un meme que desinforma. Debemos descubrir cómo impugnar la posverdad en una sociedad Instagram, donde lo que vende es lo instantáneo. Ante la agonía de la reflexión, también debemos generar respuestas más que sentarnos a llorar de impotencia.

Con el desarrollo actual de la tecnología hay una mayor oportunidad para los científicos de responder preguntas del tipo: ¿cómo se genera la vida?, ¿por qué acá existe vida tal como la conocemos? De hecho, ha nacido otra área de la ciencia que se está preocupando de esto: la astrobiología. Con ALMA y los telescopios gigantes que se están construyendo en Chile vamos a poder ver la atmósfera de algunos exoplanetas y sistemas planetarios en formación y así buscar biomarcadores que nos permitan descubrir cómo influye la formación de planetas en la presencia de vida, e inferir si existe vida tal como la conocemos. Imagínate que podamos ver condiciones similares a nuestro planeta replicadas en alguno de los más de 3 mil exoplanetas que se han descubierto. ¿Por qué no podemos inferir que quizás tienen vida? Pienso en plantas o bacterias, no en humanoides como la gente se imagina. Ellos indicarían que las condiciones para generar vida no son únicas de nuestro planeta, y esa respuesta me parece poderosa.

Es una pregunta que está dando vueltas hace mucho tiempo en astronomía. Sabemos que existe y que está ahí, pero no sabemos qué es ni de qué está compuesta. Sabemos que actúa gravitacionalmente a gran escala, pero no es como la materia común: no tiene carga electromagnética y no interactúa con la luz. Está entremedio de nosotros y ni siquiera nos damos cuenta.

Gracias a la creación del Ministerio de Ciencia tendremos la posibilidad de ordenar un sistema público disperso y definir políticas públicas integrales y eficaces. Enunciado este amplísimo desafío, se hace urgente partir por abordar una política de Centros de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), de modo que la ciencia se haga cargo de los temas prioritarios del país a través del esfuerzo asociativo de grupos de investigadores. Un desafío urgente en el Chile científico de hoy es establecer una política de investigación asociativa que logre alcanzar un equilibrio entre las iniciativas propias y legítimas que emanen de la curiosidad y creatividad de la comunidad científica universitaria, y la investigación misional que le corresponde legítimamente definir al Estado.

En películas de ciencia ficción, hemos visto cómo resucitan especies extintas. De hecho, hace años está la idea de traer de vuelta al mamut. Eso planea un grupo liderado por el Dr. George Church, profesor de genética en Harvard. Parece simple: tomar ADN de un mamut que está bien conservado, secuenciar y luego sintetizar este ADN, para luego implantar células del animal más cercano, un elefante asiático. Este proyecto parece ciencia ficción y quizás se demore, pero hay otras iniciativas similares en Estados Unidos. Una de ellas es revivir una paloma extinta hace un siglo, que quizás pueda hacerse realidad en un plazo más corto. Ambas iniciativas apuntan al concepto de “de-extinction”. Vale la pena preguntarse, ¿cuál es la finalidad y para qué queremos traer estas especies de vuelta? Dilemas éticos que aún no tienen respuesta.

Si bien la biomimética o biomímesis (la ciencia que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración para crear nuevas estrategias) ha comenzado a desplegarse desde el siglo pasado a través de invenciones como el velcro y los ojos de gato (en las carreteras), durante 2019 la sociedad comenzará a comprender que debemos imitar a la naturaleza debido a que el proceso de selección natural ha forjado en la naturaleza elevados niveles de eficiencia en materiales, procesos, algoritmos, estructuras y mecanismos. Así, crearemos innovaciones tecnológicas más eficientes e inteligentes (con control adaptativo), confeccionaremos biomateriales más versátiles y biodegradables, y comenzaremos a adoptar la economía circular en procesos industriales a micro y macro escala. Las grandes empresas y los emprendedores reconocerán en la naturaleza una fuente de inspiración para hacer sus procesos y mecanismos más eficientes y más amistosos con el planeta.

Si bien no soy un experto en el tema, y aun cuando creo que es poco probable que el 2019 comprobemos la existencia de vida -tal como la conocemos- fuera de nuestro planeta, estoy seguro de que gracias a las decenas de misiones internacionales calendarizadas este año, el aumento significativo del conocimiento respecto a nuestro vecindario sideral reducirá a cero nuestra concepción de exclusividad en el universo. Así, el 2019 será el comienzo del fin de la idea que aún revolotea en el mono pre-copernicano que todos llevamos dentro.

El conocimiento mundial acumulado sobre salud mental nos ha entregado evidencia robusta sobre la existencia de determinantes sociales y culturales de los problemas se salud mental. Sin embargo, quedan muchos vacíos en cuanto a comprender las condiciones específicas que explican que determinados grupos presentan altos índices de trastornos sicológicos. Para el caso de la depresión, las cifras mundiales y locales muestran una mucho más alta prevalencia en mujeres, pero aún no se entienden a cabalidad las condiciones sociales y culturales involucradas en este fenómeno. Esta es una deuda que la investigación debe saldar este año, tanto a nivel mundial como en Chile, donde la prevalencia de la depresión en mujeres es aún mayor que en otros países. El caso chileno, la desigualdad de género, en cuanto a la prevalencia de depresión, se suma a la desigualdad de ingresos. Gracias a la investigación realizada en Chile en 2018, aprendimos que son las mujeres pobres el grupo más vulnerable a la depresión. Durante el 2019 debemos responder por qué se da esta situación; indagar más profundamente en las condiciones que pueden explicar esta vulnerabilidad, tales como la inserción social y laboral de este grupo de mujeres, el impacto del peso de la crianza, de la distribución de los roles de género, la asociación con autoestima y experiencias de empoderamiento, y la influencia de la calidad de los vínculos cercanos. Si ello se logra, habremos avanzado mucho en entender por qué la depresión en Chile es cinco veces más frecuente en mujeres que en hombres, por qué afecta mayormente a las mujeres pobres, y podremos así diseñar estrategias de prevención y tratamiento efectivas.

Existe evidencia de que la basura plástica está distribuida en todo el océano, pero no sabemos cómo afecta a los organismos y al ser humano. Siempre se nos ha dicho que los plásticos son inertes, por eso tomamos agua en vasos plásticos y usamos bombillas, pero ¿qué pasa cuando están en la naturaleza y se van transformando? Necesitamos claridad sobre eso. Sabemos que algunas especies se enredan en las redes de pesca y se han encontrado desperdicios plásticos en su estómago, pero si te comes un pescado que ha consumido plástico, ¿cómo te va a afectar? Me imagino que este año deberíamos tener esa respuesta.

Se han realizado esfuerzos recientes para estudiar el océano profundo. Por ejemplo en la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico Noroeste, están los científicos chinos, japoneses y otros. Con el salto tecnológico que ha permitido llegar al océano profundo y ultraprofundo a un menor costo, esperaría que el 2019 empecemos a conocer qué hay allá abajo y creo que vienen varios descubrimientos en ese aspecto, incluyendo en la gran Fosa de Atacama. Existe la percepción de que se requiere mucho tiempo para impactar la parte profunda del océano, pero esa idea es seguramente errónea. Antes se creía que no estábamos impactando la Antártica y era un error. Miramos mucho para arriba, para ver qué pasa con la contaminación en la atmósfera, y poco para abajo. Los océanos son clave para mitigar los efectos del cambio climático, porque absorben parte del CO2 que producimos por la quema de combustible fósil y el exceso de calor en la Tierra.

En la escala de tiempo geológica, de miles a millones de años, se conoce la relación entre el clima y la deformación de la superficie de la Tierra; es decir, los terremotos en las placas tectónicas que dan origen a las elevadas cadenas montañosas, a las profundas cuencas marinas, a las grandes fallas. Existe evidencia de que la elevación de montañas cambia el clima, por ejemplo hiperaridificando el desierto, y que el clima indirectamente puede aumentar o reducir la elevación de las cordilleras. ¿Sería posible que estas relaciones se generaran en tiempos inferiores a los 100 años? Considerando que hay un cambio de la temperatura del mar y de la atmósfera, ¿podría esto influir a escala local, pequeña, en los movimientos de la superficie? Esto no ha sido observado aún y no hay registro geológico para periodos muy cortos de tiempo, pero no puede descartarse. Por la importancia para la población mundial, podría ser una pregunta a investigar en este año.

Normalmente asociada a una práctica de charlatanes y seudocientíficos, el pronóstico de terremotos es, no obstante, algo factible. No pueden pronosticarse si uno los observa como un evento de descarga de energía acumulada; pero al registrar por largos periodos de tiempo la carga de energía -es decir, el movimiento entre dos placas tectónicas o en una falla cercana a la superficie-, sí es posible estimar cuándo esa energía acumulada superará un límite físico y deberá liberarse en forma de sismo. Sería relevante incrementar los esfuerzos para observar los movimientos continuos de las placas y de las zonas de falla a partir de GPS.

En el mundo de la biología molecular, de la genética y de la ética, deberíamos tener una discusión relevante respecto de lo que pasó en China a fines del año pasado, cuando el científico chino He Jiankui anunció que había editado el ADN de dos niñas antes de nacer. Ese tema aún está en desarrollo y va a seguir haciendo ruido. Lo encuentro súper interesante, no sólo por la parte biomédica y genética, sino por los aspectos éticos. El experimento está súper mal hecho: no les confirió a las niñas la mutación que eventualmente las iba a proteger del contagio contra el virus del sida, sino otras mutaciones; y la única forma de mostrar que esas niñas son resistentes al virus del sida es infectarlas con ese virus, algo que nadie va a hacer. El caso va a generar una discusión bien interesante en la comunidad científica.

China dará mucho que hablar porque se estima que el presupuesto para ciencia va a ser el más grande de su historia y los científicos chinos están generando parte importante del conocimiento científico en el mundo. Si bien están por detrás de Estados Unidos en cuando a calidad, es muy probable que pronto lo superen. Vamos a entrar en una era en que la ciencia china será la más relevante del mundo

El ser humano ha impactado globalmente al ambiente y de manera irreversible. Una de las problemáticas más complejas a la que nos enfrentamos es la escasez hídrica, la sequía y la desertificación, las cuales se asocian no sólo al calentamiento global, sino que también a la sobreexplotación y políticas inadecuadas del manejo del recurso hídrico. Esta problemática nos preocupa como científicos y ciudadanos. Conocer la dinámica del agua en el planeta, asegurar su buena calidad para el consumo humano y del ecosistema y generar tecnologías ecológicamente sostenibles para el reciclaje del agua es un desafío urgente para el 2019.

Los avances en el estudio del microbioma (o genoma de la microbiota), tanto humano como ambiental, han sido enormes en los últimos años y han demostrado el rol crucial de los microorganismos en nuestra vida diaria. Esto ha desafiado la forma de ver las enfermedades, ampliando visiones reduccionistas y operativas a una visión más ecológica, poniendo énfasis en las interacciones celulares (microorganismos-células humanas) y el ambiente. Además de indagar en el rol microbiano en el diseño de nuevos tratamientos, se deberían investigar más detalles de cómo el ambiente (contaminación, antibióticos) modifica nuestro microbioma y los efectos que tendría en nuestra salud.

No tenemos respuesta y es extremadamente importante tenerla para atacar estas enfermedades desde el punto de vista clínico. Tal vez no debiera meterme en las patas de los caballos, porque no trabajo en eso, pero cuando veo la diversidad de información que recibo como científico respecto al alzhéimer, existe un espectro muy grande de cómo se produce la enfermedad y creo que no hemos encontrado aún la bala de plata que nos diga “por acá va la solución”. Este tema me parece extremadamente interesante, porque tal vez algunas de las respuestas que encontremos para paliar el problema de las enfermedades neurológicas y del sistema nervioso nos abran un mundo nuevo para entender este sistema, y eso es maravilloso. Imagínate que tenemos más neuronas que estrellas en el universo y cada una de ellas puede hacer mil contactos. La complejidad de nuestro sistema nervioso es notable. A los 77 años, como yo, uno empieza a preocuparse de este asunto. Hay una necesidad desde la salud pública, pero también la cantidad de amigos que uno ve con párkinson, la gente con demencia senil y con alzhéimer… Hay una urgencia en este tema.

Más del 60% de la población mundial y el 90% de las personas en Chile viven en ciudades, que son el constructo más visible de cómo vivimos. El cambio climático se expresa de varias formas en ellas; por ejemplo, en la frecuencia de los eventos climáticos extremos, como el aumento de las lluvias, de las megasequías o las islas de calor. Los efectos del cambio climático son muy evidentes en las ciudades, no sólo porque muchas personas sufren sus consecuencias, sino porque además destruyen la infraestructura que hemos creado para vivir mejor. Necesitamos comprender interdisciplinariamente qué sucede en las ciudades con estos eventos climáticos extremos, desde el punto de vista social, tecnológico (infraestructura) y ecológico. Un ejemplo es lo que estamos haciendo en Valdivia: en esa ciudad los desafíos son las inundaciones extremas y las olas de calor. Estudiamos cómo funciona la hidrología y estamos mapeando la ciudad desde la infraestructura, los humedales y las áreas verdes -que son servicios ecosistémicos de mitigación-. Luego de entender la parte social, la ingenieril y la ecológica podemos proponer un modelo para obtener sistemas más resilientes.

Esto se basa en que el envejecimiento es un proceso biológico controlado, mediado por genes. Cambiar el curso del envejecimiento significaría disminuir el riesgo de enfermarse de todas las enfermedades crónicas que nos afectan de una vez. En este momento se están haciendo ensayos clínicos en Estados Unidos enfocados en prevención. Ojalá el 2019 nos dé respuestas. El concepto es cambiar de un sistema de salud de “sick care” a “health care”.

Es una de las enfermedades más devastadoras y costosas que afecta a la humanidad. No existe tratamiento efectivo. Sin embargo, muchos estudios apuntan que drogas que mejoren el equilibrio de las proteínas podrían detener el alzhéimer. Giovanna Mallucci habló de esto en el Congreso Futuro. Se iniciarán ensayos clínicos para testear esta hipótesis.

Estamos agotando cada vez más rápido los recursos renovables y siento que a pesar de que existe mucha información sobre los impactos de la crisis climática, no ha habido cambios profundos. Hay campañas para dejar el plástico o para empezar a hacernos cargo, pero si sabemos que la contaminación más grande es producida por las empresas y las industrias y no hacemos nada, está mal. La ciencia debería enfocar todos sus recursos en empoderar a la gente como factor de cambio y que la solución sea conjunta para que todos ayudemos a que sobrevivamos como especie. Imagínate que hemos recibido ráfagas de pulsos de otros lados del universo y ¿qué estamos haciendo nosotros como humanidad? Imagínate si de verdad existe vida, se están comunicando con nosotros de alguna forma y el ejemplo que estamos dando como humanidad es que somos una especie autodestructiva a la que le da lo mismo acabar con todos sus recursos renovables... Es lamentable.

Existen 4 tipos de virus influenza: A, B, C y D. De éstos, el tipo A presenta características que lo hacen muy interesante y peligroso. Muta, y mucho; y es capaz de infectar a seres humanos y varios animales. La pandemia de influenza más severa registrada ocurrió hace 100 años; fallecieron 50 millones de personas. La última vez que nos vimos enfrentados a esto fue hace una década, y murieron entre 100 mil y 400 mil personas. El mundo experimentará otra pandemia de influenza; la única interrogante es cuándo. Y para eso debemos prepararnos. Pero existe esperanza de tener mejores resultados: se están realizando estudios para contar con una vacuna universal contra la influenza, que logre generar una respuesta mediada por anticuerpos dirigida a sectores del virus que no se ven afectados por mutaciones. De esta forma, podríamos tener una herramienta contra las epidemias anuales y contra la emergencia de una pandemia, para evitar resultados potencialmente catastróficos como los vividos en 1918.

Las vacunas son de las estrategias sanitarias más costo-efectivas para controlar enfermedades. Nos acompañan hace cientos de años y logran evitar la muerte de entre 2 y 3 millones de personas cada año. Gracias a ellas, la humanidad ha logrado erradicar la viruela y la peste bovina; y nos encontramos en un plan mundial para la erradicación de otras enfermedades, como la polio y el sarampión. A pesar de haber demostrado ser seguras, necesarias y muy efectivas, en los últimos años estamos experimentando un escenario preocupante de disminución de cobertura de vacunación. Una razón es la baja en la confianza en ellas, con el consecuente aumento en los rechazos a la vacunación. Sólo en relación al sarampión, la enfermedad más contagiosa conocida, cinco de las seis regiones del mundo han registrado un aumento de casos y fallecidos, todos ellos evitables con una vacuna que cuesta 1,5 dólares por dosis. En un mundo globalizado, debemos reconocer la existencia del riesgo de volver a presentar enfermedades que estaban controladas o eliminadas, y recordar que las vacunas tienen inherente un componente de solidaridad, debido a que algunas personas, por razones médicas, no pueden recibir por su cuenta las inmunizaciones y deben confiar en que la sociedad cumpla con su rol de proteger a los más indefensos.

Opinión

Ciencia: Tareas y oportunidades

Por Andrés Couve Correa, Ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación

Estamos en un buen momento para impulsar de manera audaz el indomable momento del descubrimiento científico que nos hace una ciudadanía orgullosa, y para aplicar ese conocimiento para abordar nuevos desafíos.

Muchos hallazgos volverán a llenar las páginas de revistas especializadas y medios de comunicación. Ellos darán cuenta de la etapa de transición que vivimos; una donde se borran los límites entre lo físico, lo digital y lo biológico, y se incorpora por primera vez la tecnología en nosotros, los seres humanos. Automatización, inteligencia artificial, robótica, biología molecular y edición génica de bajo costo, entre otros, son algunos de los temas de esta nueva revolución.

Nuestra ciencia también se embarcará en un proceso de transición. Una transición necesaria para que el conocimiento científico y tecnológico se ubique al centro de nuestro desarrollo integral. Un objetivo inmediato es poner en marcha el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para que reúna, ordene y oriente estratégicamente nuestro quehacer en investigación, promoviendo el talento y las capacidades científicas.

Para que esta transición sea exitosa debemos articular la investigación con otros actores públicos y privados, generando valor cultural y contribuyendo al desarrollo económico y social del país y sus regiones. También tenemos que buscar inspiración en nuestra tradición científica y en las posibilidades que brinda la ciencia para incorporar esta dimensión a nuestro imaginario ciudadano.

Por lo mismo, miraremos con atención el escenario de oportunidades. El gobierno del Presidente Piñera ha establecido tres ejes prioritarios para la ciencia: el cambio climático, el envejecimiento y la revolución tecnológica.

Estos ejes se verán complementados con instancias que permitan poner a las ciencias en debates de interés nacional, como, por ejemplo, en la preparación y realización de la cumbre de cambio climático que se llevará a cabo en Chile durante 2020; en el eclipse total de Sol que ocurrirá en julio 2019; en el contexto del nuevo Estatuto Antártico, recién aprobado en la Cámara de Diputados; o en las licitaciones para investigación y desarrollo provenientes de fondos del litio.

Combinamos así anhelos y tareas para fomentar el conocimiento y la innovación científica en el país.

Lo último

  • Fuertes críticas Multigremial de La Araucanía hace duro análisis tras cita con Piñera Hace 5 minutos

  • Ajuste ministerial Van Rysselberghe: “Vamos a apoyar la decisión que tome el Presidente” Hace 5 minutos

  • Torneo Nacional Parraguez eleva a Colo Colo Hace 6 minutos

  • Transportes Los buses “oruga” son los más contaminantes del Transantiago Hace 27 minutos

  • Bachelet Piñera rechaza "irrespetuosas palabras" de Miguel Bosé a expresidenta Bachelet Hace 44 minutos

  • Economía & Dinero Central Autónoma de Trabajadores aclara que realizará elecciones en agosto tras “conformación sin sustento de nuevo directorio” Hace 59 minutos

  • Vanezuela Guaidó afirma que pudo cruzar a Colombia porque militares venezolanos "participaron en el proceso" Hace 59 minutos

  • Venezuela Presidente Piñera en Cúcuta: "Mañana será un día decisivo" Hace 1 hora

Papel Digital

La Tercera
Pulso
El Deportivo
Suplemento Motores
Suplemento Tendencias
Suplemento Reportajes
Revista Paula
Revista Más Deco
Mtmag
La Tercera Kids
Especiales 1
Especiales 2
Especiales 3
Especiales 4
Club La Tercera
Anuario de Culto
La Tercera
  • Quiénes somos
  • Declaración de Intereses
  • Tarifario Diario La Tercera
  • Contacto
  • Código de ética
  • Canal de denuncias
  • Términos y condiciones
  • Políticas de privacidad
  • Suscripciones
  • Avisos Legales
  • Remates
Grupo Copesa Auditado IAB
© 2019 La Tercera, innovación digital. Todos los derechos reservados.