No es coincidencia que al día de hoy, el escenario actual sea casi el opuesto al que se pensó después de que un 78% de los electores optara por cambiar la actual Constitución el 2020. Las últimas encuestas entregan resultados similares que se han mantenido en el tiempo: el Rechazo está por sobre el Apruebo o, al menos, en igual condición.

Si antes del 25 de octubre de 2020 ser de derecha no era sinónimo de votar Rechazo, ahora es al revés: la centro izquierda no necesariamente está cuadrada con el Apruebo. Según la última encuesta Cadem, de los encuestados que votan Rechazo un 58% se identifica con el centro y un 15% con la izquierda. Y otro dato: de esos mismos encuestados, un 29% votó Apruebo en el plebiscito anterior y ahora lo hará por la opción contraria.

El panorama da cuenta de que nada está asegurado, la fractura con este nuevo plebiscito es, a juicio de los estudiosos en el tema, el ejemplo más evidente de que el histórico clivaje izquierda-derecha que había marcado el sistema político en Chile ha sido cuestionado y reemplazado por otras aristas.

Todo eso, sin contar que el Congreso y los partidos políticos son, por lejos, las peores instituciones evaluadas según la última encuesta CEP publicada en junio; que un 64% de los convencionales electos en mayo de 2021 eran independientes y que, por primera vez, la contienda presidencial de segunda vuelta dejó afuera a las fuerzas políticas tradicionales.

Estos antecedentes han obligado a los partidos a repensar sus programas de acción pero también a responder una pregunta abierta que existe entre ellos y quienes estudian la opinión pública: ¿Cuál es el clivaje ahora?

Polarizados

Desde el plebiscito del 88 que no se veía una polarización como ésta. Ese es el consenso entre los expertos. Solo que esta vez, la explicación es más profunda que un hecho tan claro como el régimen militar:

-Esta polarización se debe a un debilitamiento del sistema político donde en los 90 primaron las fuerzas del centro y ahora este se encuentra vacío -dice Max Colodro, sociólogo, doctor en Filosofía y analista político.

Que la élite partidista esté más dividida que antes es uno de los puntos de partida para entender el escenario actual. Para Colodro, los puntos de inflexión son dos. El primero, el triunfo de Ricardo Lagos el 99 cuando la DC perdió su hegemonía. De ahí en entonces, las fuerzas de centro izquierda incluyeron al PC en sus filas, irrumpió el Frente Amplio y la línea de lo que se pensaba ser de izquierda comenzó a mutar.

La primera vez de los entonces 20 diputados del Frente Amplio en el Congreso el 2018.

El segundo, es el caso en la centroderecha.

-RN en el año 97 pierde la hegemonía en la coalición -la famosa derrota de Andrés Allamand en la senatorial Santiago-. A su vez, también se han ido fortaleciendo sectores más duros dando paso a la formación del Partido Republicano -explica el académico.

Todo eso, Colodro lo define como un proceso nítido de polarización importante que ha ocurrido en las fuerzas políticas actuales.

María José Naudon, directora de Cursos Disciplinares de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, coincide con que el eje izquierda y derecha ha cambiado, pero hace otro punto:

-Si uno describe este eje usando un concepto como el que la izquierda es el cambio y la derecha es la continuidad, hoy día eso no es así en términos absolutos y la definición se queda corta. Como nos referimos hoy día es más bien a la izquierda de quién o a la derecha de quién está cierto personaje.

Para ella, lo nuevo en la izquierda es irse hacia lo radical, pero en la derecha es al revés:

-Veníamos de una mucho más conservadora y ahora esa derecha está más joven, más lejana de las discusiones tradicionales. Hoy día, por ejemplo, la centroderecha está a favor del estado social y democrático de derechos. Eso es un cambio, pero la manera en que eso se incorpora tiene matices.

Sea como fuere, el tema es que esta polarización no necesariamente afecta a los votantes. Hay más componentes en juego.

La lógica de las tribus

Identificarse con movimientos específicos, desde minorías sexuales, pasando por el feminismo, pueblos originarios, hasta grupos medioambientalistas, a juicio de varios, ha venido a desordenar lo que por años funcionó de una forma. No es que los partidos políticos no se hayan dado cuenta, dice Eugenio Guzmán, sociólogo y decano de la Facultad de Gobierno de la UDD. Es que, pese a que hayan hecho un esfuerzo por tratar de acercarlos a sus dirigencias, estos no obedecen a una forma lineal de actuar:

-En estos momentos estos grupos le introducen a la política fragmentación, a veces, fragilidad y volatilidad también -explica.

Esta fragmentación es un carril separado al fenómeno de la polarización y, a juicio de Colodro, comienza con la eliminación del sistema binominal. El problema, dice él, es que el sistema político no ha dado cuenta cabalmente de la irrupción de estas lógicas más identitarias.

Estas demandas están presentes en el eje liberal-conservador de temas morales, sostiene Cristóbal Rovira, académico de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales (UDP) e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social. Esa definición cultural -que cada vez ha cobrado más importancia en la sociedad- no siempre se alinea con la dicotomía clásica de izquierda y derecha (estado-mercado). Por eso es que el mapa se desordena, pero eso no necesariamente es malo:

-Esto refresca un sistema político que venía muy desapegado de la sociedad. Aquí en parte aparecen nuevos partidos que logran conectar y sintonizar mejor con algunas demandas de la ciudadanía y los viejos partidos se ven obligados a repensar cuáles son sus ofertas programáticas.

Algunos han logrado ese cometido, dice la cientista política Gloria de la Fuente:

-Esta identidad de cambios en las agendas se ha cristalizado institucionalmente en las últimas dos elecciones parlamentarias. La emergencia del Frente Amplio, por un lado, y el propio nacimiento de Evópoli por otro -explica de la Fuente.

Quizás el ejemplo más claro de lo importante del rasgo identitario es lo que pasó en la Convención. Eso dice Cristóbal Bellolio, abogado, cientista político y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.

-La gran potencia de la elección de Elisa Loncón tenía mucho que ver con que era mujer y mapuche.

Para Colodro, también se agrega la derrota de José Antonio Kast, donde lo que le jugó en contra fue que jóvenes y mujeres no votaran por el a propósito de temas valóricos.

La lógica del identitarismo también trae algunos problemas: que como estas reemplazaron a las ideologías, según Gonzalo Müller, director del Centro de Políticas Públicas de la UDD, hacen que se dificulte el diálogo.

-Ahora el quién eres tú define tu posicionamiento político. Eso tiene el riesgo de la radicalización de las posturas. Porque definirme con mi identidad genera una tensión muy fuerte -advierte.

Eugenio Guzmán lo define como la lógica de las tribus, que con el tiempo se han ido acentuando y haciendo que la política ya no esté constituida por bloque homogéneos, si no que por algo mucho más complejo. El tema es que cuando estas tribus se polarizan, el conflicto es el mismo:

-Necesitan tratar al otro como el mal, como el enemigo para poder alimentarse.

Identidades negativas

Hay tribus que, más que identificarse con una causa, se identifican en contra de una. Eso, ha formado un tipo de clivaje nuevo: los que se identifican con el sistema político y los que no. A juicio del doctor en Ciencia Política, Javier Sajuria, eso podría explicar fenómenos como el 13% de votación que obtuvo el excandidato Franco Parisi o el de los 27 convencionales electos de la ex Lista del Pueblo para la Convención Constitucional.

-Estamos viendo cada día más personas que no solo no se identifican con partidos de izquierda o partidos de derecha, sino que también se empiezan a identificar de forma negativa: se identifican como contra algo, contra la izquierda o contra la derecha. En los estudios de política a esto se le llama las identidades negativas.

Max Colodro explica que esta es una de las grandes consecuencias de la fragmentación y la polarización y agrega otro dato: ese fenómeno se evidenció en la última elección presidencial. A juicio de él, al igual que en la primaria de la izquierda donde mucha gente votó contra Daniel Jadue, en segundo vuelta el triunfo de Boric se debió a que muchos votaron en contra de José Antonio Kast.

-Eso también forma gobiernos más débiles -explica él.

Las identidades negativas -o residuales- como las llama Cristóbal Bellolio, podrían eventualmente crear otro clivaje: las identitarias, explicadas arriba, y quienes, al no ser reconocidos por la nueva Constitución, por ejemplo, se sienten marginados.

-Son justamente residuales porque no se hace reconocimiento explícito de ellas -estoy hablando, por ejemplo, del hombre blanco de clase media, heterosexual y católico. Ellos, como no han sido históricamente marginados se dan por descontados. Lo que antes se llamaba la clase trabajadora que era el sostén de la izquierda, hoy día perfectamente podrían votar por un Parisi o populista de derecha que le hable mejor a sus temores.

Gloria de la Fuente coincide:

-No es raro en este escenario que emerjan sectores más vinculados a los extremos del espectro y reivindiquen aquello que esta agenda quiere imponer. Sobre todo, desde grupos neoconservadores.

Mireya Dávila, académica de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, pone en duda si este fenómeno permanecerá en el tiempo.

-Me parece que es algo más bien puntual y que en el nuevo ciclo político no necesariamente va a estar. Lo negativo o al debe sigue siendo la capacidad de representación de las organizaciones políticas, especialmente los partidos. La desconfianza hacia ellos sigue siendo un tema.

El factor generacional

Reconocerse con una tribu o no reconocerse con nada ni nadie, para Javier Sajuria tiene otro problema: que la debilitación de los partidos y la fragmentación lleva a la personalización de la política, donde la figura presidencial es más clave que las ideas que llevan.

Hablar de una personalización, incluso, llevaría a un cuarto clivaje: el generacional. Para María José Naudon, las generaciones más jóvenes serían más propensas a personalizar una elección.

-Se reconocen en esos candidatos más que en lo que piensan. Ahí se agrega el género, identificación con una causa, con las disidencias sexuales, feminismo, etc. Como estas generaciones son más identitarias que las más viejas, se va personificando a alguien según se acerque a las banderas que para mí son más relevantes.

Con el plebliscito de septiembre el factor generacional se ha acentuado aún más. Según explica Cristóbal Bellolio.

-El único segmento en donde está ganando el Apruebo es el de los jóvenes. Entonces, podría darse que entre el grupo de 18 y 29 años el Apruebo gane 60 o 40 por ciento. Eso ocurrió en el Brexit: la gente joven educada, cosmopolita que probablemente estudiaron en países de la UE y se sienten europeos, votaron en contra de salirse de esta. Las personas mayores, en cambio, experimentaron este fenómeno de ansiedad y angustia frente a la incertidumbre y votaron por salirse.

29/07/2022 EX CONSTITUYENTES SE REUNEN EN METRO MONEDA PARA ENTREGAR INFORMACION SOBRE NUEVA CONSTITUCION Mario Téllez / La Tercera

De todas formas, el clivaje izquierda-derecha está lejos de quedarse como ha estado históricamente. Sobre todo, explican, si el actual sistema electoral que permite que partidos más pequeños entren al Congreso sigue vigente. Mientras tanto, todo indica que la política identitaria y la residual tendrán que aprender a convivir. Y así como el resultado del plebiscito del 88 dio paso a un inédito reordenamiento político que dio hegemonía a los partidos de centro, el reordenamiento tras el resultado del 5 de septiembre está por verse.