Guillermo Calderón: "Después de Mateluna me siento en un territorio nuevo e inexplorado"

Imagen-GCALDERON-1-820x385

El viernes debuta en Chile su obra Beben (2012), escrita tras el 27/F, y en septiembre llegará por primera vez al Royal Court de Londres con B, sobre la violencia política.


Estaba lejos, en Los Angeles, EEUU, de gira con su obra Diciembre (2008). Hacía rato que la función había terminado, recuerda, y Guillermo Calderón regresó al hotel donde se hospedaba esa noche, la del 27 de febrero de 2010. Ya en su habitación encendió el televisor, y en varios de los canales transmitían toda clase de reportes acerca lo que acababa de ocurrir en Chile, cuando un terremoto 8.8° azotó la zona centro-sur del país. "Fueron días eternos de angustia", dice hoy el dramaturgo chileno de 46 años, al teléfono desde Manhattan, donde vive: "Como no había vuelos de retorno a Santiago me tuve que quedar metido en el hotel, y desde ahí seguí todo lo que estaba ocurriendo por Internet, a lo lejos. Fue como vivir una segunda tragedia".

Dos años después, el autor de Neva y uno de los principales exponentes de la dramaturgia chilena reciente ("Un auténtico genio del teatro", según The New Yorker), fue invitado por el prestigioso Teatro Düsseldorfer Schauspielhaus de Alemania para escribir una nueva obra que pudiera establecer una conexión entre ambos países. "Les interesó mucho la catástrofe a partir del cruce con el cuento El terremoto en Chile (1808) de Heinrich Von Kleist (1777-1811)", cuenta Calderón. "El describe allí un país casi imaginario, que es Chile, y un terremoto de 1647 que desató un enfrentamiento entre la fe católica y los pecadores, los culpables de que Dios provocara ese cataclismo", agrega. "Yo estaba tan conmovido por el terremoto como lo estaba todo el mundo, pero también sentía que la catástrofe había descargado energías y fuerzas políticas muy interesantes, principalmente a partir de los saqueos y el horror, la destrucción del país además y el derrumbe de las instituciones políticas. Ese quiebre fue el impulso para sentarme a escribir".

Alternándose entre Nueva York y Düsseldorf, Calderón terminó ese mismo año un críptico texto al que tituló Beben, y que arranca inmediatamente después del terremoto y tsunami. Cuatro voluntarios alemanes de una ONG internacional, recita la ficción, se encuentran en un campamento al sur del país, organizando ayuda para las víctimas. El conflicto se desata cuando todos le confiesan a su líder que acaban de contarles a los niños del lugar el mismo cuento de Von Kleist que dio pie al dramaturgo para encauzar su historia.

La obra debutó en Alemania bajo su dirección y con elenco extranjero, y en 2015 Lom la incluyó en el tomo Teatro II junto a Villa y Discurso. Desde este viernes, a cinco años de su estreno mundial, Beben tendrá una primera versión local cuando llegue al Teatro DuocUC una puesta en escena a cargo de Antonia Mendía que cerrará el ciclo Teatro Hoy. Será la primera vez además que un texto suyo, dice Calderón, sea dirigido por alguien más que él mismo: "Antes hice una colaboración con la obra Feos (2015), pero fue una adaptación guiada por Aline Kuppenheim, quien además la dirigió. Esta vez es distinto, pues nunca había entregado una obra mía y escrita por un impulso propio además", cuenta.

—¿Qué lo motivó a ceder esta obra?

—Conocí a Antonia hace algunos años, mientras ella hacía una tesis sobre mi trabajo. Tiempo después me la topé en una función, me contó que había leído la obra ya publicada y me preguntó si acaso iba a estrenarla en Chile, pero no creí que fuera posible, y ella parecía interesada en hacerlo. Es una experiencia nueva para mí, pero sé que ya hice todo lo quería hacer con ese texto, a mi forma y con mi visión. Ahora es tiempo de ver cómo otros interpretan lo que escribí.

—En sus últimos años, Juan Radrigán decía que se había puesto "mañoso" con la idea de que otros lo dirigieran…

—Y le encuentro toda la razón, porque cuando uno escribe una obra quiere tener el dominio total del texto, incluido el montaje. Es algo legítimo para cualquier dramaturgo, y yo tenía la misma maña, pero también entiendo que las obras son para transformarse en puestas en escena y no para vivir esa semivida cuando solo están publicadas. Además, me atrae mucho la idea de que mis obras se sumen a una especie de comunidad teatral en la que todos puedan reinterpretar visiones a partir de los textos de otros, y ponerlos a prueba.

Debutante en Londres

Este año ya dirigió una primera versión en Nueva York de su obra Villa, y poco después Calderón retornó a tablas locales con Mateluna, su más reciente trabajo a la fecha.

—La crítica dijo que la obra sacrificaba lo estético para exponer el caso de Jorge Mateluna. ¿Lo cree así?

—Desde el comienzo esa obra era un riesgo, pero fue compensado haberlo corrido, pues puso nuevamente al frente el caso, que era lo que más me interesaba. De lo que opine la crítica no sabría qué decirte, casi nunca me entero ni me preocupa. Por mi parte quedé muy conforme con el resultado, incluso creo que después de Mateluna me siento en un territorio nuevo e inexplorado que no sé muy bien hacia dónde va, pero me anima a seguir en esta línea del teatro que repercute fuera de las salas.

Mientras alista una extensa gira por Europa y EEUU con Mateluna, en septiembre próximo Calderón retornará a Londres para el estreno de B, el texto que lo tendrá por primera vez sobre el escenario del Royal Court Theatre. "Tampoco la dirigiré yo, sino el inglés Sam Pritchard", cuenta. "Fue una invitación de Elyse Dogson (coordinadora del programa de escritores internacionales del teatro londinense), y desde el primer momento estuve involucrado: además de escribir el texto, seré yo quien designe a los actores y decida cómo será el diseño. La idea es que se proyecte la voz de un autor en su totalidad", explica.

Alejandra y Marcela, las protagonistas de esta historia, plantan bombas en mitad de la noche cuando un tercer personaje les propone iniciar una guerra. "No se sabe dónde están, pero lo que quieren no es violencia sino provocar un cambio y a costa de lo que sea", dice el autor. "Tampoco es una apología de la violencia, más bien una reflexión sobre esta generación que amenaza y ataca por Internet en lugar de combatir", agrega.

—Ud. también trabaja en el guion de Araña, la nueva cinta de Andrés Wood (Machuca) que indaga en el frente Patria y Libertad, otra historia cruzada por la violencia…

—Es interesante, porque debe ser el lado menos explorado de la historia de Chile. Es como si siempre la viéramos desde el punto de vista de la izquierda, pero este otro lado oscuro es de una violencia criminal y desquiciada que habla mucho de la mente detrás de la dictadura. Con Andrés hemos tenido largas conversaciones al respecto, y aún me parece increíble que gran parte de este solitario oficio, el de escribir, implique conversar también. Es algo a lo que me he ido acostumbrando sobre la marcha.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.