Camila Gallardo: menos de la mitad

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Camila Gallardo.

El Festival de Viña siempre va a preferir, por su dependencia televisiva, al artista nacido en la pantalla chica, con mejor manejo de medios y cámaras e incluso en desmedro del que podría tener menos carisma pero más talento.


Tiene todos los méritos posibles, llega en el momento adecuado y es muy probable que su debut en la Quinta Vergara sea un rotundo éxito. La confirmación en calidad de jurado para Viña 2019 de Cami (Camila Gallardo) marca una primera representación nacional en una parrilla que, seguramente, va a seguir inclinada hacia los números extranjeros como ha pasado durante toda su historia. Sin embargo, también deja ver el tipo de artistas nacionales que la organización ha preferido históricamente para convocar al viejo entarimado viñamarino.

A la distancia, nombres como el de Manuel García (2012), Francisca Valenzuela (2013), Gepe (2014), Nano Stern (2015) y Javiera Mena (2016), terminaron siendo una excepción, algo poco habitual en un certamen que nunca quedó del todo conforme con esas apariciones y que siempre va a preferir, por su dependencia televisiva, al artista nacido en la pantalla chica, con mejor manejo de medios y cámaras e incluso en desmedro del que podría tener menos carisma pero más talento.

Aquellos emergentes que cantaron en Viña asoman hoy como una excepción, como una rareza estacional equivalente a la del boom del pop latino en los 80. Y aunque los resultados fueron muy distintos entre sí (desde el triunfo objetivo de Valenzuela hasta incursiones menos vistosas como la de Stern), lo cierto es que en términos programáticos pareciera haber un retroceso, una vuelta al arquetipo artístico que gusta y acomoda tanto a los que administran las ediciones festivaleras.

Ya está dicho que Cami, y en particular ella respecto de sus compañeras de generación, ha cumplido prácticamente con todos los requisitos previos e incluso más: triunfó en la última Cumbre del Rock Chileno, debutó en el Festival del Huaso de Olmué, lanzó disco con tres funciones agotadas y hasta fijó show individual en un escenario particularmente difícil para el músico chileno como Movistar Arena.

Pero el punto es que con su elección se cierra definitivamente la ventana que se había abierto para esa otra música local. Para esa generación post 2000 y de la que todavía quedaban nombres con genuinas aspiraciones para llegar a la Quinta Vergara. Y aunque es cierto que muchos de ellos no quisieron -Ana Tijoux, Los Vásquez, Chico Trujillo-, pero sigue pareciendo una oportunidad perdida eso de ampliar el criterio para finalmente renovar Viña. Tal como ha pasado con el humor y como también debería suceder con esas viejas estructuras que muchas veces perfilan al Festival más como una pieza de museo que como un evento realmente vivo.

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