“Cantar cuando se acaba el mundo”: miembros de Quilapayún, Inti-Illimani y Los Bunkers crean el himno chileno de la pandemia

En su nuevo sencillo, Corona blues, Eduardo Carrasco canta sobre los días de encierro con invitados como los hermanos Francisco y Mauricio Durán, quienes suman guitarras desde México. Un himno rockero y reflexivo, distante de la moral "Color esperanza" y grabado a distancia a punta de celulares. Mira aquí en exclusiva el videoclip.


Eduardo Carrasco (79) no esta cómodo con el aislamiento, con la incertidumbre ambiental ni con el encierro obligado, al que considera "sumamente nocivo". Para el fundador y director de Quilapayún, formar parte del grupo etario de riesgo "es una situación sumamente inconfortable" y no existe algo así como un lado luminoso que se pueda rescatar de esta pandemia. Lo deja claro en su más reciente composición, en cuyo coro reconoce: "Escribo esta canción de mierda, canción que no debió existir / La escribo sin pasión porque esa es mi misión: cantar cuando se acaba el mundo".

“Es una canción sincera, porque la verdad es que uno no hubiera querido hacer una canción como esta”, dice el músico sobre Corona blues, un tema derechamente rockero, furioso y reflexivo a la vez, donde el compositor y filósofo une imágenes en torno a la muerte, las plagas bíblicas, las calles desiertas y el rol de los artistas en medio del Apocalipsis. Una nueva muestra de la amplitud estilística que alcanza el trabajo de Carrasco fuera de Quilapayún, algo que ya había demostrado en Carrasco 2 (2018), el disco en solitario con el que hace un año ganó el premio Pulsar a Mejor cantautor.

Tanto el sencillo como su respectivo videoclip -que llegan mañana a las plataformas- se grabaron en las últimas semanas y en su desarrollo participaron ilustres colegas de la escena local. Desde compañeros de Quilapayún hasta los ex Los Bunkers Francisco y Mauricio Durán, quienes colaboraron desde su casa en México. El resultado es lo más parecido a un himno colectivo que ha surgido en Chile durante la pandemia, aunque su mensaje no es precisamente edificante ni cercano a la moral "Color esperanza". Como dice su estribillo, "es una canción de mierda, esa es la verdad. Pero bueno, había que hacerla", explica su creador.

Siguiendo la fórmula de trabajo de Carrasco 2, Carrasco ideó la letra de su nuevo single y se la envío a su colega Fernando Julio de Inti-Illimani Histórico, quien se encargó de los aspectos musicales y de producción. De éste último fue la idea de convertir el texto en un blues eléctrico tipo Rolling Stones, por lo que contactó a un variado ramillete de instrumentistas para su ejecución: además de los Durán en las guitarras, reclutó a su compañero de grupo Danilo Donoso en la batería y a Caíto Venegas de Quilapayún en el bajo.

Portada del disco Carrasco 2.

Un dream team del cancionero chileno para dar forma a una suerte de nuevo subgénero musical: el rock pandémico. Así como hace seis meses Ana Tijoux timbraba el himno del estallido social de octubre llevando el cacerolazo al estudio de grabación, Corona blues, trabajada por separado y con los medios disponibles en las respectivas casas de los involucrados, sintetiza en su forma y fondo la nueva realidad a la que nos sometió el Covid-19.

"Todo está hecho con los medios más rudimentarios y caseros que te puedas imaginar", explica Carrasco, quien grabó sus segmentos vocales usando las notas de voz del celular. "No hay nada de sofisticación en esto, está cantada desde el celular y grabada así, igual que el video. Todos pusimos lo que sabemos al servicio de la canción y salió algo bastante profesional. Eso da una idea de lo que fantástico a lo que ha llegado la técnica es este tipo de cosas", añade.

"Cuando Fernando nos contó sobre el proyecto con mi hermano dijimos que sí al tiro, por el gusto de poder trabajar con Eduardo, con quien no habíamos tenido la oportunidad de hacer algo juntos y para nosotros es un referente muy importante", relata Mauricio Durán desde la capital mexicana. "Con Fernando (Julio) fuimos compañeros de colegio desde la enseñanza básica en Concepción, aprendimos a tocar guitarra juntos cuando teníamos diez años, así que volver a encontrarse para hacer algo así está mortal".

Actuar sin público

Hace dos años, Eduardo Carrasco llevaba a la carátula de su último álbum una idea a la que le venía dando vueltas hace tiempo: la del artista sin público, como se le ve en la portada de Carrasco 2, donde aparece cantando en un teatro vacío. Una imagen casi profética a la luz de lo ocurrido con la música en vivo y su incierto panorama en medio de la pandemia.

"Me surgió esa idea de que soy un artista sin público. El Quilapayún tiene público pero Carrasco no tiene, y me reconcilié con esa idea", cuenta el músico. "Me gustó esa idea y en vez de tirarme para abajo entendí que es una especie de privilegio, ser un artista de muy poca gente que aprecia eso. Una cosa anti publicitaria pero muy válida. Yo soñaba antes de la pandemia con hacer un concierto sin público y ahora todo el mundo lo hace, aunque ahora por obligación, una cosa más triste".

Más allá de la coincidencia, Corona blues continúa un proceso musical que su autor viene desarrollando hace tiempo, llevando sus pensamientos, ocurrencias y confesiones a ritmos tan diversos como la cumbia, el bolero y el rock. “Me había encantado Carrasco 2, esa aproximación musical fuera del Quila, mucho más abierta y moderna, tal vez”, cuenta Mauricio Durán. “Me gusta cuando los compositores ya tienen su carrera hecha y se atreven a hacer algo así como ese disco, con una variedad de estilos súper abierta. Creo que es algo bastante rupturista”, agrega.

Según su autor, Corona blues es la primera entrega de una serie de lanzamientos que planea seguir publicando en los próximos meses. De hecho, siguiendo el mismo método de trabajo reciente, junto a Fernando Julio esperan sacar pronto un nuevo tema, esta vez dedicado a los niños.

“Sacar canciones es lo único que nos puede salvar. Es un excelente remedio para no tirarse por el balcón”, dice Carrasco, quien concibió su último single con una imagen en la mente: la de los músicos del Titanic, quienes siguen tocando mientras el barco se hunde. “Hay que afirmar lo propio, el músico tiene que cantar, no puede hacer otra cosa, para eso está en este mundo”.

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