Columna de Héctor Soto: Herzog vuelve a intentarlo

En la cinta de Werner Herzog, Mahiro Tanimoto es visitada por Ishii Yuichi, contratado para ser su padre.

Es dudoso que Family Romance LLC esté dentro del espectro más inspirado de su obra, como lo plantea el mismo Herzog en la curiosa presentación que filmó especialmente para la exhibición en Mubi.


Una mujer quiere darle a su hija el padre que no ha tenido en diez de sus 12 años. Un funcionario del ferrocarril necesita alguien que lo subrogue al momento de enfrentar a su jefe para recibir una amonestación que, intuye, podría ser humillante. Una novia necesita el día de su boda a un padre que sea capaz de mantener la compostura en la fiesta. Werner Herzog escuchó hablar, a través de un alumno suyo, de una empresa que en Tokio atiende ese tipo de necesidades con actores que fingen roles por encargo y, ni corto ni perezoso, supo que estos motivos eran coherentes con los suyos. Estaban hechos para él. Filmó entonces Family Romance LLC, una película de ficción que parece un documental y, para despistar todavía más, lo trabajó con aliento y moral de cine amateur. La obra se presentó en Cannes el año pasado y ha estado circulando en festivales. Ahora está disponible en la plataforma online Mubi. El mismo tomó la cámara, el mismo reclutó a los actores, profesionales algunos, no profesionales otros, y después imaginó hasta dónde estas historias de suplantación podían llegar. A veces no llegan muy lejos y, por ejemplo, en el caso de una mujer que quiere revivir el día que ganó un premio de la lotería -dice que fue el más feliz de su vida- el “galleteo”, como se dice en la jerga periodística, nunca toma mayor vuelo ni inspiración. Pero la historia de la niñita de 12 años que cree reencontrarse con su padre, en cambio, si cobra altura en varios momentos. El padre será un impostor y todo lo que quiera, pero respecto de la chica, e incluso respecto del actor que encarna el rol, los sentimientos comienzan a ser auténticos. A partir de ahí, la duda queda instalada: ¿dónde termina la mentira de la representación, donde empieza la realidad?

Para un cineasta que ha arrimado buena parte de su cine a las conjeturas asociadas a la identidad -desde El enigma de Gaspar Hauser a Grizzly Man, desde Stroszek a Fitzcarraldo- estos aprontes no son descaminados. Herzog sabe de lo que está hablando. Su película intenta conectar con un mundo deficitario en sentimientos e incluso orilla la duda -alguien lo dice, pero la película nunca se enciende de verdad en esta dirección,- de si acaso toda nuestra vida no es otra cosa que una representación. Una especie de Truman Show universal, por decirlo así, donde todos funcionamos con una máscara preasignada y que, claro, en realidad no es la nuestra. De hecho es una gran sospecha, aunque estas imágenes nunca la potencian con la debida convicción, entre otras cosas porque en la cinta a veces hay mucho de relleno, mucho material intercambiable y poco persuasivo tanto en la forma como en el fondo. También, es cierto, que hay momentos donde acontece la verdad, donde las líneas se cruzan, donde las ideas se encarnan y la película logra irradiar lirismo, sentimiento y revelación. Herzog es un cineasta que a veces saca lo mejor de su arte en momentos de pura observación. Las imágenes, por ejemplo, de unos pecesillos artificiales nadando en el acuario de un hotel robotizado japonés remiten a preguntas sobre el futuro que nadie se atrevería siquiera a sugerir.

Así y todo es dudoso que Family Romance LLC esté dentro del espectro más inspirado de su obra, como lo plantea el mismo Herzog en la curiosa presentación que filmó especialmente para la exhibición en Mubi. Curiosa porque los cineastas habitualmente no “presentan” sus películas así. Las obras hablan por sí solas. Siendo así, lo más probable es que este trabajo no le añada mayor grandeza a una filmografía que es larga, consistente, impredecible, irregular a veces, pero que tiene tramos completos que están a la altura de lo más rescatable del cine contemporáneo.

La experiencia, con todo, tiene algo de fascinante. Es fascinante que un artista a los 77 años siga indagando derroteros nuevos para su cine. También lo es que, a una edad en que los cineastas tienden a repetirse, Herzog siga experimentando con registros y formatos. Y que juegue, como buena parte de lo más desafiante del cine y la literatura contemporánea, con las tensiones y fisuras que pueden instalarse entre la verdad y la ficción.

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