La nueva era de Cancamusa: “Llegó mi tiempo de cantarle al amor”

La cantautora chilena radicada en México habla con Culto de su nuevo single estrenado hoy, Sin miedo a la profundidad, de cómo dejó atrás el acento más espectral de su álbum debut, de su apuesta por el romanticismo y de arrojarse sin temor a las aguas de Acapulco. Escucha aquí la canción.


Cancamusa (31) le teme a la profundidad. Sobre todo cuando el azul del océano ruge frente a ella.

“Sí, le tenía miedo a la profundidad y nunca había nadado en el mar. Para grabar el video de esta nueva canción fuimos hasta una playa virgen en Acapulco que tiene tonos celestes y para mí fue un desafío, porque el mar me tragaba, tenían que ir a buscarme. Pero me atreví a nadar para poder llevar a cabo en lo visual la idea que yo buscaba”, relata en referencia al videoclip de su canción estrenada hoy, titulada curiosamente Sin miedo a la profundidad.

En rigor, Cancamusa no le teme a la profundidad. Menos cuando los océanos aún más vastos e inquietos de su pasado rugen frente a ella. Como cantautora, Natalia Pérez, su verdadero nombre, ha desarrollado una incipiente huella autoral materializada en su primer álbum (Cisne: Lado negro, de 2020) y en composiciones de naturaleza confesional e introspectiva, adheridas a un pop otoñal que no extravía el acento melódico.

En su recorrido más profesional, tuvo buenos mentores: con estudios de batería, ocupó ese puesto en los conjuntos de artistas tan disímiles como Joe Vasconcellos, Javiera Mena, la banda Amanitas y Mon Laferte, con quien se mantiene hasta hoy, en una sociedad que le permitió radicarse en México desde 2019.

Pero en su recorrido más privado, su infancia en el sur de Chile y una serie de complejos capítulos familiares moldearon a una cantautora sin problemas para hablar de heridas, de cambios de piel o de melancolía en temas como Soledad, Huracán de fuego o Amor abstracto.

“Llegar a México me hizo tener otra vida y analizar muchas historias que me marcaron. Fue como una sanación. Cisne: Lado negro lo veo como un refugio, pero como una cajita de fotos oscuras y de cosas de mi infancia que ya dejé ahí, que estoy cerrando para comenzar con mi historia y mis gustos actuales”, postula la cantante a modo de declaración de principios.

Después sigue: “Necesitaba hacer ese disco para contar quién era. Ese álbum refleja historias de enfermedades cerebrales que me tocó vivir con mi mamá y mi abuelita. Mucha gente me ha agradecido que hable de esos temas. Pero es algo que dejé. Cerrado, como en una cajita. Ahora hay una nueva fase”.

¿Y cómo es esa nueva era? “Este disco y estas nuevas canciones son románticas”, define sin demasiados rodeos, como si siguiera una línea en que su debut significó un viaje hacia la niñez, mientras que su segunda entrega será un salto hacia la pasión eléctrica y torrencial propia de la juventud. “De hecho, yo no le había escrito al amor. Aquí van a poder conocer mi perspectiva del amor, mi manera de expresarme en torno al amor. Es un disco que tiene mucha ternura, pero que también habla de desamor. Voy a seguir contando historias personales, pero desde ese lado”.

Sin miedo a la profundidad es el primer adelanto –el álbum saldrá en 2022- y aborda el suspiro más platónico del amor, ese hechizo inicial que luego se convierte en un terreno sin demasiado espacio para la razón. “Eres la persona mágica y un día lo noté/ Me escapé, quería conocer, entrar sin límites”, parte cantando Cancamusa sobre un pulso sintético y ligero –pese a que el track nació desde la guitarra y en el living de su casa-, lo que la aleja de los pliegues más sombríos de sus primeras composiciones.

En lo geográfico, cuenta que su inspiración fue Latinoamérica: probablemente el lugar del planeta donde, gracias al bolero, el tango, la ranchera o la balada, mejor se le canta a los corazones agitados. “En 2019 me fui de gira y conversando con gente de otras culturas me di cuenta de la forma intensa que tenemos de amar los latinos, de entregarnos y de ser parte del otro”.

Pero en una mirada más propia y menos continental, afirma que ese modo de querer también es parte de su ADN: “Las veces que me he enamorado demasiado no he tenido miedo a eso; por eso la canción va para ese lado, es atreverse a amar y darlo todo, habla de la pasión que se vive cuando uno se enamora, sin pensar en nada, muchas veces dándolo todo con una persona, sin pensarlo mucho. Pero es algo que dejé fluir. Simplemente nació. No es que haya establecido de qué voy a escribir, sino que apareció de modo genuino”.

“Siempre he pensado que la vida es muy compleja y amplia, que hay muchas cosas de las que uno puede escribir. En un principio de mi carrera escribí otros asuntos y ahora llegó mi tiempo del amor”.

Incluso hay una forma aún más singular de acercarse a su nueva canción y de vincularla con el más universal de los sentimientos. “Esta es una etapa distinta y también es un color distinto. Yo veo colores en la música”, admite la cantautora, bajo un concepto conocido como sinestesia; o sea, ese fenómeno en que algunas personas mezclan sentidos y, como su caso, pueden ver colores cuando escuchan música. “Sin miedo a la profundidad es una canción celeste. Por eso fuimos hasta a Acapulco a buscar un mar celeste que ejemplificara este tema. Fue hermoso grabar en esas aguas”.

Y fue el minuto en que Cancamusa le perdió el temor a la profundidad e inauguró su nueva era. “Estoy logrando hacer todo lo que soy. La gente ahora va a ver a la Cancamusa baterista, cantante, compositora y cantautora. Y eso es cumplir un sueño”.

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