Trivia del siglo pasado. A principios de 1999, una cantidad importante de técnicos veinteañeros asiste a Miguel Littin en su película Tierra del fuego, producción sobre el millón de dólares. El primer asistente de producción es Cristián Jiménez, que una década después dirigirá Ilusiones ópticas; el segundo asistente de cámara se llama Benjamín Echazarreta, que 14 años más tarde será el director de fotografía de Gloria y de Una mujer fantástica; el cuarto asistente de dirección, abajo en la línea de mando, es Pablo Larraín, que 13 años después conseguirá la primera nominación a un Oscar para Chile con su película No.

La anécdota la cuenta Eduardo Castro (41 años), que en aquel largometraje la ofició de "último técnico eléctrico". Hoy es el director de producción de Pablo Larraín y de Sebastián Lelio. "Además, el foquista de segunda unidad era Sergio Armstrong (futuro director de fotografía de Pablo Larraín) y el jefe de producción era Andrés Waissbluth (posterior realizador de Los debutantes). Somos algo así como los hijos de Littin", agrega Castro.

Parte de una generación bisagra del cine chileno que aprendió a ensayo y error, Eduardo Castro aprovecha de recordar aquellos inicios mientras comparte con el equipo de la productora Fábula, a dos días del Oscar para Una mujer fantástica. Algunos de los nombres mencionados son parte del staff habitual de la compañía de los hermanos Juan de Dios y Pablo Larraín y aquello le sirve a Castro para recordar que su grupo tiene algo de compañía de teatro, de grupo itinerante difícilmente disoluble.

"Si uno se fija bien, se suelen repetir los nombres envarios créditos. Por ejemplo, Benjamín Echazarreta suele trabajar con Sebastián Lelio y con la directora de arte Estefanía Larraín, mientras que Sergio Armstrong lo acostumbra a hacer con ella y con Pablo Larraín", comenta Castro, que ha estado con todos ellos, en películas como No (2012), El club (2015), Neruda (2016), pero también en Navidad (2009), El año del tigre (2011), Gloria (2013) y Una mujer fantástica (2017).

"En este trabajo, me parece que todos somos como una gran tropa de Sanchos Panzas que ayudamos a un Quijote que conduce la película", comenta Castro. "Me ha tocado estar con Sebastián Lelio desde la época de Navidad, pero a pesar de que los presupuestos han cambiado, hay algo que nunca ha variado: siempre sigue siendo igual de metódico. Acostumbra siempre a tener muy claro hacia dónde van las cosas", añade.

En rodaje

Las ventajas del trabajo en equipo suelen traducirse en una comunicación ideal y en un fiato casi orquestal. "Empezamos en Una mujer fantástica inmediatamente después de Neruda, así es que veníamos con mucha fuerza. Eramos en gran parte el mismo equipo y eso me ayudó mucho", cuenta Estefanía Larraín (36), directora de arte de Una mujer fantástica, de El club y de Neruda, entre otras películas al alero de Fábula.

Larraín también trabajó en Navidad (2008), película de Sebastián Lelio que lo puso por primera vez en Cannes. "Sucede también que hace diez años nos equivocábamos mucho más y gastábamos más palabras para comunicarnos entre nosotros. Ahora ya nos conocemos de memoria. Funcionamos más como una orquesta, mejor afinados", comenta Estefanía Larraín, quien suele trabajar con Eduardo Castro, pero también con Horacio Donoso, director de locación de Una mujer fantástica.

"Hay una escena que ya es bastante icónica y es cuando Daniela Vega camina contra el viento por una calle de Santiago con muchos rayados y graffitis, donde hay varias hojas y papeles que se le vienen a la cara a ella. Fueron muchos ensayos, con unas turbinas gigantescas soplando hacia todos lados", dice Larraín.

A la hora de dar rasgos estilísticos, la directora de arte enfatiza que había que quitar el cliché "under" que acompaña a los personajes transgéneros del cine. "Por el contrario, había que poner a Daniela Vega muy linda, muy bien vestida. Debíamos abrir la cabeza del espectador", explica.

Tanto Larraín como Castro y el director de locaciones Horacio Donoso, conocen los métodos de Lelio y Pablo Larraín al dedillo. "Las formas son distintas", dice Horacio Donoso (41). "Sebastián (Lelio) tiene una concepción bien clara desde una principio y cuando uno llega con una propuesta, es bien receptivo. Pablo es clarísimo para explicar, pero puede dar un giro de timón en cualquier momento y decirte 'mira lo siento, esto que te dije creo que ya no me funciona'. Sin embargo, es un director con el que un locacionista puede trabajar muy libre, porque él en realidad no está esperando que uno llegue con una copia fiel de lo que te pidió, sino que más bien con una propuesta, y eso le abre harto la cabeza".

Estefanía Larraín lo explica de esta manera: "Sebastián Lelio es bastante estructurado y metódico, en cambio Pablo Larraín improvisa más en los espacios. Pero a la larga todos los caminos conducen al cine".