Frontera, violencia y corrupción: México en la ficción actual

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Foto: AP

La sociedad mexicana, que el domingo vive un nuevo proceso eleccionario, encuentra un reflejo de sus crisis y problemas en la narrativa reciente. Escribiendo con los ojos abiertos a la realidad, los autores de ese país se hacen cargo de las mafias, los asesinos y sus muertos.


Es un pueblo olvidado. Casi nadie recuerda bien dónde se ubica y menos quiénes son sus habitantes. Es una zona rural cerca de un canal. Allí un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias del riego de la localidad llamada La Matosa. El cuerpo es de la Bruja, a quienes los pobladores temían. El crimen es uno más entre miles que deja al descubierto las sórdidas relaciones de poder y violencia que viven los vecinos.

"Le decían la Bruja, igual que a su madre (...) Si acaso tuvo otro nombre, inscrito en un papel ajado por el paso del tiempo y los gusanos, oculto tal vez en uno de esos armarios que la vieja atiborraba de bolsas y trapos mugrientos y mechones de cabello arrancado y huesos y restos de comida, si alguna vez llegó a tener un nombre de pila y apellidos como el resto de la gente del pueblo fue algo que nadie supo nunca", se lee en las primeras páginas de Temporada de huracanes, la elogiada novela, publicada el año pasado, de Fernanda Melchor.

Nacida en Veracruz, en 1982, la escritora es una de las nuevas voces de la narrativa mexicana que en sus historias hacen eco de la realidad que vive el país. Corrupción, migración y violencia son algunos de los ejes en los que se mueve México, y sobre ellos han trabajo autores de diferentes generaciones como Elmer Mendoza (1949), Sergio González Rodríguez (1950), Jorge Volpi (1968), Cristina Rivera Garza (1964), Jorge Zepeda Patterson (1952), Yuri Herrera (1970), Juan Pablo Villalobos (1973), Antonio Ortuño (1976), Tryno Maldonado (1977), Emiliano Monge (1978) y Valeria Luiselli (1983), entre otros. Mañana la realidad golpeará otra vez la puerta con las elecciones federales, donde los mexicanos deberán elegir diputados, senadores y un nuevo Presidente.

Más de 100 políticos han sido asesinados durante el proceso electoral, informó CNN. Otros medios suben a 130 las víctimas y describen más de 500 ataques a dirigentes, donde la sangre, las armas y los ataúdes hacen un relato del horror, junto a noticias de familias separadas intentando cruzar la frontera a EEUU.

"Esto tiene que ver con la imposibilidad de voltear hacia otro lado en un país en el que hemos visto cientos de miles de asesinados, miles de desaparecidos, un país carcomido", opina el escritor Antonio Ortuño, quien en su primera novela, El buscador de cabezas (2006), crea una ficción distópica, donde un movimiento de extrema derecha llamado Manos Limpias llega a la Presidencia de México. Sin embargo su novela más conmovedora y reconocida es La fila india (2013).

En la historia una joven trabajadora social es enviada a un pueblo perdido, en el sureste del país, encargada de repatriar a las víctimas de una masacre. Una vez en el lugar, una sobreviviente le relata que un grupo criminal se ensaña contra los migrantes centroamericanos. Al crimen organizado se añade la corrupción institucional y el tráfico de personas.

"Una pequeña multitud de migrantes albergados allí, centroamericanos todos, se había reunido en torno a la ambulancia que se llevaba el cuerpo de Gloria. La buena de Gloria. La que siempre ayudaba. (...) Quién castigaría una simple muerte en medio de una masacre", se lee al inicio de La fila india.

Un montaje policial ocurrido en 2005 es protagonista de la historia que Jorge Volpi desarrolló en Una novela criminal, ejemplar que se adjudicó el Premio Alfaguara 2018. "Ojalá este libro contribuya a cambiar el funcionamiento de la justicia en México", dijo Volpi en febrero a este diario.

Su premiado libro se inspiró en el caso de la francesa Florence Cassez, quien fue detenida con su pareja de entonces, Israel Vallarta, acusado de liderar una banda de secuestradores llamada Los Zodiacos. Transmitida por televisión, la detención se transformó en uno de los casos emblemáticos de montaje policial. Extorsión, falsas pruebas y dinero sucio, el asunto terminó en un incidente diplomático entre México y Francia. "Hay irregularidades que son enormes en nuestro sistema de justicia, plagado de corrupción y donde la tortura es una práctica sistemática", aseguró Volpi, también autor de obras como En busca de Klingsor (1999) y El fin de la locura (2003).

Grandes temores

Hace 10 años el narrador Elmer Mendoza publicó la novela Balas de plata. En ella hace su aparición el detective Edgar "el Zurdo" Mendieta. Considerado el mayor representante de la llamada Narcoliteratura, Mendoza continuó involucrando a Mendieta en turbios casos de asesinatos, en cuyas sombras operan los temidos carteles de drogas.

"En México somos especialistas en ocultar víctimas. Si realmente fueron un millón de muertos en la Revolución Mexicana, nunca lo sabremos... tampoco en la guerra contra el narco", ha dicho Mendoza, autor de La prueba del ácido (2010), Nombre de perro (2012) y Besar al detective (2016), novelas protagonizadas por el detective Mendieta.

"La literatura mexicana se ha vuelto militante y se ha propuesto denunciar la desigualdad, el racismo, la corrupción, la violencia, los abusos contra los migrantes y todas las otras vejaciones que sufre la gente aquí", dice la autora Guadalupe Nettel desde México.

La ganadora del Premio Herralde 2014 con Después del invierno, además de recomendar las ya nombradas obras La fila india y Temporada de huracanes, cita la novela Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge, que habla de secuestro, narco e inmigración.

"Asustados, los que vienen de muy lejos se detienen, se encogen e intentan observarse unos a otros: los potentes reflectores, sin embargo, ciegan sus pupilas. Acercándose, entonces, las mujeres a los niños y los niños a los hombres, quienes llevan varios días andando dan comienzo al cantar de sus temores", se lee en Las tierras arrasadas, publicada en 2016 y ganadora del IX Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.

La migración centroamericana que atraviesa México para entrar a los Estados Unidos es el centro de la historia de Monge. Seres humanos convertidos en mercancía, relatos que el narrador acompaña de fragmentos del Infierno, de La divina comedia.

"El único deber de un escritor es decir lo que se le dé la gana lo mejor que pueda", dice el autor azteca Alvaro Enrigue (1969). "Luego la aristocracia editorial y los lectores deciden, pero el gesto de contar -o decidir no hacerlo- es ineludiblemente político siempre", agrega el autor de novelas como Vidas perpendiculares (2008) y Muerte súbita (2013).

Un gesto político fue el que hizo el escritor Tryno Maldonado hace cuatro años. "En otoño de 2014 dejé mi casa y mis pertenencias en Oaxaca y me mudé a vivir a la Normal Rural de Ayotzinapa con solo una mochila al hombro", escribe al comienzo del libro Ayotzinapa. El rostro de los desaparecidos (2015). "Durante los cuatro meses que duró mi estancia allí, dejé de lado mi vida personal con la idea de colaborar en la búsqueda y en las actividades de lucha de los familiares de los 43 muchachos desaparecidos en Iguala", añade en el ejemplar que narra la masacre en la que intervinieron policías corruptos y sicarios de narcotraficantes, que aún no tiene culpables, ocurrida la noche del 26 de septiembre de 2014.

"La vida bajo la bota de la violencia es un tema irremediable. Cada cual con su perspectiva y recursos", comenta Antonio Ortuño. "La realidad es compleja y no existe una especie de contrato de obligación para nadie", agrega el escritor, quien el año pasado con los relatos reunidos en La vaga ambición ganó el V Premio Ribera del Duero. El protagonista de las historias es Arturo Murray, quien en un momento enfrenta una disyuntiva: "Las armas, buen señor, las armas o las letras".

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