World Press Photo 2018: disparos de un mundo en llamas

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Venezuela crisis, del reportero de la agencia AFP Ronaldo Schemidt (1971), fue distinguida como la foto del año por la organización con sede en Amsterdam.

El jueves 26 llega al Espacio Telefónica la muestra del concurso mundial de Fotografía de Prensa, con 137 imágenes de 22 países y una retrospectiva de sus seis décadas. La ganadora de este año, del venezolano Ronaldo Schemidt, es el retrato de un manifestante envuelto en llamas durante una protesta contra Nicolás Maduro. Desde México, el reportero reconstruye esa historia.


Aún volaban perdigones y botellas de plástico, y el tumulto, que se perdía entre gases lacrimógenos, comenzaba a replegarse. Su reloj marcaba las 13.15 horas del miércoles 3 de mayo de 2017, y aún protegido por un chaleco, casco y máscara, el fotógrafo venezolano Ronaldo Schemidt (1971) creyó que era tiempo de guardar su cámara y perderse entre las calles aledañas a la Plaza Altamira. Minutos antes, ese rincón ubicado al lado este de su Caracas natal, uno de los más turísticos y bastión de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro, se había convertido en el campo de una cruenta batalla entre la Guardia Nacional y manifestantes del grupo opositor La Resistencia.

Pudo ser una más de las tantas marchas que solo durante el año pasado dejaron a poco más de 150 muertos y unos 2 mil heridos en las calles de Venezuela. "Incluso pensé que todo había terminado ahí, pues los tanques y motos de la Guardia Nacional se habían hecho humo y los jóvenes comenzaron a recoger a sus heridos para que fuesen trasladados", recuerda Schemidt al teléfono desde las oficinas de la Agence France-Press (AFP) en Ciudad de México, donde vive hace ya 18 años. A sus espaldas, sin embargo, y desde donde aún podía oír a un grupo de diez o más encapuchados brincar y gritar sobre una moto que le había sido arrebatada a un policía, sintió un estruendo que volvió a sacudirlo todo.

"Me volteé hacia los manifestantes porque sabía que podía venir otro enfrentamiento: los de la Guardia Nacional no se iban a quedar de brazos cruzados viendo cómo les robaban una de sus motos como si fuera un trofeo. Pero uno de los jóvenes lanzó una bomba molotov y la incendió por completo. Retrocedí. Caminé dos o tres metros y otro manifestante la golpeó con un tubo, y entonces vi a un joven, de quien supe su nombre después, José Víctor Salazar Balza (28), parado justo en frente a la moto en llamas", relata. "A esa distancia pude ver la explosión, y él (Salazar) debió recibir el 90% de la gasolina que se incendió. Empecé a fotografiar de manera instintiva, y en ese momento salió José Víctor en medio de las llamas. Y cuando se paró, el fuego lo envolvió de pies a cabeza. Se volvió una antorcha humana. Y nunca, nunca realmente, dejé de sostener la cámara entre mis manos", agrega.

Otros manifestantes que permanecían cerca se abalanzaron con agua y ropa para apagar el fuego vivo en el cuerpo de Salazar. Y de un momento a otro, recuerda Schemidt, "él volvió a levantarse y caminó unos 10 metros. Como todos los demás, no quería ser fotografiado. Mostrar debilidad ante el enemigo es lo último que querrían, y recién ahí decidí retirarme para despachar. La última vez que lo vi esperaba para ser trasladado al hospital".

14 segundos dura el registro de toda la secuencia. 14 segundos desde que Schemidt oyó el estallido hasta que obtuvo la imagen que en abril de este año fue premiada por la versión número 61° del Concurso Mundial de Fotografía de Prensa como la mejor del año. Junto a varias de las otras imágenes ganadoras y nominadas, además de una retrospectiva que recorre los 60 años de la organización independiente y con sede en Amsterdam, Holanda, serán expuestas en el Espacio Fundación Telefónica a contar del próximo jueves 26.

Colaborador de AFP desde 2004, y contratado al año siguiente, Schemidt no volvió a saber de José Víctor Salazar hasta que su hermana declaró a la prensa los daños que había sufrido: "El 70% de su cuerpo tuvo quemaduras de primer y segundo grado, y entiendo que la visibilidad de su caso se debió en gran parte a la fotografía que yo le tomé", dice el fotógrafo, quien ha cubierto eventos políticos, sociales y deportivos, incluida la Copa América en Chile en 2015. "Pero donde más me gusta estar es donde ocurren los hechos que torcerán la historia", comenta.

Y da ejemplos: su lente retrató el duelo cubano tras la muerte de Fidel Castro (2016) y, en Venezuela, la muerte de Hugo Chávez y la elección de Nicolás Maduro en 2013. "Todos fueron hechos sin duda históricos, pero en lo personal la labor de un fotoperiodista, más allá de los reconocimientos, es mostrar lo que ocurre sin intervenir la realidad. Y creo que la foto de José Víctor, así pasen los años y Venezuela salga del hundimiento, será un símbolo de esta vergonzosa crisis que aún la afecta".

De refugiados y rescates

Hubo también una segunda fotografía ganadora. En ella vemos a Aisha, la joven de 14 años que fue secuestrada en Nigeria por el Boko Haram, grupo terrorista y de carácter fundamentalista islámico que acecha también en Camerún, Chad, Nigeria y Malí. Retratada en septiembre del año pasado por el australiano Adam Ferguson (1978), y a simple vista bella y bien compuesta, su imagen adquiere dimensiones ocultas: luego de que se le asignara una misión de bombardeo suicida, Aisha logró huir y encontrar ayuda antes de que detonaran los explosivos.

Distinguida por la World Press Photo como la segunda mejor fotografía del año, ahora compone también la muestra que hasta el 26 de agosto se exhibirá gratuitamente. En total, son 137 imágenes de 42 autores provenientes de 22 países, entre ganadoras y nominadas en las 8 categorías del concurso: Temas contemporáneos, Medio ambiente, Noticias generales, Proyectos a largo plazo, Naturaleza, Gente, Deportes y Spot Noticias, que también recayó en la obra de Schemidt.

El alemán Jesco Denzel (1972) se adjudicó el premio en Temas contemporáneos con una imagen que pone en evidencia el enorme asentamiento informal de pescadores de la comunidad de Makoko, la llamada Venecia de Africa, en las costas de Nigeria. Considerado uno de los rincones más bellos de ese país, hoy sus habitantes reclaman su derecho a vivir en paz ante la amenaza inmobiliaria y turística que hace ya varios años podría borrarla del mapa.

Un rinoceronte blanco, en tanto, es el protagonista de la conmovedora fotografía capturada por el inglés Neil Aldridge (1966), ganadora de la categoría Medio ambiente. Drogado y con sus ojos vendados por una cinta roja, el animal y uno de los que encabeza la lista de las especies "amenazadas", está a punto de ser liberado en su hábitat natural en Botswana tras ser rescatado en Sudáfrica para protegerlo de cazadores furtivos. Especialmente en Vietnam y China, sus cuernos son tan apetecidos como un diamante: pueden costar entre los 20 y 50 mil euros por kilo, dadas sus propiedades medicinales e incluso su contrabando como droga recreativa.

Sobre el pasto y cubiertos por plásticos, yacen los casi 80 cuerpos del grupo étnico Rohingya, en Birmania. Alrededor de 100 de ellos intentaba huir a bordo de un bote que se hundió el 28 de septiembre del año pasado a unos ocho kilómetros de la playa de Inani, en Bangladesh. Aunque minoritarios en su país, el pueblo de los Rohingya suma actualmente un millón de habitantes. Sin embargo, las leyes aprobadas durante los años 80 los privaron de la ciudadanía birmana, y desde entonces intentan escapar en la búsqueda de una nueva vida. La imagen del australiano Patrick Brown, distinguida en la categoría de Noticias generales, dio la vuelta al mundo por su crudeza: varios de los cuerpos sin vida y que logró capturar el encuadre, son de niños y jóvenes.

El galardón entre los Proyectos a largo plazo, por su parte, recayó este año en la fotógrafa holandesa Carla Kogelman (1961) y su serie Ich Bin Waldviertel (Soy de Waldviertel). La artista le sigue los pasos a Hannah y Alena, dos hermanas que viven en Merkenbrechts, un pueblo bioenergético de no más de 170 habitantes en Waldviertel, aislada zona rural de Austria muy cerca de la frontera que la separa de República Checa. Ambas se la pasan la mayor parte del tiempo juntas, nadando y jugando al aire libre y en casa, y Kogelman, quien las ha fotografiado desde el año 2012, pretende mostrar a través de sus despreocupados días la misma aldea y su estilo de vida sustentado en la bioenergía.

En el gabinete dedicado a la sección Naturaleza que ha levantado la Fundación Telefónica en su espacio en Providencia, asoma también la imagen de un águila calva hurgando y dándose un festín con los restos de carne en un contenedor de basura de un supermercado en Dutch Harbor, Alaska, EEUU. La obra del fotógrafo Corey Arnold (1972) contrasta la realidad que se vive allí: 5 mil personas habitan la zona y alrededor de 500 águilas vuelan sobre sus cabezas, pero cuando se les acerca la muerte regresan y acechan a la población. Es allí donde entra el lente de Arnold.

Deportes es una de las categorías que defrauda este año: su ganador, el británico Olivar Scarff (1972), apostó por disparar en blanco y negro para obtener una confusa imagen de los dos equipos oponentes de fútbol, los Up'ards y Down'ards, luchando por el balón durante el histórico y anual encuentro del Royal Shrovetide en Ashbourne, Reino Unido, del 28 de febrero de 2017. Muy por el contrario resulta el caso del sueco Magnus Wennman (1979), quien se quedó con el primer premio de la sección Gente. Su imagen muestra a las hermanas Djeneta e Ibadeta, dos refugiadas romaníes que padecen del curioso Síndrome de resignación, que las deja inmóviles, mudas, incapaces de comer y beber e indiferentes a cualquier estímulo físico. Ambas llevan dos años y medio y seis meses, respectivamente, sin responder a dichos estímulos. Aún se desconocen sus causas y cuánto podría durar, y lo más raro aún: solo lo padecen los refugiados en la Suecia de hoy.

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