Crisis del libro en Chile: un panorama en llamas
<P>La Cámara Chilena del Libro sufrió su mayor quiebre en 60 años: los grandes sellos se retiraron y formaron la Corporación del Libro y la Lectura, mientras crecen Editores de Chile y Editores de la Furia. </P>
Es llamado el evento cultural más grande de Chile. La Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa) contó el año pasado, en su 35 versión, con 500 actividades durante los 18 días en que se desarrolló, en el Centro Cultural Estación Mapocho, como ocurre desde 1990. Los invitados fueron los países nórdicos, y entre sus autores vinieron Kjartan Fløgstad, Carsten Jensen y Johan Theorin. Y entre las novedades se informaba que las editoriales independientes alcanzaban mayor presencia, ya que el espacio había sido distribuido de mejor manera frente a los grandes sellos. La feria anunciaba música, cine, homenajes, circo, cuentacuentos, y mientras la fiesta ocurría sus organizadores, en su mayoría parte de la Cámara Chilena del Libro, ya estaban divididos.
Creada en 1950, la Cámara Chilena del Libro surgió con el propósito de promover y difundir el libro, además de organizar ferias y encuentros literarios. Distribuidores, editoriales y librerías confluían en la asociación que reúne a 80 socios, cuyo primer presidente fue el mítico editor Carlos George Nascimento.
El 8 de noviembre del año pasado terminó la Feria del Libro de Santiago. Algunas semanas después, un conjunto de editoriales se retiró de la Cámara. Son los sellos que reúnen a la mayoría de los autores nacionales y extranjeros, como es el caso de Editorial Planeta (Seix Barral, Destino, Tusquets y otras), Ediciones B, Catalonia, Penguin Random House (Alfaguara, Sudamericana, Debate, Grijalbo, Lumen), entre otras. Hace un mes, estos grupos formaron la Corporación del Libro y la Lectura.
"La salida es una decisión que se tomó con el director general de Latinoamérica. Era difícil avanzar con los ruidos que había dentro de la Cámara. En la Corporación nos sentimos mejor", dice Hernán Rosso, director general de Penguin Random House, el grupo editorial más grande de Hispanoamérica.
"Hay que sincerar, la Corporación nace desde un conflicto. Se podría plantear de manera más dulce, pero se dividió la Cámara", señala Pablo Dittborn, parte del directorio de la nueva Corporación, quien trabajó en Quimantú, en los 70, más tarde en Random House y como miembro del Consejo de la Cultura. "Había perspectivas muy diferentes; además, dos sectores, las editoriales y los libreros, cuya visión es más mercantilista. Llegamos a tener reuniones donde había conflictos, porque se daba el caso de una persona que estaba sentada frente a la otra que era su distribuidora y le debía dinero desde hace seis meses, ¡era terrible!", señala Dittborn. "Yo me atrevo a decir que en la Corporación ahora están por lejos los libros más vendidos de Chile y la mayoría de los escritores nacionales", agrega y defiende la salida de los sellos de la Cámara. "Nosotros estábamos por la lectoría. No creemos que el único referente sea la Filsa, hay mucho por hacer. Queremos realizar estudios sobre el estado del libro y la lectura. Al no existir estos análisis se toman medidas arbitrarias", dice Dittborn de la Corporación que ya se reunió con el ministro de Cultura y firmó un acuerdo de cooperación con Fundación La Fuente y su red de Bibliotecas Viva.
El panorama del libro en el país cambió. Pero lo cierto es que la crisis de quienes participan en la producción del libro venía desde hace algunos años, con la distancia entre los socios de la Cámara Chilena y los integrantes de otros dos organismos vinculados al mundo editorial.
Uno es Editores Asociados de Chile, que reúne a cerca de 30 editoriales como Cuarto Propio, Lom, Tajamar y Ocho Libros. Por otro lado, con fuerza vienen ocupando nuevos espacios Editores de la Furia, compuesta por más de 50 sellos independientes, como Das Kapital, Alquimia, La Calabaza del Diablo, Ceibo, Cuneta, La Pollera y Sangría. Ellos han creado nuevos eventos como la Primavera del Libro, en Providencia, y la Furia del Libro, que el año pasado hizo su novena versión en el GAM.
"La Cámara se concentra solo en Filsa, donde sistemáticamente ha otorgado un lugar privilegiado a sus socios y sus intereses", dice Marisol Vera, presidenta de Editores de Chile. "Lo más complicado de nuestra relación con la Cámara tiene que ver con su carácter hegemónico", afirma Marcelo Montecinos, presidente de Editores de la Furia. "Y ese carácter no es dado por tal o cual dirigencia, sino que es representativo de una forma de practicar cierta política económica del libro casi en soledad. Lo que está sucediendo es que ya hace un rato no son los únicos y el panorama ha cambiado", agrega Montecinos.
A pesar de los cambios, la Cámara inauguró el pasado 23 la Feria del Libro de Plaza de Armas en el mes del libro, que se extiende hasta el 3 de mayo. Además, ya organiza la próxima Feria del Libro de Santiago (Filsa) que este año tiene a México como país invitado. Pero en ella no participarán la Furia ni Editores de Chile.
"Hemos seguido trabajando. El mundo del libro se hace con editores, distribuidores y libreros, y la Cámara es la única que cumple ese requisito en el país. Somos una organización inclusiva", asegura Alejandro Melo, presidente del organismo. "Hay que entender que organizar una feria requiere trabajo, no es una feria del calzado. Por eso para la programación de Filsa hemos tenido reuniones con Paula Larraín, secretaría del Consejo del Libro", agrega Melo, quien ya ha conversado también con la nueva Corporación del Libro. "Nosotros no competimos por quién tiene más autores. Y sobre las críticas de que solo nos concentramos en Filsa, puedo decir tenemos una comisión que se reúne periódicamente con el Mineduc y el Consejo del Libro", afirma Melo, gerente de Librería Libertad.
Otras críticas apuntan al Consejo de la Cultura como una entidad estatal que debe articular las organizaciones del libro. "Debe ser mucho más participativo, que existan convenios permanentes y no solo por medio de fondos concursables. Se hace mucho turismo literario. Muchos viajes a ferias, a Italia, Argentina, Francia, México... ¿Y cuáles han sido sus beneficios?", se pregunta Dittborn.
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