En sólo 10 meses Sergio Markarian fue capaz de revalorizar al alicaído fútbol peruano, el cual en la última Copa América dejó su cartel de último en el continente para subirse al tercer lugar del podio. Para ello, el "Mago" utilizó la misma receta que lo ha acompañado en toda su trayectoria: trabajo, seriedad y una gran cercanía con los futbolistas, argumentos que comenzó a implementar desde sus inicios en la banca de Bella Vista, equipo al que dirigió en paralelo con sus labores de gerente de producción de una importante empresa de gas en Montevideo.
"Mi padre le dio la oportunidad de trabajar por primera vez en el fútbol, en Bella Vista en 1976; lo contactó porque había sido el técnico con la mejor nota en su etapa formativa", recuerda Sebastián Bauzá, actual presidente de la Federación uruguaya de fútbol, quien destaca la importante decisión tomada por Markarian a finales de los años setenta. "Sergio tenía un trabajo estable y bien remunerado fuera del fútbol. Sin embargo, mi padre lo convenció para que se dedicara exclusivamente a su carrera como técnico... Fue una decisión difícil, porque su mujer no estaba muy convencida de que ingresara al fútbol", cuenta el dirigente.
Tras Bella Vista dirigió a Danubio y River Plate. En Danubio coincidió con Rubén Sosa, ex figura del balompié "charrúa" durante los ochenta, quien describe al técnico como su segundo padre. "Me hizo debutar a los 15 años, siempre se preocupó de mi desarrollo profesional. Es un tremendo entrenador que está pendiente de todos los detalles, desde la salud hasta los problemas personales", relata el ex delantero.
Luego de siete años dirigiendo en su país, Markarian inicia su aventura en Paraguay. En tierras "guaraníes" se calza el buzo de Olimpia, Libertad, Nacional, Cerro Porteño y Sol de América, clubes en los que sumó cinco títulos en siete temporadas y que resultarían claves para su llegada a la selección juvenil de Paraguay que clasificó los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
Su etapa en Asunción no sólo trajo éxitos, sino una de las grandes manchas de su carrera, cuando al mando de Sol de América participó en el extraño triunfo 5-4 sobre Olimpia que terminaría eliminando a Colo Colo de la Copa Libertadores del 89. "Todos dicen que el partido estaba arreglado, pero eso jamás ocurrió, ya que ni Markarian ni Luis Cubillas en Oimpia se prestarían para algo así", destaca Oscar Giagni, ex dirigente de Sol de América.
La década del 90 marcaría su primer encuentro con el fútbol peruano, en donde junto a Sporting Cristal rozaría la gloria continental con el subcampeonato de la Libertadores en 1997. El lateral de aquel equipo, Jorge Soto, valora el trabajo del uruguayo, quien jamás jugó fútbol a nivel profesional. "Sin tener la experiencia de camarín como jugador, entendió rápidamente la forma de llegar al grupo para convertirse en uno de los mejores técnicos del continente", agrega el "Camello". De Perú saltaría a Grecia, para sumar junto al Panathinaikos los cuartos de final en la desaparecida Copa UEFA en 2003.
Antes, sin embargo, conduciría a Paraguay al Mundial de Corea - Japón, certamen que no dirigió por diferencias con la federación "guaraní".
En 2009 llegó a Chile para guiar a la "U" al título de aquel año. En sólo seis meses dejó su huella, gracias a un estilo marcado por el éxito. "De él sacamos lo mejor como líder", afirma Rafael Olarra, mientras José Luis Flores, su chofer particular en Santiago, cuenta las horas para reencontrarse con su amigo. "Es una persona muy humana y simple, que jamás me hizo sentir su chofer, ya que siempre me integró como uno más de su círculo cercano. Ibamos siempre a cenar junto a su señora. Lo más seguro es que lo vaya a buscar al aeropuerto a su llegada a Chile", agrega Flores, sobre la visita del entrenador, junto al seleccionado "incaico" que el martes desafiará a la "Roja" al mando de un viejo conocido del fútbol sudamericano. El mismo que con sapiencia y trabajo supo hacerse un nombre en un mundo desconocido para un gerente de empresa.