El tradicional vendedor de "ricafé" de los estadios de la capital
<P>Lleva 37 años sirviendo el brebaje en las graderías deportivas de Santiago cuando hay partidos de fútbol.</P>
El partido no tiene mucha acción, pero aun así todos gritan desaforados. Son las 20 horas en el estadio Santa Laura y la Unión Española, el local, intenta sobrepasar a Santiago Wanderers. Encuentro discreto y disputado en el mediocampo. Momento ideal para un café caliente.
-¡Café!, ¡café! -grita Julio Chandía, mientras intenta cuidadosamente pasar por las graderías. Se las sabe de memoria y no yerra en ninguno de sus pasos. El oficio lo conoce hace 37 años.
"Me gustan este tipo de partidos, porque me puedo mover más fácilmente por entremedio de los asientos", dice Julio, uno de los cafeteros más antiguos de los estadios de Santiago, que todas las semanas se juega su sueldo en 90 minutos.
"Uno tiene que estar atento y mirar a las personas, porque hay un momento exacto del partido donde es mejor ofrecer un café. Generalmente después de un gol, el equipo que gana se pone feliz y consume", cuenta mientras camina por los diversos sectores del estadio.
Santa Laura, el Nacional, San Carlos de Apoquindo, el Monumental y el Municipal de La Cisterna son sus puntos frecuentados, según el calendario de fechas del fútbol chileno.
Su rutina es básicamente la misma. Llega dos horas antes de cada partido y colabora con los demás negocios de la concesión en la que trabaja. En el puesto que toque, pela paltas, corta panes y prepara las bebidas. Luego de eso juega brisca con sus compañeros.
Oficio ochentero
Chandía comenzó a vender el café cuando tenía 15 años. Su familia se había dedicado históricamente al comercio ambulante dentro y fuera de los estadios. "Llevo muchos años y me tranquiliza estar acá; además, lo paso bien. Es como una casa", señala el trabajador.
En los 70 y 80, no era extraño ver a cafeteros como Julio caminando por el centro de Santiago para ofrecer, con su singular grito, el brebaje caliente. Hoy en día, salvo en los estadios, estos personajes se dejan ver en lugares como La Vega, Lo Valledor y algunas calles del centro. Pero no con la misma frecuencia de antes.
La pregunta que asalta cuando se ve a Julio en acción es cómo logra cargar esa mochila de acero -de siete litros de agua caliente- sobre su pecho. "Son pesados, pero yo estoy acostumbrado. Eso sí, no es llegar y tomarlos, porque están hirviendo y cualquier paso en falso puede ser terrible", explica.
En cada encuentro deportivo, Julio llega a vender entre 70 y 80 vasos de café. Cobra $ 500, dice, pero a veces también $ 1.000. "Depende de la gradería y del evento", aclara. Pero no se embolsa más de $ 15.000 diarios.
A través del tiempo, este repartidor de café se ha hecho sus clientes. Entre ellos, importantes dirigentes de clubes deportivos y personajes de televisión. "Me gusta venir a los estadios y me dolería que la pega dejara de dar", confiesa Julio, cuando Santiago Wanderers anota su segundo gol. Sabe que es el minuto de ofrecer el brebaje, porque maneja el negocio.
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