Fred Vargas, la reina del enigma

<P><I>Un lugar incierto</I>, último libro en castellano de la escritora francesa, prueba su jerarquía y elegancia.</P>




Hace un par de meses, la traductora al castellano de Fred Vargas, Anne-Hélène Suárez, ganó el premio de traducción más importante de España, el Stendhal, por su versión de La tercera virgen, el penúltimo libro de la saga policial del comisario Adamsberg (en Francia vendió más de 400 mil copias). Fue un trabajo muy difícil: "La trama de la obra está basada en un juego de palabras, y si no se resolvía bien ese juego no se iba a entender, podían llegar a pensar que el comisario era un papanatas", dijo Suárez. "Además, uno de los policías hablaba en versos alejandrinos". La historia, en tanto, comienza con el fantasma de una monja del siglo XVIII que degüella a sus víctimas y continúa con cadáveres de vírgenes profanados.

En otra entrega, El hombre del revés, Adamsberg debe lidiar con un pueblo de los Alpes, donde las ovejas amanecen asesinadas y todo parece indicar que ronda un hombre lobo. Ahora, en Un lugar incierto, la maldición del cementerio de Highgate, en Londres, donde opera una fuerza siniestra que viene de los tiempos de los pintores prerrafaelistas y de Bram Stoker, el autor de Drácula, se manifiesta en la macabra aparición de 17 pares de zapatos con los pies de sus dueños adentro. Y luego tiene que ver con el descubrimiento de cuerpos pulverizados en París, Austria y Serbia.

Lo mejor es que todos estos elementos sobrenaturales, que parecen propios de la ciencia ficción o simplemente de mala literatura fantástica, son narrados como aspectos de la realidad totalmente verosímiles, aunque mantengan su misterio y descontrol: son producto de lo insondable del hombre, de una maldad ancestral. Las referencias cultas, en tanto, sorprenden hasta a los mismos personajes, que en ningún momento temen delatar su ignorancia o falta de interés.

El inspector protagónico, Adamsberg, se guía ante todo por la intuición, incluso por el placer y la curiosidad que le producen la infinidad de personajes secundarios, sospechosos y colegas, que van armando una trama atiborrada de acontecimientos pequeños y conversaciones no concluyentes, donde nada es muy seguro nunca.

Fred Vargas es la reina de lo doble, de los claroscuros y de las sincronías. Se llama en realidad Frédérique Audoin; acortó su nombre y usa el mismo apellido de artista que tomó su hermana gemela, pintora, del personaje interpretado por Ava Gardner en La condesa descalza. Fred trabajó más de 20 años en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, empezó a escribir en sus vacaciones -sacaba una novela en tres semanas-, y publicó con seudónimo para no meter ruido en su trabajo como arqueozoóloga. "Me he ocupado de la historia de la transmisión de las epidemias, concretamente de la pulga que transmitía la peste. Y también de la economía en la Edad Media a partir del consumo de carne, un estudio que parte de otro sobre el tamaño del ganado", ha dicho.

De ahí que en su escritura sea palpable cierto espíritu científico para investigar la fantasía, de tal modo que lo barroco de su trama se despliega como algo demasiado humano, y le permite salirse del cliché policial que busca y encuentra la lógica del crimen. Y esto, a la velocidad de la mejor serie policial; de hecho, este libro ya es un episodio en la televisión francesa, el cuarto capítulo de la miniserie dedicada a la serie de Adamsberg.

Vargas asegura que escribe enigmas, no novela negra, género evidentemente cargado de críticas sociales y políticas directas. Ella prefiere invenciones y alusiones de raíz arcaica y realidad improbable: piensa que el policial es heredero de la épica. "El comisario es el héroe; el asesino, el minotauro, y las falsas pistas son el laberinto. La novela de enigmas es un libro que intenta identificar un peligro. Es una novela de vida o muerte. Cuando no puedes resolver tus angustias, tus temores, los representas en una novela. La ficción te permite reconocerlos. Saber. Avanzar para volver al mismo tiempo pero tranquilizado. Es la función de los cuentos, y de los mitos. Te ayudan a dormir". Por eso sus novelas también son muy críticas, y no tienen piedad con las actitudes fascistas, la crueldad ni la estupidez.

En Un lugar incierto, el laberinto comienza a extenderse como si fuera un territorio de horrores donde hay ciertos refugios con personajes fascinantes, inquietantes, que permiten ver y entender la realidad otra vez. Porque no se trata solo de investigación para encontrar un asesino, sino de un relato que lleva a entender de nuevo el mundo. Por eso el inspector Adamsberg, que tiene una personalidad compleja e inasible, muestra siempre la mente abierta en vez de los vicios o las virtudes típicas del héroe policial, sea el alcohol o una ética a toda prueba. Es desapegado, nada en particular le interesa pero no puede dejar de movilizarse por los indefensos, las víctimas o los seres extraños de esta vida tan extraña e incomprensible.

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