Harry Waters: la historia del hijo que nació con The Wall

<P>El tecladista de 33 años es parte de la banda estable desde 2002 y lo acompaña en Santiago.</P>




"¿Y cuándo te vas a cortar esa barba?". En pleno ensayo del pasado miércoles en la noche, en el Estadio Nacional, Roger Waters mira a su hijo mayor, Harry, y le agita de un pellizco el largo y frondoso pelo que descansa bajo su perilla y que terminara cortándose ayer. Está claro: ambos han explotado un aspecto situado casi en las antípodas.

Pero la reprimenda paternal es también una huella de fraternidad y camaradería. El tecladista Harry Waters (33) se ha convertido en uno de los mayores aliados escénicos y musicales del cantante en su última década, con participación protagónica en el conjunto que anoche partió la tanda de dos espectáculos del tour The wall live en Santiago.

Pero como para reforzar aún más el lazo genético, Waters jr. es parte de The Wall mucho antes de su desembarco de Ñuñoa: su nombre estuvo ahí desde un principio. Incluso, no es aventurado postular que el nacimiento del hoy músico en 1978 -el mismo año en que su progenitor empezó a delinear su obra magna- explica la trama del rockero alienado y recluido que retrata el disco.

Hastiado del contexto que merodeó el tour de Animals (1977) -las multitudes de fans, los grandes estadios y las presiones de la industria-, Waters anunció al resto de sus camaradas en Pink Floyd que se autoexiliaría durante dos años del circuito, no sólo para facturar la obra que ilustraría esas penurias, sino que también para refugiarse en su familia. Junto a su segunda esposa, Carolyne Christie, se fue hasta su casa de campo en Inglaterra y tuvieron a Harry, su primogénito y a quien le dedicaron tiempo completo.

"Con el nacimiento de Harry, Roger Waters no sólo se acercó a su crianza, sino que también se dio cuenta que debía apartarse cada vez más de los vicios que lo habían convertido en un rockero molesto con su retorno. Y ese es uno de los conceptos finales de The wall", describe la biografía La odisea de Pink Floyd, de Nicholas Schaffner, uno de los mayores estudiosos del cuarteto que saltó a la fama en 1967.

Además, la aparición de su retoño lo inspiró para llenar su posterior álbum de figuras evocativas y alusiones a la infancia -desde Mother hasta Bring the boys back home-, y para tomar conciencia de la ausencia paternal que sufrió desde sus cuatro meses de vida, cuando su progenitor murió en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el bajista no quería repetir esa experiencia y no deseaba ser un padre ausente, conflicto que también late a lo largo de toda la producción.

Pero los guiños a Harry no sólo fueron de espíritu existencial. En el inicio de Goodbye blue sky, el actual tecladista, con apenas dos años, aparece balbuceando la línea introductoria: "Look, mummy, there's an aeroplane up in the sky" ("mira mami, hay un avión en el cielo"). Se trata de uno de los parlamentos más célebres del título y, a la larga, constituyó el temprano debut discográfico del pequeño Waters.

Una señal preliminar de una carrera que, con los años, se inclinó más hacia el piano y la fijación por el jazz, y que lo llevó a formar su propio proyecto, Harry Waters Quartet, con el que lanzó su ópera prima en 2008. Además, ha estado de gira como parte de los elencos de Ozric Tentacles y Marianne Faithfull. Casi una década después de The wall, en 1987, el hombre tras Wish you were here lo volvió a incluir en una de sus creaciones, pero esta vez junto a su hermana menor, India, fruto del mismo matrimonio: en los créditos de Radio K.A.O.S., uno de sus más criticados intentos solistas, ambos aparecen como "children in the garden" ("niños en el jardín").

La química laboral con su padre la retomó en 2002, cuando se unió para el tour In the flesh, y pasó a ser el tecladista estable de su agrupación, en reemplazo de Jon Carin. De hecho, en ese mismo periplo vino por primera vez a Santiago, para repetir la travesía en 2007 -para la escala local del tour de The dark side of the moon- y ahora, en este fin de semana.

Casi como un héroe anónimo, Harry Waters ha salido a recorrer Santiago durante los últimos días -sitios como el Parque Arauco y el centro capitalino- y ha sido abordado por apenas un puñado de fans que lo ha reconocido. Con casi todos se ha fotografiado sin problemas. "Nuestra estadía ha sido fantástica y lo que van a ver será gigante, muy espectacular", dijo el instrumentista el pasado fin de semana, en uno de sus paseos por la ciudad, bajo ese aspecto característico que también lo ha convertido en otro ladrillo importante en la estructura histórica de The Wall.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.