Poco después de que se anunciara que había ganado el Nobel de Literatura en 2003, el sudafricano J.M. Coetzee hizo gala de su estilo reservado: envió un comunicado de cuatro líneas a la prensa agradeciendo el premio y mandó a avisar que no daría entrevistas. Aunque está lejos del estilo de escritores invisibles como Thomas Pynchon, Coetzee evita la sobreexposición. Narrador sobrio, lúcido ensayista y dueño de una prosa austera, cultiva un bajo perfil. Y así lo hará también en su primera visita a Chile.
Considerado uno de los escritores más importantes del planeta, el autor de Desgracia y Diario de un mal año visitará nuestro país entre el 12 y 15 de septiembre invitado por la Universidad Católica y La Tercera. Coetzee participará en el seminario La Ciudad y las Palabras, del doctorado de la Facultad de Arquitectura. Se espera que haga una lectura.
Lo que ya está claro es que, fiel a su estilo, Coetzee no tendrá encuentros con la prensa. En todo caso, el autor de Verano, que ha ganado dos veces el prestigioso Premio Booker, no pasará los días encerrado en el hotel: Coetzee pretende hacer algo de turismo.
La visita del escritor sudafricano se sumará a la constelación de estrellas de las letras internacionales que han pasado por el seminario La Ciudad y las Palabras: Michel Houellebecq, Julian Barnes, Javier Marías, Richard Ford, Ricardo Piglia, Ian McEwan y Jonathan Franzen. Hay otros dos Premios Nobel en camino: en abril estará Mario Vargas Llosa y en diciembre, el turco Orhan Pamuk.
Biografía literaria
Criado en una familia empobrecida en Ciudad del Cabo, en tiempos del apartheid, Coetzee ha dado cuenta de la hostilidad y violencia de su época con una crudeza y lucidez sorprendente. Sin palabras de más en sus libros, en sus apariciones públicas también las evita. En 2007, el escritor participó en la Feria Literaria de Parati, Brasil, e hizo gala de su célebre estilo: mientras Amos Oz, Nadine Gordimer y César Aira se paseaban en poleras y hawainanas, Coetzee no abandonó las camisas de manga larga, los pantalones de gabardina y los zapatos negros. A veces usó terno.
En Parati, Coetzee aceptó fotografías con lectores y firmó autógrafos, pero rara vez decía algo más que "mucho gusto". Y tal como está anunciado para Chile, allá también hizo una lectura: durante una hora leyó un adelanto del libro que estaba próximo a lanzar, Diario de un mal año. Al finalizar, inclinó la cabeza, se dio media vuelta y desapareció tras el escenario.
Tan notable como reservado, tras recibir su segundo Premio Booker, por Desgracia (1999), Coetzee no asistió a la ceremonia de entrega. Dejó unas palabras: "Tengo un comprensible desagrado por las apariciones públicas y la atención de los medios. Dudo que este premio tendrá mucho impacto en mi carrera, la cual está en su etapa crepuscular".
Crítico literario esporádico de peso, Coetzee ha evitado la figuración pública con un solo objetivo: privilegiar la literatura. Y a su modo ha contado bastante de sí mismo. A la fecha, lleva tres novelas biográficas: Infancia (1998), Juventud (2002) y Verano (2009). Siempre en tercera persona, ha narrado sus días como niño solitario, algo egoísta, temeroso de sus profesores y cruel con su madre.
En Juventud cuenta su viaje a Inglaterra en los 60 para convertirse en un autor como Pound, Elliot o Conrad. Pero se amargó por años en las oficinas de IBM, trabajando como programador computacional. En Verano, publicada el año pasado, retrata a un escritor muerto llamado John Coetzee, quien es descrito como socialmente inepto, arrogante y falto de pasión. Innovador y sorprendente, Verano dejó claro que el escritor Coetzee no está ni cerca del crepúsculo. Es más, muchos creen que fue el mejor libro publicado en español en 2010.