Fueron descubiertas en el año 2000 dentro de las entrañas de la tierra, a 300 metros de profundidad, bajo un calor insoportable de 45 grados Celsius y una humedad del 100% en Chiguagua, al Norte de México. Las grabaciones partieron en 2005 y demoraron cinco años, con innumerables contratiempos físicos, técnicos y económicos, que impidieron que el documental estuviera listo en los tiempos que proyectaron.

Fue lo que vivió el equipo dirigido por Gonzalo Infante para grabar los 96 minutos que dura el El secreto de la cueva de Naica, hallazgo que revolucionó el mundo científico y que este domingo el canal de cable National Geographic (frecuencia 41 en VTR y 352 de Movistar) estrenará a las 22 horas. El documental sigue al grupo de científicos y exploradores en su odisea por mostrar los grandes cristales de selenita de 1,2 metro de diámetro, 15 metros de largo y de 55 toneladas que están al interior de las cavernas.

"Es algo maravilloso lo que se ha encontrado y es interesante el agua que hay dentro de los cristales, de ahí han sacado virus y bacterias que se están analizando. Es vida detenida de hace millones de años", dice Infante a La Tercera.

El equipo debió sortear numerosos inconvenientes para grabar. Desde los inicios, las cuevas estaban inundadas de agua, por lo que durante todos estos años las bombas que extraen el líquido han estado en funcionamiento y el riesgo de una inundación era constante. "Cuando tú llegas a la mina y ves esa cantidad de agua por tubos, dices: 'Estamos entrando a un espacio absolutamente artificial', y hay que tener conciencia de eso", comenta el realizador al otro lado del teléfono.

Además, bajo la superficie, las condiciones climáticas eran insoportables para el ser humano, por lo cual se añadía un peligro adicional que amenazaba la vida de todos los que estaban dentro. "Para entrar a la cueva, imaginémonos que es el lugar más caliente y húmedo del planeta, entonces tú puedes tolerar sin equipo unos 10 ó 15 minutos, sin hacer ningún trabajo físico", explica el director.

La humedad y temperatura también impedían el normal funcionamiento de las cámaras. "Hay momentos en que todo nos falla. Las cámaras se iban reventando por diferentes razones. Al final, desarrollamos un par de robots con cámaras de foto fija. Fotografiábamos toda la noche y eso nos permitía iluminar toda la cueva y dar unas imágenes como las que ustedes van a ver".